En los últimos años, la gamificación ha emergido como una metodología educativa innovadora que promete captar la atención de los estudiantes y hacer el aprendizaje más significativo.
Este enfoque, respaldado por la neurociencia, sugiere que se aprende mejor haciendo en lugar de sólo escuchar o leer. Sin embargo, la gamificación va más allá de, simplemente, incorporar elementos de juego en el aula; se trata de crear experiencias educativas que sean motivadoras, retadoras y, sobre todo, que mantengan el interés de los alumnos.
Las metodologías lúdicas, aquellas que parten del juego, tienen un impacto profundo en el proceso de aprendizaje, asegura Imma Marín, fundadora y actual presidenta de Marinva, una consultora española especializada en el uso del juego como metodología para la transformación.
Marín participó en el “V Foro Internacional de Innovación Educativa: El futuro de la educación, reflexiones desde Bolivia para Latinoamérica”, organizado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz y realizado en Santa Cruz de la Sierra.
Según la experta, cuando jugamos, el tiempo parece volar y nos sumergimos en un estado de «flow» (fluir), una experiencia de inmersión total en la actividad. Este estado es crucial porque sostiene el esfuerzo necesario para aprender.
Aprender implica esfuerzo. “Aquellas metodologías que nos permiten mantener ese esfuerzo durante más tiempo resultan muy provechosas para el aprendizaje, así es como trasladamos las cosas que pasan en el juego a la vida del estudiante”, dice la especialista en educación y comunicación a través del juego.
Por ejemplo, cuando jugamos y fracasamos, nuestra reacción natural suele ser intentarlo de nuevo, buscando superar el reto. Este deseo de revancha y superación es algo que puede trasladarse al aprendizaje. En contraste, en el ámbito académico, un fracaso a menudo desmotiva a los estudiantes. Implementar aspectos del juego puede transformar esta actitud, manteniendo el compromiso y la perseverancia de los estudiantes.
No se trata sólo de lograr puntos o niveles
La gamificación se ha aplicado en diversos campos, incluyendo el marketing y la educación, muchas veces enfocándose en puntos, niveles y rankings. Sin embargo, esta visión es criticada por Marín, porque es demasiado conductista.
La verdadera riqueza de la gamificación reside en otros elementos del juego, como la narrativa. Incorporar historias (storytelling) y contextos imaginativos puede capturar la atención de los alumnos de una manera que los puntos o niveles del juego no pueden. La narrativa permite a los estudiantes sumergirse en mundos paralelos, fomentando la imaginación y la creatividad, y facilitando una reflexión profunda sobre lo aprendido.
“Es una metodología a la que le podemos sacar mucho más provecho. Por ejemplo, la narrativa es un elemento del juego que nos sirve muchísimo para captar la atención y mantener el entusiasmo. Te metes en una historia, el storytelling ayuda mucho a los alumnos y a los adultos”, señala la experta.
Retos y oportunidades en la educación
A pesar de sus beneficios, la implementación de la gamificación en el aula no está exenta de desafíos. Los educadores, en su mayoría, están abiertos a nuevas metodologías, aunque existe una curva de aprendizaje y resistencia al cambio.
El juego rompe con las jerarquías tradicionales del aula, requiriendo que los profesores confíen más en sus alumnos y cedan cierto control. Este cambio puede ser intimidante para algunos, pero es esencial para fomentar una mayor flexibilidad y autonomía en el aprendizaje.
“Es una mirada diferente que, lógicamente, crea resistencias como cualquier otra y por eso es necesario acompañar este proceso. Hay profesores que sienten miedo, porque es una metodología diferente (…)”, dice Marín.
Además, Marín destaca que los juegos de mesa han visto un resurgir significativo, con un creciente número de nuevos juegos editados cada año. Este fenómeno no solo muestra un interés renovado en los juegos, sino que también abre nuevas posibilidades para el aprendizaje basado en juegos (ABJ).
Los maestros pioneros que integran estos juegos en el aula son fundamentales para demostrar el valor de estas metodologías y allanar el camino para otros educadores.
El juego como patrimonio de la humanidad
El juego no es exclusivo de la infancia, es un patrimonio de la humanidad, afirma Marín. Como lo explica Johan Huizinga en su libro «Homo Ludens», la capacidad lúdica del ser humano ha sido fundamental para el desarrollo de la cultura.
Jugar permite a los individuos adentrarse en el misterio y la belleza, y es esta capacidad la que ha propiciado la creación cultural, dice la experta.
Rescatar esta actitud lúdica y llevarla a todas las etapas de la vida, incluyendo la adultez, es esencial. El juego permite asombrarse, disfrutar de la belleza, aceptar retos y vivir la incertidumbre con dignidad. Mantener una actitud lúdica ante la vida nos convierte en mejores versiones de nosotros mismos, tanto en el ámbito educativo como en el personal.
“El juego es para todas las edades. Tiene que ver con ayudar a rescatar a tu niño y a tu niña interior. Ese niño o niña que era capaz de asombrarse de cualquier cosa, de disfrutar de la belleza, de ponerse retos, de vivir la incertidumbre con dignidad (…). Rescatar eso y llevarlo a lo largo de la vida es importante en la escuela, en la educación, en la familia, pero, principalmente, como seres humanos. Seremos una mejor versión de nosotros mismos si mantenemos nuestra actitud lúdica delante de la vida”, reflexiona Marín.
La gamificación en la educación tiene el potencial de transformar la forma en la que los estudiantes aprenden y se comprometen con el material. Se trata de crear experiencias ricas y significativas que motiven y reten a los alumnos.
A medida que más educadores adopten estas metodologías lúdicas, es crucial acompañar el proceso y fomentar una mayor flexibilidad y confianza en el aula. Así, no solo enriqueceremos la educación, sino que también cultivaremos una actitud lúdica que nos beneficie a lo largo de toda nuestra vida.