Perros de apoyo emocional: compañía que sana

Por Manuel Joao Filomeno Nuñez

A los 32 años, Mariana atravesaba una etapa especialmente difícil. Tras una serie de pérdidas personales y una rutina laboral que la sobrecargaba, recibió un diagnóstico de trastorno de ansiedad generalizada y depresión moderada. Los días se sentían interminables, y las noches, más largas aún. Aunque ya había iniciado terapia psicológica y tratamiento farmacológico, algo parecía faltar: una presencia constante, cálida y libre de juicios, que no pidiera explicaciones y que simplemente estuviera ahí. Fue entonces cuando escuchó por primera vez el término “perro de apoyo emocional”.

Estos animales no son lo mismo que los perros de servicio, entrenados para tareas específicas, ni que los perros de terapia, que realizan visitas puntuales en hospitales o centros de cuidado. Los perros de apoyo emocional cumplen una función distinta: ofrecen compañía, estabilidad emocional y consuelo continuo a personas que enfrentan trastornos psicológicos o emocionales. No requieren un entrenamiento especializado, pero sí la recomendación de un profesional de salud mental que determine su pertinencia en cada caso.

“Relacionarnos con mascotas incrementa la producción de hormonas que generan sensación de felicidad, mejorando la calidad de vida y previniendo la ansiedad o la depresión”, explica Tatiana Montoya, docente de la carrera de Psicología en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

En el caso de Mariana, la idea de adoptar un perro de apoyo emocional se convirtió en un rayo de esperanza. La recomendación de su terapeuta le hizo considerar que tener un compañero de cuatro patas podría ayudarle a reducir los episodios de aislamiento, establecer rutinas y encontrar un motivo para salir de casa. 

Montoya señala que, más allá de la compañía, este tipo de vínculo fortalece lo que en psicología se denomina “apego seguro”. A diferencia de las relaciones humanas, donde pueden existir juicios o conflictos, las mascotas responden de forma incondicional y positiva al afecto que reciben, generando un ambiente de seguridad y facilitando la expresión de emociones.

Mariana adoptó a Nube, una mestiza de tamaño mediano, tranquila y afectuosa. Desde el primer día, Nube comenzó a moldear su vida: los paseos diarios se convirtieron en momentos terapéuticos; el contacto con la naturaleza, el ejercicio moderado y las interacciones con otros dueños de mascotas ayudaron a mejorar su estado de ánimo. 

“En general, las mascotas son incondicionales y casi siempre responden de manera positiva al cariño que les damos. Por ello, el apego hace que la mascota se sienta más segura”, enfatiza Montoya.

Los beneficios fueron apareciendo poco a poco. Mariana notó que su ansiedad disminuía en presencia de Nube. En los momentos de crisis, la perrita simplemente se acurrucaba a su lado, ofreciendo un tipo de contención que no requería palabras. 

Según Montoya, esta interacción también tiene un respaldo fisiológico: aumenta la oxitocina, serotonina y dopamina —hormonas asociadas con el bienestar— y reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Esto no solo mejora la salud mental, sino que también actúa como factor protector frente a problemas cardiovasculares.

Montoya subraya que los perros de apoyo emocional son especialmente útiles en situaciones de duelo, en personas con autismo, síndrome de Down, Asperger, o en quienes sufren fobias y estrés postraumático. 

“Definitivamente, las mascotas son grandes apoyos emocionales. Muchas personas con condiciones del neurodesarrollo utilizan las habilidades de comunicación y vinculación de las mascotas para mejorar áreas que están, de alguna manera, disminuidas”, sostiene la psicóloga.

En el proceso, Mariana también descubrió que compartir su vida con Nube la ayudaba a ser más empática. Aprender a interpretar las señales no verbales de su mascota le sirvió para mejorar su comunicación con otras personas. Además, la responsabilidad de cuidar a Nube —alimentarla, llevarla al veterinario, asegurarle tiempo de juego— trajo orden y estructura a sus días, lo que se tradujo en una mayor estabilidad emocional.

La historia de Mariana encuentra un eco especial cada 16 de agosto, durante la fiesta de San Roque, celebrada en Bolivia en honor al santo protector de los animales, especialmente los perros. La tradición incluye llevar a las mascotas a recibir una bendición, en reconocimiento a su valor afectivo y, en muchos casos, terapéutico. San Roque, según la tradición, fue acompañado y cuidado por un perro durante su enfermedad, símbolo de la fidelidad y del apoyo incondicional que los animales pueden brindar.

En esta fecha, Mariana suele asistir con Nube a recibir la bendición, no como un acto meramente religioso, sino como un gesto de gratitud hacia quien ha sido una pieza clave en su proceso de recuperación. Para ella, San Roque no solo representa la protección divina, sino también la conexión profunda que une a humanos y perros, una relación que, en su caso, ha sido literalmente sanadora.

Así como Mariana encontró en Nube un apoyo silencioso pero constante, miles de personas descubren cada año que un perro de apoyo emocional puede ser mucho más que una mascota: puede ser un aliado en la lucha contra la soledad, la ansiedad y la depresión, su compañía nos recuerda que sanar también es cuestión de afecto, de lealtad y de esos pequeños momentos que, compartidos, se vuelven inmensos.

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