La motivación se traduce como esa fuerza interna que impulsa una acción. En el caso de la educación es el motor que alienta al aprendizaje. Los estudiantes abordan sentimientos y emociones, así como frustraciones académicas y necesidades humanas a lo largo de su formación educativa. En ese contexto, la motivación puede marcar la diferencia para aprobar o reprobar el curso, ser los mejores o quedarse en el camino.
“La motivación es un conjunto de valores, factores, ya sean propios de la persona, es decir internos, o externos, que pueden venir del ambiente, del contexto, las cuales conducen acciones, actitudes y conductas hacia alguna meta. La motivación en el estudiante es importante y también saber motivar como docente”, señala Tatiana Montoya, docente de la carrera de Psicología e integrante del área de Jefatura de Enseñanza Aprendizaje (JEA), en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
“Es la energía que nos conduce a lograr algo. Tiene que ver con una motivación intrínseca, que es como una energía, actitud, disposición hacia lograr una meta, a pesar de que existan obstáculos o dificultades”, detalla la especialista.
Es decir, que la motivación hace que una persona, en este caso un estudiante, tenga disposición y planifique acciones para lograr la meta que se ha propuesto.
¿Pero cómo lograr que un estudiante esté motivado? Para responder a esta pregunta, Montoya señala que hay que diferenciar entre dos tipos de motivación: intrínseca y extrínseca.
La primera tiene que ver con las decisiones propias del estudiante que ha decidido por su cuenta estudiar una carrera, ser el mejor y no aplazarse en ninguna materia.
“Este impulso interno le lleva a dicha meta, siempre y cuando tenga las herramientas para lograrlo. Eso significa que tiene un plan de acción. Si bien la motivación interna te puede ayudar, tienes que combinarlo con un plan de acción. Ser autosuficiente se relaciona con planificar: saber qué hacer para lograr la meta”.
La extrínseca está relacionada con los estímulos externos. “Tiene que ver más con una recompensa o evitar un castigo”, explica Montoya.
“Esta motivación es contextual, del ambiente, fuera del estudiante. Entonces, podría ver con el docente, la materia, la dinámica de la materia, la metodología del aprendizaje, la manera de evaluar, hasta con el ambiente, los compañeros y el trabajo en equipo”, detalla la psicóloga.
En el caso de la extrínseca, el docente juega un rol muy importante. “Lo que podrían hacer es mantener un rol activo centrado en el estudiante, para que sea proactivo, que no sólo cumpla por cumplir, que brinde ideas, que tenga pensamiento propio. Es importante que el docente incentive a participar y refuerce a los estudiantes cuando lo hacen”, dice Montoya.
Cuando los estudiantes están haciendo un buen trabajo, el refuerzo del docente tiene que ser constante para que continúe en este rol activo. Plantear pequeños objetivos para llegar a la meta grande, reforzar y retroalimentarlos es esencial para lograr motivarlos.
El trabajo colaborativo en equipo es un método que motiva el aprendizaje basado en retos y casos en escenarios reales de trabajo.
La motivación intrínseca se ve afectada por la falta de habilidades necesarias, el miedo al fracaso, el cansancio, la falta de hábitos de estudio y de planificación de las actividades. La baja autoestima, la inseguridad, la poca confianza en sus capacidades y dificultades familiares.
Frente a esta situación, la especialista recomienda que el estudiante mejore su autoeficacia, y señala que en eso también colaboren los docentes, pues al hacerlo ellos asumirán automáticamente la autoestima y se volverán más seguros, crearán hábitos de estudio, y serán más tolerantes a la frustración.