Hibridación y flexibilidad, las fórmulas para evitar la deserción estudiantil

Hibridación y flexibilidad, las fórmulas para evitar la deserción estudiantil

Por Manuel Filomeno

Experiencias gratificantes, tanto dentro y fuera del aula, y la posibilidad de atender a clases presencial o remotamente deben ser las metas de las instituciones de educación superior y las universidades para evitar la deserción en sus salones de clase, señala el director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (Iesalc), Francesc Pedró.

En el marco del V Foro Internacional de Innovación Educativa – “El Futuro de la Educación, reflexiones desde Bolivia para Latinoamérica” (FIIE 2024), la autoridad educativa indicó que uno de los principales problemas que atraviesa la educación superior en el mundo es la deserción estudiantil, es decir, estudiantes que se matriculan en instituciones de educación superior, pero que no asisten a clases o, simplemente, abandonan al poco tiempo.

“El volumen de estudiantes en la región, que supuestamente tendrían que estar atendiendo a clase y no van ha crecido un 30% con respecto a las cifras que teníamos antes de la pandemia. La experiencia que tienen los docentes que están dando clases hoy, es que tienen las aulas más vacías de lo que las tenían antes de la pandemia y no porque la matrícula haya disminuido”, señala Pedró.

De acuerdo con el académico, existen dos razones fundamentales para este fenómeno, la primera es económica, pues está relacionada con la desconexión entre lo que demanda el mercado y lo que ofrecen las universidades e institutos superiores.

“Lo primero es que los estudiantes encuentran en el mercado de la oferta educativa oportunidades que en principio son de menor costo y les ofrecen más oportunidades.  Por ejemplo, en España, un encargado de obra gana más que un arquitecto, esto se puede trasladar a una infinidad de sectores y demuestra que estamos ante un fenómeno de una relativa sobreexplotación de la educación superior que no corresponde con las estructuras de nuestros mercados laborales, donde, probablemente haríamos mejor en invertir en formaciones profesionales avanzadas, porque es lo que el sector exige”, explica Pedró.

La segunda razón es que existe la sensación entre los estudiantes universitarios de que asistir a clases ha dejado de ser una experiencia enriquecedora y satisfactoria.

“Estos niveles de deserción no sólo son cuestión de una ecuación económica, sino que también es la constatación de que la experiencia cotidiana de asistir a clase ha dejado de ser satisfactoria y esto es preocupante, en particular después de la pandemia”, expresa.

Francesc Pedró, director de la UNESCO  Iesalc, participó en el V Foro Internacional de Innovación Educativa – “El Futuro de la Educación, reflexiones desde Bolivia para Latinoamérica” (FIIE 2024).

 

Hibridación y flexibilidad

El experto indica que es necesario hacer una diferenciación entre la educación universitaria o pregrado y el postgrado, ya que la deserción en ambas se debe a factores diferentes, así como sus posibles soluciones.

Pedró explica que en el caso de pregrado, la experiencia educativa se ha degradado debido al uso indiscriminado de las clases virtuales y otros recursos de educación a distancia.

“Ciertamente, la experiencia triste y preocupante que conduce a esas tasas importantes de abandono que tiene el estudiante de pregrado, en realidad es la expresión de algo que todos comprenderán. La pregunta de ¿si voy a clase para encontrarme con el mismo busto parlante que ya está en la plataforma de la propia universidad que ganó? En todo caso iré a la universidad porque tienen una cafetería magnífica donde me puedo encontrar con mis colegas, pero las experiencias de asistir a clase, francamente, dónde está el valor añadido”, se pregunta el experto.

En este caso, el director de IESALC explica que una posible solución para este dilema es la hibridación de la educación.

“Necesitamos incrementar los esfuerzos de innovación, necesitamos que esa ventana de oportunidad que se creó con la pandemia se convierta en una experiencia de aprendizaje mucho más gratificante para el estudiante. Las universidades que consiguen que los estudiantes sigan yendo a clase y que mejoren su atractividad han comprendido que el criterio fundamental que se busca hoy es una experiencia gratificante y además flexible”, añade.

Estas experiencias gratificantes se pueden lograr mediante la diferenciación de los contenidos y actividades que se ofrecen en el aula y a través de la virtualidad.

“Gratificante significa que todo aquello que se pueda hacer en la plataforma no se haga en presencial y, por consiguiente, lo que se hace en el aula es una experiencia de aprendizaje que trasciende aquello que uno individualmente podría hacer en pijama en su casa. Venimos aquí para poner a prueba nuestras suposiciones sobre aquello que hemos aprendido, a experimentar, a confrontar perspectivas, a resolver problemas conjuntamente, en definitiva, así se nos pasa el tiempo volando”, puntualiza.

En el caso de los estudiantes de postgrado, Pedró indica que sus necesidades son diferentes, ya que estos, al tratarse en su mayoría de personas que trabajan, lo que requieren es flexibilidad.

En el caso en particular de las formaciones de postgrado, estos estudiantes buscan, por encima de todo, flexibilidad y esa flexibilidad que es la que podemos conseguir a través de programas de educación a distancia hi-flex, la idea de que pueden venir a clase un día, pero quizás mañana no, porque se dispone de una tecnología que les permite estar conectados permanentemente si así lo desean”, explica.

El experto reconoce que la implementación de estos nuevos paradigmas educativos supone esfuerzos considerables para las universidades e instituciones de educación superior, sin embargo, es un paso necesario para asegurar su futuro.

“Lógicamente, las exigencias de un paradigma como el de la hibridación o el hi-flex son enormes, desde el punto de vista de inversión económica y también desde el punto de vista de desarrollo de capacidades y de comprensión de los propios docentes de que trabajar en estas modalidades es extremadamente más complejo que sencillamente dar una clase o una charla. En definitiva, hacia ese futuro estamos andando, donde la experiencia del estudiante sea efectivamente gratificante y para eso, deben suceder en el aula cosas que no pueden suceder en la plataforma. Al mismo tiempo, para cualquiera de nosotros, matricularnos en una formación universitaria debería ser la garantía de que tendremos la máxima flexibilidad”, señala.

Es por esto que los encargados de la toma de decisiones deben conciliar dos posiciones comunes, apostar por la innovación y cuidar medir el gasto.

“La solución al dilema es que, de la misma forma que en la mentalidad académica no existe otro progreso para el conocimiento que aquel que está evaluado, nuestros intentos de innovación deben ser sujetos de una evaluación estrecha. Debemos poder acreditar cómo invertimos el tiempo innovando y qué resultados conseguimos. La pregunta en el fondo es ‘de qué sirve innovar si no podemos garantizar que la experiencia cotidiana del estudiante es más gratificante y sobre todo que aprende más y mejor’”, concluye.

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