Los pulmones olvidados de la ciudad: ¿por qué los árboles son cuestión de salud pública?

Por Leny Chuquimia

«Los árboles son como los pulmones de una ciudad. Absorben el dióxido de carbono, filtran las partículas contaminantes y producen el oxígeno del aire», afirma con contundencia el patólogo Gabriel Mendoza Castillo. Su aseveración es clara: sin áreas verdes, las urbes enferman. Y sus habitantes también.

En el eje troncal de Bolivia -La Paz, Cochabamba y Santa Cruz-, esa carencia no es solo una teoría. Es una realidad palpable. En estas grandes ciudades, donde la selva es de cemento, los árboles cumplen funciones vitales que suelen pasar desapercibidas.

“Absorben agua de lluvia por sus raíces y previenen inundaciones como deslizamientos de tierra; dan sombra regulando la temperatura del ambiente; y un detalle que muchos olvidan: parques y jardines no son solo paisajes, son ecosistemas que albergan aves e insectos, además de ser puntos de recreación”, recuerda Mendoza, también docente en la carrera de Medicina en Unifranz.

Un déficit verde

Estándares internacionales señalan que, en las ciudades,  debe haber entre nueve y 12 metros cuadrados de área verde por habitante. Este es el mínimo necesario para mantener una calidad de vida urbana aceptable. En el eje troncal de Bolivia, esa meta está lejos de cumplirse.

En La Paz,  datos del Gobierno Municipal, indican que la superficie total de áreas verdes del municipio -plazas, parques y jardines públicos- alcanza para tres metros cuadrados por habitante. Sin embargo, un informe del Instituto de Ecología de la UMSA señala que la estimación más optimista de vegetación por ciudadano es de 2,42 metros cuadrados.

En Cochabamba, la situación tampoco es alentadora. La ciudad cuenta con alrededor de 140 hectáreas de áreas verdes, lo que da una relación aproximada de un metro cuadrado de área verde por habitante. 

Estas cifras indican que, pese a los discursos y algunos esfuerzos locales, las ciudades del eje troncal están en déficit grave de áreas verdes. Tienen entre una tercera y una décima parte del mínimo recomendado.

El impacto en la salud cuando faltan

Mendoza advierte que “este déficit tiene impactos negativos en la salud física y mental, como el estrés y la ansiedad por el ruido de la ciudad”.

En La Paz, la contaminación no solo es perceptible, sino documentada. La pérdida de árboles en veredas, plazas y avenidas incrementa la exposición a polvo, smog y ruido. En distritos con cero sombra natural, caminar al sol se vuelve una carga.

“La calidad del aire es menor, empeorando enfermedades como el asma, bronquitis e inclusive elevan el riesgo de infarto de corazón y derrames cerebrales”, añade.

Señala que con un área verde tan mínima, la gente recurre con menos frecuencia a parques, caminatas, actividades al aire libre. Así, crecen los índices de sedentarismo, sobrepeso y obesidad. Además, las enfermedades respiratorias y cardiovasculares encuentran terreno fértil cuando el aire no encuentra filtros naturales.

Y no solo eso. La falta de árboles y espacios verdes contribuye a que estas ciudades sufran más con las olas de calor urbano (islas de calor), las inundaciones repentinas cuando llueve y la degradación visual y emocional del entorno cotidiano.

Los beneficios de los parques son múltiples y están respaldados por la ciencia. Para la mente, son una válvula de escape. “Disminuye el estrés y la ansiedad al tener más contacto con la naturaleza, ayuda al descanso mental especialmente los fines de semana”, asegura Mendoza.

Para el cuerpo, son gimnasios naturales y gratuitos. Correr, pasear en bicicleta, jugar o simplemente respirar aire fresco son rutinas que fortalecen el sistema cardiovascular, mejoran la salud respiratoria y refuerzan las defensas. Incluso, destaca el doctor, “favorecen la recuperación más rápida de los pacientes”.

¿Por qué seguimos tan lejos del estándar?

Varias razones se entrelazan. Una de ellas es el crecimiento desordenado de las ciudades, que tiene que ver con la expansión de mancha urbana, asentamientos ilegales, loteamientos, construcciones que ocupan espacios originalmente verdes. En La Paz, por ejemplo, el Bosquecillo de Pura Pura perdió cerca del 7% de su superficie entre 2013 y 2018 por invasiones ilegales, según datos municipales. 

Otro de los factores es la distribución desigual. Algunos distritos tienen buenas proporciones de verde (Bosquecillo de Pura Pura o distritos periféricos con bosques naturales), otros casi nada, como los distritos centrales que son densos, con pocas plazas y veredas amplias. Esto, fruto del desarrollo desorganizado.

También es causante el débil mantenimiento y poca forestación estratégica. Los árboles que se plantan no siempre sobreviven; las especies no siempre son nativas o adecuadas al clima; los parques envejecen, necesitan renovación, cuidado.

Espacios verdes: un asunto de política pública

No se trata, entonces, de simples plazas adornadas con césped, sino de infraestructura esencial para la vida urbana. “Por eso los espacios verdes urbanos son lugares de salud pública esenciales”, sentencia Mendoza.

La reflexión final es inevitable: proteger y multiplicar las áreas verdes en las ciudades no es un capricho ambientalista, sino una necesidad urgente de salud pública. Porque cada árbol que se tala, cada parque que se reduce, es también un respiro menos para la ciudad y para quienes la habitan.

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