Por Manuel Filomeno
Desde recordar hasta crear existe una escalera, una pirámide, una sucesión de pasos en los cuales el conocimiento pasa de la memorización de conceptos abstractos hasta la internalización de las lecciones y la aplicación de las mismas en situaciones del mundo real. Este proceso implica para los educadores hacer que los estudiantes se involucren y se conviertan en protagonistas de su propio aprendizaje; es decir, que se apropien del conocimiento y que el aprendizaje se vuelva activo.
En este enfoque, los estudiantes se convierten en protagonistas activos de su proceso al enfrentarse a situaciones que demandan la aplicación de conocimientos teóricos en contextos prácticos.
Pablo Llano, de la Jefatura de Enseñanza y Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, explica que se trata de un método educativo centrado en el estudiante, quien debe enfrentarse a situaciones del mundo real.
“En esta metodología es el propio estudiante quien busca una solución. El facilitador supervisa y orienta el proceso de aprendizaje que busca. Esta metodología estimula el pensamiento crítico y desafía a los estudiantes a pensar de manera crítica y analítica. La resolución de conflictos ayuda a resolver disputas y mantiene un ambiente de aprendizaje positivo”, puntualiza.
En esta estrategia, la compresión del material a cubrir es crucial para la ejecución del aprendizaje activo, diseñado para gestionar la experiencia didáctica como una jornada que parte del alumno y no solo como una respuesta a lo que plantea el docente.
Para propiciar las condiciones del aprendizaje activo, la construcción de espacios colaborativos es fundamental. De esta forma los alumnos tienen oportunidad de aportar, dialogar y generar conocimiento dentro del grupo.
La meta del aprendizaje activo es proveer a los estudiantes del ambiente, actividades y acompañamiento para desarrollar habilidades de búsqueda análisis y síntesis de la información, también de resolver problemas, diálogo y expresión. Para aplicarlo con éxito, los estudiantes requieren reflexionar y practicar los conocimientos y habilidades transmitidas por el maestro con el fin de cimentar recuerdos a largo plazo y una comprensión más profunda que permita a los alumnos no solo almacenar la información en su memoria sino adoptar ese conocimiento y habilidad como suyos.
“En estos casos, es importante crear escenarios de aprendizaje desafiantes y significativos, contar con evaluación equitativa, garantizar que la evaluación sea objetiva y justa para todos los estudiantes y, finalmente, tiempo adicional para la planificación y la implementación efectiva” agrega Llano.
Dentro del marco del aprendizaje activo, la primera tarea del docente es procurar un ambiente didáctico que se sienta seguro para los alumnos y que despierte su interés, así como promover la participación. El docente aquí es un guía, un motivador y su trabajo más importante es impulsar a los alumnos a aprender haciendo por el gusto de hacer las cosas que los llevan a aprender.
Xavier Aragay, consultor internacional en transformación educativa y fundador de Reimagine Education Lab en Barcelona, señala que el enfoque de construcción del aprendizaje activo reimagina también el rol del docente, lo establece como guía y parte del acompañamiento.
El nuevo educador espera una autorregulación del estudiante pensando en el desarrollo de sus habilidades profesionales a futuro como la resiliencia, el liderazgo y la autogestión.
“Pensada para formar esas nuevas habilidades y acompañar las causas y propósitos de los nuevos profesionales, la educación ha virado y reestructurado su proceso innovando en la práctica educativa. La idea es convertir a los jóvenes en agentes de cambio, con un modelo educativo que acompaña, interpela, cuestiona y plantea soluciones a través de proyectos reales que generen ideas disruptivas”, expresa el experto.
La pirámide del aprendizaje activo
El siglo pasado, el psicólogo estadounidense Benjamin Bloom desarrolló una pirámide que sirve para categorizar los objetivos del aprendizaje que se quieren alcanzar con los estudiantes, esta pirámide ha sido adaptada por otros pedagogos y psicólogos para determinar los objetivos del aprendizaje activo y está compuesta por seis escalones:
- Recordar. Los estudiantes aprenden a recordar hechos, datos, conceptos básicos y respuestas, sin necesidad de entender.
- Comprender. Los estudiantes muestran entendimiento básico de hechos e ideas a la hora de encontrar información.
- Aplicar. Aplican el conocimiento adquirido y construido para la resolución de problemas en una nueva situación.
- Analizar. Consiste en la capacidad de examinar en detalle, descomponiendo la información en partes e identificando causas.
- Evaluar. Los estudiantes pueden justificar, presentar y defender opiniones realizando juicios sobre la información.
- Crear. Los estudiantes son capaces de cambiar o crear algo nuevo en un nuevo modelo o proponer soluciones alternativas.