Las empresas priorizan la inteligencia emocional sobre habilidades técnicas

Por Aldo Juan Peralta Lemus

Los jóvenes que desarrollan su inteligencia emocional no solo mejoran su desempeño individual, sino que también contribuyen al bienestar del equipo.

Cada vez, los reclutadores y líderes de equipo coinciden en que una de las competencias más determinantes para el éxito profesional es la inteligencia emocional (IE). Esta habilidad, que combina autoconocimiento, autocontrol, empatía, motivación y habilidades sociales, se ha convertido en un diferenciador clave para los jóvenes que aspiran a destacar en entornos laborales competitivos y colaborativos.

En la IV Feria de Empleabilidad de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz) Diego Andrade, gerente de la empresa Jaka, sostiene que la inteligencia emocional puede transformar los ambientes laborales, reducir conflictos y fortalecer la confianza dentro de los equipos.

“Te ayuda a ser más asertivo, más paciente, a identificar en el otro qué es lo que realmente te quiere decir. Esa comprensión genera cercanía, empatía y confianza”, destaca Andrade, de la misma manera afirma que estos tres componentes son indispensables para lograr el bienestar organizacional.

En el entorno laboral de hoy, definido por la innovación, la tecnología y el ritmo vertiginoso de los cambios, las empresas ya no se enfocan solo en las habilidades técnicas o los diplomas al contratar a las nuevas generaciones.

La inteligencia emocional, un concepto popularizado por Daniel Goleman en la década de 1990, hace referencia a la capacidad de reconocer, comprender y gestionar las propias emociones, así como las de los demás. 

Un estudio realizado por TalentSmart en Estados Unidos, basado en una muestra de un millón de personas, sostiene que el 90 % de los profesionales con alto desempeño presentan niveles elevados de inteligencia emocional, mientras que solo el 20 % de profesionales de bajo desempeño la poseen. Además, se observó que cada punto adicional en inteligencia emocional se asocia con un incremento promedio en el salario anual, incluso al controlar el coeficiente intelectual y la experiencia laboral.

El valor de la IE en las empresas modernas

En la actualidad, las compañías enfrentan desafíos que van más allá de la productividad. La gestión de la diversidad, la integración intergeneracional, el trabajo híbrido y la necesidad de liderazgo empático son aspectos que exigen equipos emocionalmente inteligentes. Por ello, los departamentos de recursos humanos valoran especialmente a los jóvenes que demuestran habilidades como la resiliencia, la escucha activa y la empatía.

Según estudios recientes de LinkedIn y el World Economic Forum, más del 60 % de los empleadores considera la inteligencia emocional una competencia esencial para el desempeño laboral, incluso por encima de algunas habilidades técnicas. De hecho, en procesos de selección, las entrevistas por competencias suelen centrarse en identificar cómo los candidatos manejan el estrés, resuelven conflictos o se adaptan a entornos cambiantes, indicadores directos de su nivel de IE.

“La mayor cantidad de los conflictos que hay en una empresa tiene como raíz las fallas en la comunicación, que provienen de barreras emocionales; eso tiene que ver con la mala gestión que uno hace sobre sus emociones”, explica Andrade.

Una herramienta para el liderazgo y la colaboración

Los jóvenes que desarrollan su inteligencia emocional no solo mejoran su desempeño individual, sino que también contribuyen al bienestar del equipo. En ambientes laborales cada vez más colaborativos, saber comunicarse con asertividad, reconocer los logros ajenos y manejar las diferencias con madurez son cualidades que fortalecen la cohesión del grupo.

“Mientras más rápido y de manera asertiva reaccionamos ante una crisis, más valor aportamos al equipo. Esa capacidad de recuperación emocional es la que distingue a un profesional capaz de generar soluciones”, subraya Andrade.

Un líder emocionalmente inteligente puede motivar a su equipo en tiempos de incertidumbre, generar confianza y fomentar un clima organizacional positivo, factores que impactan directamente en la productividad y la retención de talento.

Desarrollar la inteligencia emocional: un compromiso personal

A diferencia de otras competencias, la IE no se enseña en una clase tradicional. Requiere un trabajo constante de autoconocimiento y reflexión. Existen, sin embargo, estrategias concretas para fortalecerla como practicar la auto observación, gestionar el estrés con técnicas de respiración o mindfulness, solicitar retroalimentación constructiva, y aprender a reconocer las emociones sin juzgarlas.

“La inteligencia emocional es el ingrediente clave para la confianza y la convivencia; sin ella, ninguna empresa puede sostener relaciones sanas ni resultados sostenibles”, sostiene Andrade.

Los jóvenes profesionales que la cultivan no solo logran adaptarse mejor a los retos del presente, sino que se posicionan como agentes de cambio capaces de construir relaciones laborales sólidas, liderar con empatía y generar entornos de trabajo más saludables y productivos.

Las empresas, por su parte, han comprendido que invertir en talento emocionalmente inteligente no es solo una estrategia de bienestar, sino una apuesta por la sostenibilidad y la innovación a largo plazo.

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