El sedentarismo y la alimentación poco saludable se han convertido en una preocupación creciente en la sociedad moderna, contribuyendo al desarrollo de la obesidad y una serie de enfermedades crónicas que afectan negativamente la salud de la población.
Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) dan cuenta que uno de cada cuatro adultos, es decir 1.400 millones de personas en el mundo, no realizan los 150 minutos de actividad física, de moderada intensidad recomendados, que las mujeres son menos activas en relación con los hombres y que la actividad se reduce a mayores edades en casi todos los países.
Respecto a la alimentación, el mismo organismo internacional asegura que, por ejemplo, en 2022, 2500 millones de adultos tenían sobrepeso, mientras que 390 millones tenían un peso insuficiente.
Soledad Churqui Alconz, médico y docente de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, señala que el consumo excesivo de alimentos ricos en grasas, azúcares y calorías vacías, combinado con la falta de actividad física, aumenta significativamente el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión, enfermedades cardiovasculares, colesterol alto y ciertos tipos de cáncer, así como trastornos mentales como la depresión y el estrés.
“La alimentación poco saludable, con el consumo excesivo de alimentos ricos en grasa, azúcares y calorías vacías, sumado al sedentarismo o actividad física limitada contribuyen al desarrollo de la obesidad y el sobrepeso, condiciones que generan un impacto negativo en la salud de la población”, indica.
Es el caso de Sandra que, a sus 45 años, fue diagnosticada con hígado graso, diabetes, hipertensión arterial, sobrepeso y depresión crónica.
“Los problemas de salud que tengo, lamentablemente, no los desarrollé de un día para el otro. Fue poco a poco. Luego de tener mi segundo hijo me descuidé, empecé a comer en exceso, dejé de hacer ejercicios porque ya no me daba tiempo y la tristeza de haber perdido a un ser querido también me consumió”, dice la mujer, profesional del sector público, esposa y madre.
Sandra agrega que, en un lapso de dos años, todo se sumó y su cuerpo colapsó. “Tuve que tocar fondo para que me diera cuenta que mis hábitos no eran buenos. Hoy, gracias al apoyo de una nutricionista, un psicólogo y un entrenador personal he hecho de la alimentación saludable y la ‘zumba’ parte de mi vida, aunque sé que, por ejemplo, la diabetes y la hipertensión arterial son sin retorno”.
Los alimentos procesados y aquellos con alto contenido de grasas saturadas, azúcares y sodio, pero bajos en fibra, vitaminas y minerales, como las conocidas «comidas rápidas», representan una parte importante de este problema. Hamburguesas, pizza, papas fritas, pollo frito y bebidas azucaradas son solo algunos ejemplos de estos alimentos que contribuyen a una mala alimentación.
Revertir los efectos negativos del sedentarismo y la mala alimentación requiere un cambio en el estilo de vida.
“Es decir, para mantener una buena salud, es fundamental adoptar una alimentación saludable y equilibrada, con el consumo de frutas verduras, grasas saludables, proteína magra y consumo de agua; y realizar actividad física regular al menos 30 minutos al día, tres días a la semana con caminatas, trotes, según capacidades y necesidades individuales”, agrega la académica.
Actividad física
La OMS define la actividad física como cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos, con el consiguiente consumo de energía y mejora de la salud.
Entre las actividades físicas más comunes están caminar, montar en bicicleta, pedalear, practicar deportes, participar en actividades recreativas y juegos, hacer zumba o aparatos en un gimnasio.
“Se ha demostrado que la actividad física regular ayuda a prevenir y controlar las enfermedades no transmisibles, como las enfermedades cardíacas, los accidentes cerebrovasculares, la diabetes y varios tipos de cáncer. También ayuda a prevenir la hipertensión, a mantener un peso corporal saludable y puede mejorar la salud mental, la calidad de vida y el bienestar”, según el organismo internacional de la salud.
“Es importante tomar conciencia de las consecuencias y repercusiones que conlleva una mala alimentación y un estilo de vida sedentario”, dice Churqui.
«Somos lo que comemos», dijo hace casi dos siglos, el filósofo, antropólogo y biólogo alemán, Ludwig Feurbach. Adoptar hábitos saludables no solo mejora nuestra salud y calidad de vida, sino que también nos permite disfrutar de una vida más plena y activa.
“Es hora de priorizar nuestra salud y bienestar, tomando medidas para combatir el sedentarismo y optando por una alimentación más saludable y equilibrada”, reflexiona Soledad Churqui Alconz.