Tristeza de fin de año: por qué aparece y cómo combatirla

Por Manuel Joao Filomeno Nuñez

Carlos Fernández, un abogado de 32 años, vive cada diciembre con una sensación que no sabe explicar. A pesar de tener un hijo de cinco años, una esposa con quien mantiene una relación estable y un entorno laboral sin mayores sobresaltos, el final del año le pesa. 

En lugar de entusiasmo, experimenta una mezcla de nostalgia, ansiedad y un cansancio emocional que se intensifica conforme se acercan las fiestas. “No sé por qué, pero siempre me pongo triste en esta época”, comenta, mientras reconoce que intenta disimularlo para no preocupar a su familia.

La llamada tristeza de fin de año —también conocida como depresión navideña o tristeza estacional— es un fenómeno frecuente que aparece durante diciembre y enero. Aunque suele pasar desapercibida, se manifiesta en sensaciones de melancolía, irritabilidad, agotamiento emocional o incluso síntomas depresivos vinculados al cierre de ciclo, las evaluaciones personales y la presión social por “sentirse feliz”, especialmente durante las festividades.

“Las fiestas de Navidad pueden producir estrés por varios motivos. La presión de cumplir con las expectativas propias y ajenas puede derivar en ansiedad, especialmente para aquellos que son propensos a sumergirse en el trabajo y descuidan relaciones familiares a lo largo del año”, afirma Tatiana Montoya, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz .

Este fenómeno tiene múltiples detonantes. Según Montoya, uno de los más comunes es el peso emocional que traen a la memoria pérdidas recientes o duelos no resueltos. 

“El no haber superado el duelo por un ser querido que recién partió puede generar depresión, por lo que también se tiene que hacer un proceso de duelo funcional”, puntualiza la psicóloga. 

En casos como el de Carlos, aunque no exista una pérdida concreta, la revisión mental del año activada por las fechas puede reforzar la sensación de vacío o insuficiencia.

A nivel psicológico, diciembre intensifica la tendencia natural a evaluar logros y fracasos. Según la teoría de la autodiscrepancia de E. Tory Higgins, la distancia entre lo que una persona desea, lo que cree que debe hacer y lo que realmente logra puede generar frustración y malestar emocional. Para personas como Carlos, este balance se convierte en un recordatorio de objetivos no alcanzados o propósitos postergados, alimentando la melancolía estacional.

A ello se suma la presión social. La psicóloga destaca que las narrativas culturales sobre felicidad, unión familiar y plenitud pueden incrementar el malestar cuando la experiencia real no coincide con ese ideal. Las redes sociales, donde predominan imágenes de celebraciones perfectas, refuerzan la sensación de inadecuación o soledad. El aislamiento —físico o emocional— aparece como un factor decisivo, especialmente para quienes viven lejos de su familia o enfrentan tensiones afectivas.

Las responsabilidades y el ritmo acelerado de las fiestas también generan impacto. Entre compromisos familiares, cierres laborales, compras y organización de reuniones, diciembre se convierte en una temporada de sobrecarga emocional y cognitiva. 

Otro motivo es la “fatiga decisional”, un fenómeno en el que la acumulación de decisiones —desde qué regalo comprar hasta cómo conciliar agendas— agota los recursos mentales y reduce la tolerancia al estrés. En este panorama, incluso un pequeño contratiempo puede desencadenar ansiedad o irritabilidad.

Cómo combatir la tristeza de fin de año

Para Montoya, el fin de año también puede ser una oportunidad para fortalecer vínculos, establecer límites y reenfocar prioridades. “Esta es una época para reflexionar sobre logros personales y evaluar las relaciones cercanas (…). La Navidad no debería ser sólo un momento de abrazos temporales, sino una oportunidad para resolver diferencias de manera significativa”, reflexiona la experta.

La psicóloga recomienda planificar con anticipación, distribuir tareas y evitar la idealización de las fiestas. Reconocer las emociones sin juzgarlas, permitirse descansar y reducir la presión de “ser feliz” son pasos esenciales. También subraya la importancia de aceptar que algunas personas prefieren la soledad consciente.

“La felicidad no siempre está ligada a estar acompañado”, recuerda.

En el caso de Carlos, entender que su tristeza no es un signo de debilidad sino una respuesta emocional común puede ser el primer paso para manejarla. Al adoptar prácticas de autoconocimiento, ajustar expectativas y abrir espacios de diálogo con su familia, puede transformar diciembre en un periodo menos abrumador y más significativo.

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