Orquídeas, aves y mariposas: el potencial oculto del turismo de observación en Bolivia

Imagen Unifranz

En un contexto económico donde la escasez de dólares se ha convertido en un desafío nacional, el turismo surge como una actividad estratégica capaz de atraer divisas frescas al país. Lejos de ser solo una industria de servicios, se trata de una verdadera actividad de exportación: turistas internacionales consumen productos locales y, con ello, inyectan monedas fuertes —como dólares y euros— a la economía boliviana. En este escenario, el turismo de observación de biodiversidad se presenta como una alternativa poderosa, aún poco explorada, pero con un enorme potencial económico y ambiental.

“El turismo es una actividad de exportación. A través del marketing internacional y la oferta de productos turísticos tradicionales y no tradicionales, podemos alcanzar un segmento de mercado muy especializado”, afirma Juan Carlos Núñez, guía turístico de renombre y docente de la carrera de Administración de Hotelería y Turismo de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

El turismo de observación es una de las formas más especializadas y sostenibles de hacer turismo. Incluye modalidades como el avistamiento de aves, mariposas y orquídeas, todas presentes en abundancia en Bolivia. El país alberga más de 1.500 especies de aves —muchas de ellas endémicas—, convirtiéndolo en un paraíso para los «pajareros», quienes viajan desde todo el mundo con el fin de observar, registrar y fotografiar especies únicas. 

“Los libros especializados sobre aves de Bolivia se han convertido en una referencia esencial para estos entusiastas”, comenta Núñez, destacando el efecto multiplicador que este turismo genera no solo para operadores, sino también para biólogos, escritores y comunidades locales.

Otra modalidad con un alto valor agregado es el turismo de observación de orquídeas, considerado uno de los más costosos a nivel internacional. 

Bolivia cuenta con aproximadamente 1.500 especies de orquídeas, de las cuales más de 300 son endémicas. Su observación requiere de conocimiento científico, logística especializada y tecnología de punta, como cámaras macro de alta resolución. 

“Hay orquídeas que solo florecen por una hora; se necesita preparación, respeto y planificación. Es un turismo exclusivo, dirigido a un público exigente”, explica Núñez. 

En cuanto a las mariposas, especies como la azulina, endémica de los Yungas, y otras nocturnas de gran belleza visual, también representan un atractivo de nicho que podría ser potenciado.

Mientras Bolivia aún da sus primeros pasos en esta área, otros países de la región ya capitalizan exitosamente su biodiversidad. Colombia, por ejemplo, recibe más de 15.000 observadores de aves al año, generando alrededor de 9 millones de dólares en ingresos directos. Ecuador y Perú también se han posicionado como referentes en turismo de naturaleza, gracias a la promoción de destinos como Manu o Tambopata, y eventos como ferias de orquídeas o visitas a mariposarios.

En contraste, Bolivia apenas registra entre 2.000 y 5.000 turistas especializados al año, principalmente en regiones como los Yungas y el Parque Nacional Madidi. 

Barreras y oportunidades

Las barreras son múltiples: infraestructura limitada, difícil acceso a zonas biodiversas, estacionalidad climática, falta de guías capacitados y escasa promoción internacional. Sin embargo, estas limitaciones pueden convertirse en oportunidades, si se apuesta por una estrategia articulada que combine inversión, conservación y desarrollo comunitario.

“La clave está en desarrollar un turismo responsable y sostenible. Este tipo de turismo involucra desde cocineros y artesanos hasta científicos y guías expertos. Se inserta dentro de la economía naranja y puede generar un efecto multiplicador mucho mayor que otros sectores”, señala Núñez. El impacto económico de este turismo especializado puede ser de uno a diez, es decir, por cada dólar invertido se pueden generar diez de beneficio para las comunidades.

En esta línea de impulso, Unifranz ha asumido un rol proactivo a través de sus proyectos integradores, una herramienta educativa que promueve el desarrollo de iniciativas reales con impacto local. Desde la carrera de Administración de Hotelería y Turismo, los estudiantes exploran las posibilidades de implementación de proyectos turísticos en diferentes municipios del país, identificando atractivos poco conocidos, diseñando rutas sostenibles y promoviendo alianzas con actores locales.

Estas propuestas académicas no solo contribuyen a la formación de profesionales comprometidos con el desarrollo sostenible, sino que también abren una ventana de oportunidad para comunidades que buscan diversificar sus economías sin destruir su entorno natural. 

“Nuestros estudiantes han identificado el enorme potencial turístico de áreas como el Bosque Seco Chiquitano, los valles cruceños o las zonas amazónicas, promoviendo el aprovechamiento responsable de sus riquezas naturales”, afirma Núñez.

Con una biodiversidad tan vasta y aún subvalorada, Bolivia tiene la oportunidad de posicionarse como un destino privilegiado en el turismo de observación. Para lograrlo, se necesita voluntad, inversión estratégica y una visión sostenible que integre a las comunidades, la academia y el sector privado. El país no solo puede atraer divisas con esta actividad, sino también fortalecer su identidad natural y cultural, promoviendo un desarrollo verdaderamente inclusivo.

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Manuel Joao Filomeno Nuñez

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