Por Manuel Filomeno
La tecnología, las nuevas dinámicas sociales y ambientales, la revolución laboral y empresarial han cambiado, de manera radical, nuestras vidas en los últimos 20 años, modificando también la forma en la que aprendemos y enseñamos.
Nuevas teorías han logrado explicar de mejor manera los procesos de enseñanza-aprendizaje y estos nuevos paradigmas han sido adoptados tímidamente por las instituciones de enseñanza. Sin embargo, cuáles son los cambios que las universidades, institutos y escuelas deben implementar para asegurar el futuro del aprendizaje.
“Tenemos que hablar de un cambio de paradigma. Lo que funcionó para la educación superior durante los dos últimos siglos ya no funciona. El futuro ya llegó. Hemos visto tantos cambios, no solamente en el campo tecnológico, el mundo ha cambiado y ahora estamos viviendo en una realidad diferente a la que la mayoría de nosotros, mayores, experimentamos cuando pasamos por el colegio y la universidad. Ahora es muy difícil para nosotros como docentes pensar y ponernos en los zapatos de los jóvenes. Debemos pensar en un cambio radical”, señala Liz Reinsberg, consultora en educación superior y miembro de la Junta Directiva del Centro para la Educación Superior Internacional.
El futuro del aprendizaje, fue abordado durante el V Foro Internacional de Innovación Educativa: El Futuro de la Educación, reflexiones desde Bolivia para Latinoamérica” (FIIE 2024), un espacio de intercambio de ideas y colaboración para delinear una educación superior relevante, inclusiva y preparada para el mundo del mañana, evento organizado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Reinsberg participó, junto a Humberto Portocarrero Aramayo, subdirector del Saint Andrew’s School de La Paz, del panel “El futuro del aprendizaje, programas para garantizar la calidad educativa e innovación curricular.”, realizado en el marco del FIIE 2024.
La experta afirma que es momento de cambiar la dinámica en las aulas y abandonar el modelo de clases magistrales, ya que éstas no responden a las necesidades e inquietudes de los estudiantes.
“Es necesario entender que la clase magistral ya no está enganchando, éstas están compuestas en su mayor parte por teoría y eso lo estudiantes lo pueden leer en sus celulares, el tema es cómo podemos aprovechar el tiempo que tenemos con los estudiantes, la dinámica que manejamos con ellos, sobre todo buscando su aprendizaje activo, Tenemos una urgencia de innovación porque el futuro ya está aquí, porque esto de la clase magistral ya no funciona”, agrega.
Por su parte, Portocarrero indica que el aprendizaje real se hace posible cuando los educadores toman en consideración otros puntos de vista, incluyendo las experiencias de sus estudiantes.
“El aprendizaje se hace realidad cuando nosotros somos capaces de mirar, abrazar y valorar perspectivas que no son las nuestras, porque solamente mirando desde otros puntos de vista nuestro conocimiento se hace más profundo. Gracias a la neurociencia, ahora sabemos que lo que los docentes enseñan, no siempre es aprendido por los estudiantes”, dice el pedagogo.
El subdirector del Saint Andrew’s School agrega que cada estudiante viene con una experiencia personal y previa, con miradas diferentes, con sentimientos diferentes y que la construcción del conocimiento, en cada caso particular, pasa por abrazar esas experiencias y presentar nuevas.
Es importante considerar que existen nuevas teorías que explican que el aprendizaje es un proceso experiencial y reflexivo, por lo que los educadores deben estimular, no sólo las mentes de los estudiantes, sino también sus emociones, sentimientos y sus mismos cuerpos.
“Los estudiantes aprenden a través del prisma de sus propias experiencias. Nos dimos cuenta que no sólo pensamos con la cabeza, sino también con el cuerpo, con las emociones, con los sentimientos, el cuerpo como tal juega un papel súper importante en lo que es el proceso de educativo, hemos podido reconocer que es vital hacer que un estudiante estudie menos, pero aprenda más”, explica.
Flexibilidad
Según Reinsberg, en la actualidad, los estudiantes se están acomodando a la estructura del modelo tradicional de la universidad, que pertenece al siglo pasado, cuando la estructura debería acomodarse a los estudiantes, para lo cual es necesario flexibilizar los programas, las materias y las carreras.
“Necesitamos flexibilidad en el diseño de las carreras, necesitamos que los ingenieros no sólo sean ingenieros, sino que puedan tener roce y aprendizajes multidisciplinarios, que puedan dedicarle tiempo a las artes también. Hay que darle al estudiante la flexibilidad de combinar distintas disciplinas para desarrollar un mayor número de competencias diferentes, en distintas áreas, con distintas perspectivas”, puntualiza.
La experta agrega que la creatividad debe complementar las carreras, porque es un proceso cerebral diferente. La idea es que, dentro del desarrollo profesional de los estudiantes haya mucha flexibilidad, lo que a su vez les permite la posibilidad de explorar nuevas posibilidades para su vida, no solamente su carrera.
“En Estados Unidos tenemos mucha flexibilidad con eso. Una persona puede estudiar Derecho y al mismo tiempo teatro, en la misma universidad. Uno piensa en qué tiene que ver una cosa con la otra, pero cuando piensa en competencias se da cuenta de que una formación en teatro para un abogado tiene mucho sentido por su expresión frente a la corte”, reflexiona.
Por otra parte, la experta indica que es necesario que las universidades se comprometan a garantizar el aprendizaje de sus estudiantes desde el primer día, estableciendo programas de diagnóstico y evaluación de competencias cuando ingresan a sus carreras.
“Tenemos que reconocer que existe un problema con el abandono de las carreras y eso nos hace pensar que las universidades deben realizar pruebas o diagnósticos a los estudiantes que recién ingresan, para adaptar su aprendizaje durante los primeros años”, concluye.