Yo en mil pantallas: la vida fragmentada de nuestra identidad digital

Por Lily Zurita Zelada

#image_title

Jorge López

En internet no somos una sola persona, somos varias. Cada red social, cada aplicación, se convierte en un escenario distinto donde mostramos facetas diferentes de nosotros mismos. En LinkedIn somos profesionales; en Instagram, creativos, en TikTok divertidos y en WhatsApp cercanos. Esta multiplicidad no es solo una estrategia, sino una forma de adaptarnos a un mundo donde el público cambia con cada clic y la identidad se construye en mil pantallas simultáneas.

“La identidad digital no se limita a un perfil en línea, sino que se ramifica en múltiples espacios donde proyectamos distintos aspectos de nosotros mismos. Cada plataforma demanda un tipo de expresión: la formalidad en un entorno profesional, la creatividad en espacios visuales o la intimidad en canales cerrados. Esta multiplicidad puede enriquecer la forma en que nos mostramos, pero también nos obliga a administrar versiones fragmentadas de quiénes somos”, explica Carmen Aguilera, docente de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

No se trata de falsedad, sino de flexibilidad. Al igual que en la vida presencial nos comportamos de manera distinta según el entorno, en el mundo digital adaptamos nuestras expresiones según la audiencia. La diferencia es que estos escenarios conviven al mismo tiempo, interconectados y sin barreras físicas, lo que genera un esfuerzo constante por mantener coherencia entre nuestras versiones digitales.

“Cuando los usuarios sostienen diferentes “yos digitales”, el riesgo principal es la disonancia entre lo que muestran y lo que realmente sienten. Esto no solo genera agotamiento psicológico al tener que administrar cada máscara, sino que también puede producir un desajuste en la percepción personal de autenticidad. La persona comienza a cuestionarse cuál de todas esas versiones es la más cercana a su verdadero ser”, sostiene Aguilera.

El fenómeno de la “vitrina digital” es otra consecuencia de esta fragmentación: se priorizan los logros, la perfección y los momentos felices, mientras que la rutina y la vulnerabilidad quedan ocultas. Esto genera presión constante para cumplir con expectativas ajenas y puede afectar la salud emocional de quienes buscan aprobación en cada publicación.

“Las plataformas no solo son un escenario para expresarnos, sino también un espejo donde buscamos validación. Cada publicación se convierte en una pregunta abierta a la audiencia: ¿me aceptas así? ¿Me reconoces de esta manera? Esta dinámica, lejos de ser neutra, influye directamente en la construcción del yo, moldeando lo que mostramos y reforzando la idea de que nuestra identidad debe encajar en patrones digitales predefinidos”, advierte la docente.

Al mismo tiempo, la fragmentación puede ser liberadora. Permite explorar facetas que en la vida offline no tendrían espacio. Sin embargo, también puede convertirse en una carga: administrar múltiples versiones genera cansancio y sensación de desconexión entre el yo digital y el yo real.

“Existe una tensión permanente entre la libertad que da internet para reinventarse y la presión que genera sostener múltiples versiones. Mientras que para algunos resulta un espacio de exploración y autoconocimiento, para otros se convierte en una prisión invisible donde la autenticidad queda relegada. Lo importante no es eliminar estas identidades digitales, sino reconocerlas como piezas de un mismo rompecabezas que forma al individuo completo”, concluye Aguilera.

La fragmentación no solo es personal: las plataformas que alojan estos “yoes digitales” ejercen control sobre ellos, y no siempre es el usuario quien decide cómo se construye su identidad. Organizaciones internacionales advierten sobre la necesidad de construir sistemas de identidad digital centrados en las personas, seguros y confiables.

“La identidad digital es una solución a problemas sociales. Por ejemplo, una protección efectiva de los menores requiere su identificación y la supervisión de su acceso a servicios y contenidos en línea. Esto no puede hacerse a expensas del respeto estricto a la privacidad. Gracias al principio de minimización de datos, la identidad digital cumple con este desafío”, afirma Eric Salobir, presidente de la Fundación Human Technology.

Ser uno mismo en la era digital significa, cada vez más, ser varios a la vez. La clave no está en unificar estas versiones, sino en reconocer la multiplicidad, aceptarla y aprender a mantener un hilo de coherencia que permita integrar nuestras identidades digitales con nuestra esencia fuera de la pantalla.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *