La economía creativa en Bolivia: un motor que crece entre desafíos
Por Leny Chuquimia

De ser vista como una curiosidad cultural, la economía creativa ha pasado a ocupar un lugar destacado en la agenda boliviana. Hoy, entre el 17% y el 21% de la actividad económica y del empleo está vinculado a la llamada industria naranja, un sector que combina cultura, innovación y emprendimiento.
“Según la Unesco, la economía creativa genera el 3% del PIB mundial, lo que equivale a unos 30 millones de empleos. El BID, por su parte, estima que el sector mueve 124 mil millones de dólares y ocupa a 1,9 millones de personas”, explica Eve Gomez, vicerrectora de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Las cifras hablan por sí solas: este sector está en el centro de los debates sobre empleo juvenil, inclusión productiva y políticas públicas. Y justamente para ampliar la discusión, El Alto será sede, este 11 y 12 de septiembre, del III Foro Internacional de Economía Creativa, organizado por Unifranz.
El encuentro reunirá a emprendedores, artistas, gestores culturales, académicos, representantes del sector privado y organismos internacionales, con un objetivo común: impulsar la creatividad como motor de desarrollo económico y social.
“Reconocemos esta dimensión cultural, social e identitaria. Nos enorgullece promover un espacio con vocación académica y cultural que consolide a El Alto como epicentro regional de innovación y creatividad, conectando actores con impacto real”, añade Gómez.
¿Qué tamaño tiene y cómo se mide?
No existe una única cifra oficial aceptada para todo el sector. Y es que la economía creativa es difícil de medir porque mezcla actividades formales e informales. Cada estudio usa una clasificación distinta, pero hay algunas referencias útiles para entender su impacto.
“La economía creativa involucra actividades como el arte, la cultura, el desarrollo de software, la artesanía y la gastronomía, entre otros. A nivel mundial genera 25,9 millones de empleos y representa el 3 % del PIB. A nivel Latinoamérica genera cerca de 2 millones de empleos y representa el 2,2 % del PIB de la región”, detalla Alberto Arze Barrenechea, director ejecutivo de la la Cámara de Industria, Comercio y Servicios de Cochabamba – ICAM.
A nivel nacional, en Bolivia, la economía naranja representa alrededor del 2 % del PIB. Emplea cerca del 21 % de la población económicamente activa. Es decir, alrededor de 1.428.000 personas están involucradas en actividades relacionadas con la economía creativa.
Un estudio y compilación académica de Santiago Laserna estima que los ingresos generados por la economía creativa superarían los 702 millones de dólares mensuales, lo que equivaldría a alrededor del 21 % de los ingresos totales de la población económicamente activa. Esa cifra, si se extrapola, implica cientos de millones de dólares anuales y evidencia una dimensión económica relevante del sector.
Los trabajos sobre la materia coinciden en que la economía creativa concentra una parte importante de su empleo en áreas urbanas y tiene mayor presencia en La Paz, Santa Cruz, Cochabamba y Chuquisaca. El sector incorpora desde trabajadores altamente digitalizados (diseño, software cultural, producción audiovisual) hasta millones de personas vinculadas a oficios tradicionales (artesanía, música, fiestas populares) que mezclan economía formal e informal.
Política pública y la respuesta estatal
El desarrollo de la industria naranja no puede negarse. Desde el Estado se ha puesto el tema en agenda y hace algunas gestiones, dentro del Ministerio de Culturas, Descolonización y Despatriarcalización, se creó el Viceministerio de Patrimonio e Industrias Culturale, la Dirección de Industrias Culturales y Creativas, y la Unidad de Industrias Culturales y Economías Creativas.
Esto refleja un reconocimiento burocrático y la intención de articular políticas públicas en torno al sector. Entre los avances se detalla el registro de artistas, la liberación de impuestos a los artistas nacionales, capacitaciones, festivales y apoyo a emprendimientos culturales.
Asimismo, la UNESCO y proyectos locales han impulsado iniciativas para fortalecer capacidades municipales y cadenas productivas culturales. No obstante, la aplicación práctica enfrenta cuellos de botella presupuestarios, burocracia y falta de instrumentos financieros adaptados al sector.