Por Lily Zurita
En un mundo donde la violencia se convierte en un fenómeno cada vez más presente, adentrarse en sus raíces más profundas y comprender sus múltiples facetas, no sólo es crucial sino necesario.
Desde el hogar hasta las calles, la violencia adopta diversas formas y afecta a personas de todas las edades y condiciones sociales. En este contexto, es importante analizar el papel que juega la familia como escenario donde se gestan y perpetúan muchos de estos comportamientos.
“El hombre, de forma genérica, es normalmente violento”, asegura Reynaldo Perrone, psiquiatra francés, terapeuta individual, de pareja y familiar, que participó en el Congreso Internacional de Terapia Familiar, organizado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, en la capital cruceña.
Para el experto, lejos del mito de la existencia de un hombre pacífico y amoroso, cuando el ser humano no tiene los suficientes elementos de contención desborda en su fuerza y en su deseo; es decir, lo normal es que el ser humano sea violento y no es gracias a la cultura, la educación, la limitación del instinto y la socialización.
“Cada persona puede ser violenta. Si no existiesen elementos de contención con efectos durables o pasajeros, como la educación, la cultura o el respeto al otro. La interiorización de la ley hace que un individuo, potencialmente dispuesto a utilizar su fuerza para satisfacer sus deseos, llegue a renunciar a tal propósito para adaptarse a una colectividad”, puntualiza.
Al contrario, el doctor Jesús Martin, especialista en neurociencias y pedagogía de la Universidad de Harvard, quien investigó por más de 40 años la violencia desde el punto de vista biológico, destaca que el hombre no es violento por naturaleza, pues “evolutivamente no hay nada que nos obliga a serlo, el cerebro, en principio, no es violento y todas las conductas son moldeables”.
Por su parte, la española Maite Nieto, en el podcast: ¿Somos violentos por naturaleza o influye el ambiente?, señala que «tenemos una agresividad innata que sirve para defendernos, para reaccionar ante peligros. Son los condicionantes externos los que hacen que esa agresividad con la que nacemos se convierta en violencia, los que hacen que un niño que a priori no es violento cambie. Tiene mucho que ver con los afectos, con el cariño, con la empatía; con lo que nos han enseñado desde pequeños”.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), define la violencia doméstica como un patrón de conducta utilizado en cualquier relación para obtener o mantener el control sobre la pareja, los hijos o cualquier otro miembro de la familia.
“El maltrato en el hogar se suele manifestar como un patrón de conducta abusiva contra la pareja, durante el noviazgo o tras haber formado una familia, por parte del maltratador, que ejerce el poder y control sobre la víctima”, señala el organismo internacional.
Datos de la Fiscalía General de Estado, dan cuenta que, en Bolivia, el delito con mayor incidencia es el de la violencia familiar o doméstica con 39.117 casos en 2023. Asimismo, sólo en el primer trimestre de este año (2024), el país reporta 16 feminicidios y 14 infanticidios, la mayoría en el seno del mismo hogar.
El debate sobre la violencia en el seno de la familia se ha intensificado en los últimos años, desafiando mitos arraigados sobre la naturaleza humana y las dinámicas sociales.
Contrario a la creencia popular, se argumenta que la violencia no es una anomalía, sino más bien una manifestación inherente a la condición humana. Desde esta perspectiva, se sostiene que la violencia es una expresión de los instintos primarios y los deseos descontrolados que residen en todos nosotros.
Factores que desencadenan la violencia
El análisis de los desencadenantes de la violencia revela una compleja interacción entre factores individuales, sociales y contextuales.
Perrone identifica, por un lado, disparadores generales, como el fracaso de los mecanismos de regulación de la agresividad y la presión social para evitar el abandono o la exclusión. Estos factores influyen en la toma de decisiones de los individuos y pueden provocar actos violentos.
“Las relaciones en las que el sujeto crece, el ambiente, la presión que se ejerce sobre cada uno para no ser abandonado o no ser excluido, tiene una gran importancia en la decisión que puede tomar para abstenerse de utilizar la violencia”, agrega.
Por otro lado, existen elementos contextuales que también contribuyen a la violencia, como las manifestaciones de masas, protestas violentas y la glorificación de la agresión en ciertos contextos culturales. Estos eventos pueden tener un impacto duradero en la psique de los individuos, normalizando la violencia como una forma legítima de expresión y resolución de conflictos.
Además de los factores generales, la violencia también puede ser desencadenada por estímulos específicos que provocan una respuesta agresiva en individuos con recursos limitados de autocontrol. Las situaciones donde se percibe una amenaza a la masculinidad o la autoridad pueden resultar en actos de violencia doméstica.
“Por ejemplo, en situaciones donde hay hombres violentos, el sujeto estima que su esposa o compañera no tiene que maquillarse porque no le gusta o porque es peligroso para él. Entonces, si ella se pone un arete o se maquilla el rostro, simplemente la golpea porque éste es un elemento que actúa como un desencadenante de la violencia y, como éstos, hay cantidad de elementos específicos que gatillan la violencia y que nosotros estudiamos en los protocolos de casos”, argumenta el también miembro de European Family Therapy Association (EFTA).
Un fenómeno multifacético
La violencia familiar es un fenómeno multifacético que involucra una interacción compleja de factores individuales, sociales y contextuales.
Si bien el entorno social desempeña un papel importante en la configuración de las actitudes y comportamientos violentos, no se puede ignorar la predisposición constitucional de cada individuo y su capacidad para regular sus impulsos agresivos.
“En general, podemos decir que hay individuos que tienen una gran agresividad y que están acostumbrados a actuar y a manifestar esa agresividad y hay otros individuos que, constitucionalmente, no la tienen y que tienen más dificultades”, agrega Perrone.
En un esfuerzo por comprender mejor la naturaleza y las causas de la violencia familiar, es fundamental adoptar un enfoque integral que reconozca la complejidad inherente al fenómeno.
Sólo a través del diálogo abierto, la educación y la promoción de relaciones saludables en el hogar y la sociedad en general, podremos avanzar hacia un futuro donde la violencia sea una excepción, no la norma.