El laberinto laboral de los jóvenes bolivianos: desempleo, informalidad y frustración

Por Antonio Ortega

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En Bolivia conseguir un empleo es para miles de jóvenes una carrera cuesta arriba. El mercado laboral no solo es reducido y excluyente, sino que además se encuentra profundamente marcado por la informalidad. Esta situación provoca que muchos egresados y nuevos profesionales terminen en trabajos inestables, con bajos salarios y sin beneficios sociales.

Según Rafael Vidaurre Caldera, coordinador del Observatorio Nacional de Trabajo (ONT) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, hay varios factores que explican este fenómeno. La mayoría de ellos se entrelazan y conforman un círculo vicioso del que es difícil salir.

El ONT, una instancia de análisis e investigación sobre el comportamiento del mercado laboral en Bolivia, permite identificar las principales tendencias, problemáticas y desafíos del empleo en el país. Gracias a sus datos e informes, se pueden plantear políticas públicas con mayor fundamento técnico, especialmente en temas sensibles como el desempleo juvenil y la precariedad laboral.

Informalidad como regla

Buena parte del empleo juvenil se encuentra en el sector informal. Allí no se respetan condiciones mínimas como el salario digno, los aportes a la seguridad social o el acceso a seguros. Esto condena a muchos jóvenes a vivir en la incertidumbre laboral.

Pocas oportunidades, menos aún de calidad

El mercado laboral boliviano ofrece escasas opciones de empleo formal, y las que existen, muchas veces no reúnen condiciones adecuadas. La frustración se convierte en un sentimiento común entre quienes buscan, una y otra vez, una oportunidad que no llega.

Formación vs. realidad

Uno de los mayores desafíos es el desajuste entre la formación profesional y la demanda real del mercado. Hay carreras con sobresaturación y otras que no están alineadas con los nuevos requerimientos del entorno productivo. El resultado: jóvenes bien formados pero desempleados o subempleados.

Empleo precario

Para quienes logran conseguir un trabajo, la mayoría enfrenta condiciones precarias: contratos temporales, tercerización, salarios bajos y ausencia de estabilidad. Así, la idea del “primer empleo” como plataforma de crecimiento se desvanece.

Sin experiencia no hay puerta de entrada

La clásica paradoja: se exige experiencia para acceder a un empleo, pero sin empleo no se puede adquirir experiencia. Esta situación golpea especialmente a quienes recién egresan y buscan insertarse por primera vez en el mercado.

Abandono escolar y pobreza

Muchos jóvenes, en especial de áreas periurbanas y rurales, abandonan la escuela para apoyar la economía familiar. Esta decisión, aunque comprensible, reduce sus posibilidades de acceder a mejores empleos en el futuro.

¿Y qué podemos hacer?

Para Rafael Vidaurre es urgente repensar las condiciones para que los jóvenes accedan a empleos dignos y sostenibles. Propone incentivar el crecimiento de las empresas productivas mediante políticas que faciliten la contratación juvenil, además de fomentar el emprendimiento juvenil reduciendo barreras burocráticas y creando fondos de capital de riesgo que sirvan como aval para nuevos proyectos.

Desde el ámbito académico, sugiere que las universidades promuevan talleres transversales de emprendimiento, abiertos a estudiantes de distintas carreras, con el fin de fortalecer una cultura innovadora y de autosostenibilidad. Porque hablar de empleo juvenil no es solo mirar cifras: es pensar en el futuro de una generación entera.

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