Por Manuel Filomeno
“Soy una persona alegre, sonrío y estoy contento la mayor parte del tiempo, pero desde mis 20 que no he sentido verdadera felicidad”, dice Álvaro Roca, un publicista de 38 años.
Roca recuerda que cuando estaba en la universidad, e incluso antes, en los últimos años de colegio, sentía alegría, pero también paz, serenidad y calma, sentimientos que ahora le son esquivos.
“Creo que, al crecer y tener más responsabilidades, es más difícil sentir la felicidad plena, pero al ver a mis padres ser felices, me da esperanza de que ésta vuelva”, agrega.
La felicidad, entendida como un estado de bienestar subjetivo y satisfacción con la vida, es un fenómeno complejo. “Se la puede definir desde varios autores, estudios y enfoques. De manera genérica, la felicidad es una emoción, un sentimiento y un estado que tiene que ver con, justamente, sentir satisfacción, plenitud o estar conforme”, indica Tatiana Montoya, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
La felicidad es un estado emocional profundo y duradero, caracterizado por la estabilidad en paz, serenidad y calma.
Aunque la definición puede variar de una persona a otra, hay ciertos elementos comunes que suelen asociarse con la experiencia de la felicidad: relaciones significativas, sentido de propósito, salud física y mental o la capacidad de disfrutar del presente, entre otros.
La alegría, por otra parte, es una emoción momentánea, que se produce cuando algo concreto reporta satisfacción, explica el experto en programación neurolingüística Emilio Cabrera en su libro “Sobre la vida buena”.
Cabrera indica que, por ejemplo, uno siente alegría al haber cumplido un deber, al estar en familia o con amigos, cuando es sorprendido gratamente, entre otras situaciones. Sin embargo, esta emoción, aunque positiva, no es permanente.
A pesar de ser temporal, la alegría es necesaria como una forma de enfrentar la vida, como camino para alcanzar la felicidad.
Una personalidad alegre o una persona alegre es aquella sonriente y risueña, o sea, que tiene tendencia a reírse. La personalidad alegre o la capacidad de sentir alegría es una actitud importante para superar situaciones difíciles en la vida.
Por otra parte, una persona feliz es aquella que se dice haber encontrado la felicidad. Como es un estado permanente, una persona infeliz puede sentir momentos de alegría y una persona alegre puede no saber lo que es la felicidad.
Montoya indica que, para muchos, la búsqueda de la felicidad es un viaje personal que implica explorar y cultivar diferentes aspectos de la vida. Desde el desarrollo personal hasta la conexión con los demás y la contribución a la comunidad, hay una variedad de caminos que pueden conducir a una mayor sensación de bienestar y satisfacción.
Según estudios, la felicidad sigue una curva en forma de U a lo largo de la vida. Las personas tienden a sentirse más felices alrededor de los 20 años, como Álvaro Castro, cuando tienen la vida por delante, pocos problemas y muchas expectativas. Esta sensación declina conforme las responsabilidades y dificultades aumentan al avanzar en edad, llegando a su punto más bajo entre los 30 y 40 años.
Pasados los 40 años, los niveles de felicidad comienzan a incrementarse nuevamente. A partir de los 50 y 60 años, las personas empiezan a sentir una mayor plenitud, así como los padres del publicista.
A los 60 ves las cosas distintas, se empieza a valorar lo que uno tiene en el tiempo presente. Empieza a aparecer la perspectiva de un fin y empieza a aparecer la perspectiva de la vivencia del momento presente. No somos seres racionales, somos seres emocionales que razonan.
Los obstáculos llevan a la infelicidad
La sociedad contemporánea presenta desafíos significativos que pueden obstaculizar la búsqueda de la felicidad. El estrés, la ansiedad, la presión social y la obsesión por el éxito material son solo algunos de los factores que pueden interferir con nuestro bienestar emocional y mental.
“Al contrario de la felicidad, se presenta también la infelicidad que se da con la disminución de la neuroplasticidad en personas que tienden a ser rígidas en relación a sentir la variedad de emociones. Es importante sentir rabia, amor, placer, felicidad o tristeza. Mientras más flexibles somos con las emociones y sentimientos más facilidad tenemos también de sentirnos felices”, explica la académica.
Según Montoya, las personas que no tienen apertura para experimentar la variedad de emociones tienen más facilidad para sentirse infelices.
En los últimos años, en respuesta a estas preocupaciones surgió un creciente interés en prácticas como la meditación, el mindfulness y la psicología positiva, que buscan promover la salud mental y el bienestar emocional.