Por Alison Pacoguanca y Lily Zurita
La historia de Nuestra Señora de La Paz comenzó con una reubicación estratégica que definiría su destino para siempre. El traslado de la ciudad, desde su primera ubicación en Laja al valle paceño, es uno de los episodios más fascinantes de la historia de la ‘ciudad maravilla’ y refleja un proceso influido por factores geográficos, económicos y políticos.
Hoy, La Paz no solo es la sede de gobierno, sino también uno de los principales centros económicos y culturales del país. Desde su fundación en 1548, ha sido testigo de profundos cambios políticos y sociales del país que marcaron su carácter singular.
La fundación en Laja y su traslado
“El 20 de octubre de 1548, Alonso de Mendoza, un conquistador español enviado por el Virrey del Perú, Pedro de La Gasca, fundó la ciudad de Nuestra Señora de La Paz en Laja, un poblado del altiplano a unos 25 kilómetros del actual emplazamiento de la ciudad”, señala Teresa Gisbert, historiadora boliviana, arquitecta y restauradora.
Laja, situada en una planicie cercana a las rutas comerciales que conectaban el Alto Perú con otras regiones del virreinato, parecía en un principio ser un sitio adecuado para la nueva ciudad.
Sin embargo, según Gisbert, las duras condiciones geográficas y climatológicas pronto hicieron evidente que Laja no era un lugar ideal. El clima frío y ventoso, la escasez de recursos hídricos y las limitaciones del terreno dificultaban el desarrollo urbano. Estas circunstancias llevaron a las autoridades españolas a reconsiderar la ubicación.
A poca distancia, encontraron un valle con características mucho más favorables. Ubicado en una depresión rodeada de montañas (zona del relieve terrestre situada a una altura inferior que las regiones circundantes), el lugar ofrecía ventajas naturales: mayor disponibilidad de agua potable, un clima más templado y terrenos fértiles para la agricultura. La topografía también brindaba protección natural frente a amenazas externas, como incursiones indígenas y conflictos entre colonos.
El Choqueyapu y su importancia minera
El valle estaba atravesado por el río Choqueyapu, una fuente esencial para el desarrollo de la nueva ciudad. «El río no solo aportaba oro en sus cauces, sino que sus alrededores eran fértiles y permitían el cultivo de papa, lo que garantizaba una producción abundante», explica Juan Carlos Núñez, experto guía turístico y docente en la carrera de Administración de Hotelería y Turismo de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Otro factor determinante en el traslado, según Gisbert, fue la proximidad a las minas de plata y oro del Alto Perú, en particular las de Potosí, a casi 400 kilómetros al sur. La nueva ubicación de La Paz facilitaba la conexión entre las minas y los puertos del Pacífico, convirtiendo a la ciudad en un punto estratégico para el comercio de metales preciosos.
Así, en 1549, apenas un año después de su fundación, La Paz fue oficialmente trasladada a su emplazamiento actual, donde comenzó a desarrollarse como un próspero centro de comercio y administración.
La integración cultural y su crecimiento
El asentamiento de La Paz en el valle no solo tuvo un impacto económico, sino también cultural. El territorio estaba habitado por comunidades aymaras, que se integraron rápidamente en la dinámica colonial. La mezcla de culturas que surgió desde sus primeros días sigue siendo una característica distintiva de la ciudad.
“Este sincretismo se refleja en las festividades religiosas, las costumbres populares y la arquitectura paceña, donde aún conviven elementos coloniales e indígenas en sus tambos, iglesias, angostas y empinadas calles y construcciones que se resisten al paso del tiempo. La Paz ha sido, desde su fundación, un crisol de culturas que ha mantenido su esencia a lo largo de los siglos”, según el investigador Carlos F. Urquizo.
La Paz en la historia independentista y republicana
“Por el oro, entonces el español quería oro, aparte este es un valle donde tenían hortalizas mientras que en laja no crecen hortalizas”, señala Núñez. Durante la época colonial, La Paz se consolidó como un importante centro administrativo del virreinato.
En 1809, fue escenario de una de las primeras rebeliones independentistas de América Latina. Junto a la gesta revolucionaria de Sucre, el levantamiento encabezado por Pedro Domingo Murillo marcó el inicio de las luchas por la independencia, culminando con la fundación de Bolivia en 1825.
“Aunque Sucre siguió siendo la capital oficial durante gran parte del siglo XIX, La Paz fue ganando importancia política y económica. Finalmente, a principios del siglo XX, se consolidó como sede de gobierno, sin perder Sucre su estatus de capital constitucional”, afirma Herbert S. Klein, historiador estadounidense, profesor emérito de historia en la Universidad de Columbia.
Una ciudad vibrante y resiliente
Hoy en día, La Paz es una ciudad dinámica y diversa, conocida por su topografía única, su riqueza cultural y su papel central en la política y la economía boliviana. A lo largo de los años, ha sabido adaptarse a los cambios sociales y políticos del país, consolidándose como un centro de influencia.
La historia de La Paz es una historia de adaptación y resiliencia. Desde su fundación hasta la actualidad, la ciudad ha enfrentado desafíos y cambios, evolucionando sin perder su identidad. Su traslado al valle paceño hace 476 años fue el primer capítulo de un legado que sigue vivo en cada rincón de esta fascinante ciudad.