Alimentación saludable y descanso, la clave para prevenir trastornos alimenticios

Los trastornos alimentarios dejaron de ser un problema exclusivo de un sector de la población y, en la actualidad, afectan a hombres y mujeres de todas las edades. Se trata de afecciones graves que alteran la conducta alimentaria y pueden llevar a consecuencias fatales si no se tratan a tiempo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que estos trastornos, como la anorexia y la bulimia, tienen un impacto significativo en la salud mental y física, además de afectar el bienestar social de quienes los padecen.
Sin embargo, especialistas coinciden en que una alimentación saludable, combinada con buenos hábitos de descanso y manejo del estrés, puede ayudar a prevenir la aparición de estos problemas y fomentar una relación positiva con la comida.
De acuerdo con Tatiana Montoya, psicóloga y docente de la Universidad Franz Tamayo , Unifranz, los trastornos alimentarios tienen causas multifactoriales, lo que significa que no responden a un solo origen, sino a una combinación de factores biológicos, psicológicos y socioculturales.
«Estos trastornos pueden tener un componente genético, pero también están influenciados por factores psicosociales como la ansiedad, la depresión y los trastornos de personalidad», explica Montoya.
La adolescencia es una etapa especialmente vulnerable para el desarrollo de estos trastornos. Según la especialista, los jóvenes de entre 14 y 19 años son los más propensos a sufrirlos, ya que es un período en el que buscan formar su identidad y sentirse aceptados por su entorno. Si la familia no brinda suficiente apoyo o valida su imagen corporal y emociones, el adolescente puede buscar aprobación externa, lo que en muchos casos deriva en una percepción distorsionada de su cuerpo y problemas alimentarios.
Si bien la anorexia y la bulimia son los trastornos alimentarios más conocidos, existen otros problemas relacionados con la alimentación que afectan a un gran número de personas. La vigorexia, por ejemplo, se caracteriza por una obsesión extrema por el ejercicio físico y la musculación, acompañada de dietas estrictas para aumentar la masa muscular. La ortorexia, en cambio, se manifiesta como una fijación excesiva por la alimentación «saludable», lo que lleva a la eliminación radical de ciertos grupos de alimentos sin razones médicas justificadas.
Otro trastorno es la diabulimia, una práctica peligrosa en la que personas con diabetes omiten la insulina con el objetivo de perder peso. También está la adicción a la comida, donde las personas experimentan un deseo compulsivo e incontrolable de ingerir ciertos alimentos. Finalmente, aunque la obesidad no siempre es considerada un trastorno alimentario en sí mismo, en muchos casos responde a patrones de alimentación compulsiva y una relación disfuncional con la comida.
La prevención de estos trastornos no solo implica un cambio en los hábitos alimenticios, sino también en la forma en que la sociedad percibe el cuerpo y la autoimagen.
El papel de la alimentación saludable y el descanso
“Uno de los enfoques clave para prevenir los trastornos alimentarios es fomentar hábitos de alimentación balanceada desde la infancia”, explica Montoya. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), una dieta equilibrada debe incluir una variedad de frutas y verduras, que aportan vitaminas y minerales esenciales para el organismo. También se recomienda el consumo de proteínas saludables, como pescado, pollo, legumbres y frutos secos, así como la reducción de azúcares y grasas saturadas, que pueden contribuir a enfermedades metabólicas y desórdenes alimentarios. Además, la hidratación adecuada a lo largo del día es fundamental para el correcto funcionamiento del cuerpo y el control del hambre.
Por otro lado, el descanso es un factor fundamental para regular las hormonas que influyen en la alimentación. Estudios han demostrado que la falta de sueño puede aumentar la producción de la hormona del hambre (grelina) y disminuir la de la saciedad (leptina), lo que lleva a un consumo excesivo de alimentos y a un mayor riesgo de trastornos alimentarios.
Montoya enfatiza que «el sueño adecuado y el manejo del estrés son esenciales para evitar que la ansiedad y otros problemas emocionales deriven en alteraciones de la conducta alimentaria».
Presión social y estereotipos de belleza
En la era de las redes sociales, los cánones de belleza han cobrado un protagonismo sin precedentes. Imágenes de cuerpos «perfectos» inundan plataformas como Instagram y TikTok, generando en muchas personas una percepción distorsionada de la realidad. La especialista advierte que la idealización de la delgadez extrema es uno de los factores que más influye en la aparición de los trastornos alimentarios, especialmente en adolescentes.
«Los jóvenes imitan a modelos y celebridades que promueven estándares de belleza inalcanzables, lo que puede generar ansiedad, baja autoestima y, en muchos casos, trastornos de la conducta alimentaria», señala Montoya.
La clave para contrarrestar este impacto es promover la autoaceptación y una imagen corporal positiva, enseñando a niños y jóvenes que la salud es más importante que la apariencia y que cada cuerpo es único y valioso.
Tratamiento y recuperación: un enfoque integral
Los trastornos alimentarios son enfermedades serias que pueden poner en riesgo la vida de quienes los padecen. Por ello, su tratamiento debe abordarse desde un enfoque multidisciplinario, que incluya atención médica, psicológica y nutricional.
De acuerdo con Montoya, los tratamientos más efectivos son:
- Terapia cognitivo-conductual (TCC): ayuda a identificar y modificar pensamientos distorsionados sobre la imagen corporal y la alimentación.
- Terapia sistémico-familiar: involucra a la familia en el proceso de recuperación, promoviendo un entorno de apoyo.
- Intervención médica: en casos graves, puede ser necesario el uso de medicamentos para tratar la ansiedad y la depresión asociadas a estos trastornos.
«La anorexia y la bulimia, en particular, pueden derivar en complicaciones médicas graves, como desnutrición, problemas cardíacos y daños en órganos vitales”, subraya la especialista.
Finalmente, recomienda que las familias y amigos de las personas afectadas busquen ayuda profesional lo antes posible.
Prevenir los trastornos alimentarios requiere un esfuerzo conjunto entre la familia, las instituciones educativas y la sociedad en general. Es fundamental fomentar hábitos de alimentación saludable desde la infancia, asegurando que los niños y adolescentes comprendan la importancia de una dieta equilibrada sin caer en extremos. También es esencial evitar comentarios negativos sobre el peso y la apariencia física, ya que estos pueden generar inseguridad y afectar la autoestima de los jóvenes.