Por Lily Zurita
La aplicación de la inteligencia artificial (IA) en la educación está revolucionando, sin duda alguna, los procesos de enseñanza aprendizaje. Su impacto se refleja, por ejemplo, en una mayor personalización de la educación, la mejora de la evaluación y retroalimentación, la agilización de tareas administrativas o en el acceso a materiales pedagógicos.
Sin embargo, esta irrupción tecnológica también tiene algunos efectos negativos en el ámbito educativo por el sesgo y la discriminación que podría provocar, la dependencia digital, la pérdida de empleo para los educadores o la disminución de la interacción social.
Xavier Aragay, experto español en transformación educativa, sostiene que es crucial que los educadores sean conscientes de las preocupaciones éticas que surgen en este ámbito a partir del uso de la inteligencia artificial.
“¿Cómo nos aseguramos de que los algoritmos no perpetúen sesgos? La transparencia y supervisión humana siguen siendo esenciales. La IA puede ser una herramienta poderosa, pero siempre debemos recordar poner a nuestro alumnado en el centro de la ecuación para garantizar su educación integral y plena, y pensar en el sentido pedagógico que hay detrás de cualquier acción”, dice el especialista.
Al respecto, Ariel Villarroel, pedagogo y responsable de la Jefatura de Enseñanza Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, sostiene que una legislación podría poner freno a un mal uso de la IA por parte de cualquiera de los protagonistas del proceso de enseñanza aprendizaje.
“Como docentes y como centros educativos es nuestra responsabilidad poner normas mientras llega la esperada legislación y regulación oficial de la IA. Creo en el potencial transformador de la juventud y es por esta razón que debemos proteger su derecho a cultivar la creatividad, el espíritu crítico y la inteligencia”, indica.
Tips para evitar el mal uso de la IA
Villarroel plantea 10 sugerencias que pueden ayudar a evitar el mal uso de la tecnología en la educación:
a. Formación de docentes: proporcionar capacitación y desarrollo profesional a los educadores para que estén preparados para utilizar las tecnologías de manera efectiva en el aula. “Esto incluye no sólo aprender a usar herramientas tecnológicas, sino también comprender cómo integrarlas de manera pedagógicamente sólida”, puntualiza Villarroel.
b. Políticas y directrices claras: establecer políticas escolares y directrices que definan el uso apropiado de la tecnología en el entorno educativo. Debe haber normas claras sobre el ac-ceso a Internet, el uso de dispositivos y las aplicaciones permitidas.
c. Supervisión activa: los educadores y administradores deben supervisar activamente el uso de la tecnología en el aula. Esto implica monitorear el progreso de los estudiantes, así como garantizar que estén utilizando los dispositivos y recursos tecnológicos de manera adecuada y segura.
d. Fomentar el pensamiento crítico: enseñar a los estudiantes a ser críticos en el uso de la tecnología, ayudándoles a evaluar la veracidad de la información en línea y a comprender los posibles riesgos y consecuencias de sus acciones en línea.
e. Control parental: cuando se trata de estudiantes más jóvenes, se debe alentar a los padres a establecer controles parentales en dispositivos y supervisar el tiempo que sus hijos pasan en línea.
f. Seguridad de datos y privacidad: asegurarse de que se sigan estrictas políticas de seguridad de datos y privacidad. Los datos de los estudiantes deben ser protegidos adecuadamente y sólo utilizados con fines educativos.
g. Evaluación continua: realizar evaluaciones regulares del impacto de la tecnología en el aprendizaje. Esto implica recopilar datos sobre el progreso de los estudiantes y ajustar las estrategias según sea necesario.
h. Equidad en el acceso: asegurarse de que todos los estudiantes tengan acceso igualitario a la tecnología y a recursos en línea. Esto incluye considerar la brecha digital y buscar soluciones para garantizar que nadie se quede atrás.
i. Desarrollo de políticas de uso aceptable: establecer políticas de uso aceptable que definan claramente lo que está permitido y lo que no lo está en términos de tecnología en el entorno educativo.
j. Participación de la comunidad: involucrar a padres, estudiantes y la comunidad en la toma de decisiones sobre el uso de la tecnología en la educación para garantizar que se aborden las preocupaciones y se promueva una colaboración efectiva.
“Garantizar la calidad, la seguridad y la privacidad de los datos utilizados por los sistemas de IA en la educación, así como el respeto a los derechos de propiedad intelectual y a la diversidad cultural, implica adoptar medidas técnicas y legales para proteger los datos personales y sensibles de los estudiantes y los docentes, así como para asegurar que los sistemas de IA sean transparentes, auditables y explicables”, agrega Villarroel.
Educo, una organización no gubernamental que trabaja por el derecho de los niños a recibir una educación de calidad, define la IA como una tecnología capaz de emular las capacidades de la mente humana, por lo que puede razonar, aprender, crear y planear.
La inteligencia artificial (IA) permite, según la Unesco, abordar algunos de los desafíos mayores de la educación actual, que es innovar las prácticas de enseñanza y aprendizaje y acelerar el progreso para el logro del Objetivo de Desarrollo Sostenible N° 4 “educación de calidad”.
“Los rápidos desarrollos tecnológicos conllevan inevitablemente múltiples riesgos y desafíos, que hasta ahora han superado los debates políticos y los marcos regulatorios”, puntualiza el organismo internacional, respecto al uso de esta potente herramienta tecnológica en la educación.