Por Guiomara Calle
¿Por qué ciertos espacios hacen sentir paz y otros estrés o miedo sin razón aparente? La respuesta puede estar en la neuroarquitectura, una disciplina emergente que combina la neurociencia con el diseño arquitectónico para crear entornos que influyen directamente en las emociones y el bienestar. Profesionales en el campo explican cómo pequeños cambios en el entorno pueden marcar una gran diferencia en la salud mental.
“Hay cosas que al cerebro le estresan y otras que le dan bienestar, como los colores, las formas y la luz. Por ejemplo, colores como el blanco y el celeste pueden generar sensaciones de tranquilidad, mientras que la luz natural y los espacios verdes tienden a relajar el cerebro”, menciona James Robles, director del Instituto de Neurociencias, de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
El especialista en investigación científica destaca la importancia de que los arquitectos comprendan cómo procesa el cerebro la información para que puedan diseñar entornos que promuevan el bienestar. “La neurociencia es el arte de diseñar espacios que pueden mejorar el bienestar emocional. La idea es que los arquitectos sepan volcar emociones con sus diseños”.
Cristhian Alvarado, docente de la carrera de Arquitectura de la misma universidad, va más allá y explica que la neuroarquitectura está estrechamente relacionada con la fenomenología de los espacios, que es un enfoque que prioriza las emociones y actividades de las personas sobre el espacio físico en sí.
Es decir, el arquitecto se convierte en un “controlador de emociones” porque puede crear soluciones espaciales que se adapten a las necesidades emocionales de quienes habitan o utilizan esos espacios. Alvarado afirma que, en Latinoamericano, muchas viviendas también funcionan como el lugar de trabajo, por lo que esta adaptación es esencial para proporcionar confort y bienestar.
El diseño de espacios y el estado de ánimo
Un ejemplo claro de cómo la neuroarquitectura puede transformar vidas es la historia de Ingrid Fetell Lee, una diseñadora estadounidense y conferencista reconocida por sus investigaciones sobre cómo los objetos cotidianos y el diseño de espacios pueden generar alegría y mejorar el estado de ánimo. Ella rediseñó su hogar aplicando estos principios.
Con el uso de colores brillantes, más luz natural y elementos orgánicos como plantas, Lee logró reducir su ansiedad y aumentar su energía, demostrando así cómo el entorno puede influir en nuestras emociones. Esta historia ilustra cómo los cambios en el entorno pueden mejorar no solo la estética, sino también la calidad de vida.
Aplicar la neuroarquitectura en espacios diarios implica prestar atención a elementos como la iluminación, el color y las formas, considerando que cada uno de éstos tiene un impacto directo en el estado de ánimo y bienestar, agrega Alvarado.
La luz natural, por ejemplo, es clave para mantener un equilibrio emocional, debido a que promueve la producción de serotonina, una hormona que regula el estado de ánimo. Incorporar grandes ventanas que permitan la entrada de luz solar puede reducir el estrés y mejorar la concentración. En áreas donde la luz natural no es abundante, utilizar iluminación suave y cálida ayuda a generar un ambiente más acogedor y relajante.
El color también juega un papel fundamental en la neuroarquitectura. Colores como el amarillo o el verde pueden fomentar la creatividad y la energía. Además, las formas redondeadas, en lugar de ángulos duros, tienden a ser percibidas como más amigables y seguras por el cerebro, lo que puede reducir la ansiedad.
En resumen, la neuroarquitectura no se trata solo de construir edificios bellos, sino de crear espacios que conecten con las emociones, mejoren el estado de ánimo y promuevan una vida más saludable. Ya sea añadiendo un toque de color, abriendo una ventana para dejar entrar más luz natural o incorporando plantas en el diseño, pequeños cambios pueden hacer una gran diferencia en cómo se siente la persona en su propio hogar.