El peso invisible de pedir ayuda: por qué la mente nos dice ‘puedo solo’
Por Leny Chuquimia
En Bolivia, muchas personas enfrentan sus problemas en silencio. Pedir ayuda puede parecer un acto sencillo, pero para quienes han crecido con la idea de que mostrar vulnerabilidad es un signo de debilidad, se convierte en un desafío emocional complejo.
La salud mental aún enfrenta tabúes que dificultan reconocer necesidades y buscar apoyo. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), las barreras para acceder a servicios de salud mental están profundamente determinadas por inequidades sociales, y el estigma sigue siendo un obstáculo significativo para quienes necesitan asistencia emocional.
“A veces pensamos que es mejor que nadie se entere sobre nuestros problemas y tratamos de resolverlos solos. El problema es que acabamos cargando una mochila muy grande. Cuando esto ocurre por mucho tiempo es posible entrar en conductas de ansiedad o depresión, cuando todo se podía solucionar con solo pedir ayuda”, explica el psicólogo Yuri Miranda.
El especialista, con más de 25 años de experiencia en diferentes campos con niños, adolescentes y adultos mayores, fue invitado a Catarsis Podcast, una iniciativa de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz sede El Alto.
La influencia de la crianza y la cultura
Miranda explica que la forma en que somos criados marca profundamente nuestra disposición a pedir ayuda.
“Nos crían para buscar siempre la superación y no para el tema de caídas. Asumimos que caer es algo malo y que nadie debe enterarse, porque nos veríamos débiles”, señala Miranda.
Durante la infancia, entre los tres y doce años, se forman los primeros parámetros de cómo manejar emociones y dificultades. La presión por ser autosuficiente puede generar lo que él especialista describe como una “mochila” emocional que muchos cargan durante toda su vida.
Esta tendencia no distingue edades. Aunque los niños suelen expresar sus necesidades con menor filtro, los jóvenes adultos y los adultos se vuelven más impermeables, lo que hace que se cierren más hacia los demás.
Miranda comenta que el adulto mayor es el que menos consejos quiere. “Suelen decir: las sabidurías de los adultos son evangelios chiquitos”, lo que indica que la resistencia a pedir ayuda no desaparece con la madurez y puede convertirse en un patrón de vida que afecta el bienestar emocional.
En este contexto cultural también pesa. Para los hombres, pedir ayuda suele ser especialmente difícil, en gran medida por normas culturales que asocian la masculinidad con la autosuficiencia y la fortaleza emocional.
Desde la infancia, muchos son educados con mensajes como “los varones no lloran” o “tienes que resolverlo solo”, que generan una especie de “impermeabilización” frente a sus emociones. Esta construcción cultural dificulta reconocer vulnerabilidad, expresar sentimientos y solicitar apoyo cuando lo necesitan, lo que puede derivar en ansiedad, estrés acumulado o depresión silenciosa.
Como explica el psicólogo Yuri Miranda, “muchas veces se empieza a crear una impermeabilización tan fuerte a nivel emocional que, al crecer, se limitan a pedir ayuda por miedo a mostrar debilidad”.
El impacto de la autosuficiencia en la salud mental
Los efectos de no pedir ayuda pueden ser devastadores. La acumulación de estrés, ansiedad y depresión son consecuencias habituales de enfrentar problemas en soledad. El Ministerio de Salud y Deportes de Bolivia registró 69.303 casos relacionados con trastornos de salud mental en 2021, con la depresión y la ansiedad como afecciones más comunes.
Las regiones de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz concentran la mayor cantidad de casos, un reflejo de la creciente necesidad de fortalecer los servicios y programas de apoyo psicológico. La OPS subraya que el reconocimiento de las barreras sociales y culturales es fundamental para diseñar políticas que permitan un acceso equitativo a la salud mental.
Miranda insiste en que buscar ayuda no implica debilidad. “El miedo es como el fuego: una vez que te agarra, te puede consumir. No tengamos miedo a pedir ayuda, no tengamos miedo a buscar soporte emocional”, asegura.
La contención emocional, dice, es tan importante como la solución concreta a un problema; una palabra de aliento, un abrazo o simplemente la escucha de otra persona puede marcar la diferencia en momentos de crisis.
Cultura y sociedad: barreras invisibles
Más allá de la crianza, la cultura refuerza la idea de la autosuficiencia. Pedir ayuda a menudo se interpreta como una debilidad o un signo de incapacidad.
En muchas familias, especialmente en sociedades latinoamericanas, se valora la fortaleza y la resiliencia individual, y reconocer que se necesita apoyo puede generar sentimientos de vergüenza o culpa. Esta percepción social contribuye a que incluso aquellos con acceso a servicios psicológicos no los utilicen, prolongando situaciones de malestar emocional.
El camino hacia una sociedad más saludable requiere cambios culturales, educativos y estructurales. Es necesario promover la comprensión de que pedir ayuda es un acto de valentía, no de debilidad, y que la contención emocional es un derecho de todos. Solo así se puede garantizar que las personas tengan la oportunidad de enfrentar sus dificultades sin cargar con un peso invisible que limita su bienestar y calidad de vida.