La bioética: el espejo de nuestra sociedad

Por Leny Chuquimia

Por décadas, la ciencia avanzó con una velocidad asombrosa. Las innovaciones médicas, los descubrimientos genéticos y los procedimientos quirúrgicos que hace medio siglo parecían ciencia ficción, hoy son una realidad cotidiana. Pero junto con ese progreso vertiginoso, emergen preguntas profundas: ¿hasta dónde podemos llegar? ¿Qué deberíamos permitir? ¿Quién decide qué es correcto o ético?

De esas preguntas nació la bioética, una disciplina joven, pero esencial para el presente y el futuro de la humanidad. Así lo explica Eduardo Díaz Amado, director del Instituto de Bioética de la Pontificia Universidad Javeriana, al hacer referencia a los orígenes, alcances y desafíos de un campo que busca dar sentido ético a los avances del conocimiento.

“Somos una sociedad o unas sociedades que le han apostado mucho a la investigación y al conocimiento. En ese marco la bioética podría servir en dos sentidos: para la formación de estos profesionales en salud y para que los ciudadanos sepan que el conocimiento no es solo de los especialistas, sino un campo en el que todos participamos”, indicó Díaz 

El nacimiento de una conciencia

La bioética surgió entre las décadas de 1960 y 1970, en un contexto que Díaz describe como “una explosión de descubrimientos científicos y tecnológicos en medicina”. Fue una época en la que los hospitales empezaban a utilizar unidades de cuidado intensivo, se discutía el concepto de muerte encefálica, se desarrollaban los trasplantes de órganos y se experimentaba con embriones humanos. Cada avance, al mismo tiempo que fascinaba, abría un nuevo dilema.

“Eran técnicas fantásticas, pero también planteaban preguntas sobre cómo proceder, sobre qué es correcto hacer y qué no deberíamos permitir. En ese sentido, la bioética es un reflejo de nuestro mundo. Es un espejo de lo que somos como sociedad”, afirma Díaz Amado.

Esa reflexión sigue siendo actual. Vivimos en sociedades que han apostado por la investigación, por el desarrollo tecnológico, por el conocimiento sin fronteras. Sin embargo, el entusiasmo por el progreso no puede desligarse de una reflexión ética que oriente su rumbo. La bioética, en ese sentido, no busca frenar la ciencia, sino acompañarla, dotarla de sentido humano y responsabilidad social.

Formar profesionales conscientes

Uno de los ejes que Díaz Amado considera fundamentales es la formación ética de los profesionales de la salud y de las ciencias biológicas. Médicos, enfermeras, odontólogos, microbiólogos, genetistas y científicos en general necesitan espacios para detenerse y pensar en las implicaciones de su trabajo.

“Si entendemos que un embrión humano no es cualquier cosa, sino una vida en potencia, la bioética ayuda a pensar cómo deberíamos tratarlo. Por ejemplo, protegiéndolo, evitando su uso indiscriminado o su comercialización. Nos da luces sobre cómo actuar con respeto frente a lo que investigamos”, explica.

Pero el director del Instituto subraya que la bioética no pertenece solo a los expertos. Las decisiones sobre salud, investigación y tecnologías médicas competen a toda la sociedad. 

“No son propiedad de los científicos. Todos los ciudadanos debemos participar en el debate sobre qué es bueno o malo, correcto o incorrecto. La bioética invita a comprender las consecuencias de nuestras decisiones colectivas”, sostiene.

La ética y la Investigación

Diaz Amado estuvo en Bolivia en el marco de la presentación oficial del Comité de Ética de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz) para la investigación. Una apuesta para la evaluación y seguimiento  de los trabajos científicos que se realizan dentro de la institución.

Este importante avance es fruto de un programa financiado por el Instituto Nacional para la Investigación y Atención en Salud (NIHR), liderado por la Queen Mary University de Londres, en alianza con Unifranz (Bolivia), la Pontificia Universidad Javeriana (Colombia) y la Universidad Rafael Landívar (Guatemala). El proyecto NIHR LATAM busca promover una investigación ética, rigurosa y de vanguardia para la región.

“Esta es una apuesta muy importante de Unifranz. Que una universidad tenga un comité de ética de investigación es muestra de que está comprometida con una investigación de calidad técnica científica, pero también éticamente legítima y aceptable”, sostiene.

Los jóvenes y la ética del futuro

En su visión, uno de los grandes retos de la bioética es acercarse a las nuevas generaciones. Díaz lamenta que muchos jóvenes todavía la perciban como un campo rígido o distante, “de personas mayores que hablan de moral desde un púlpito”.

Nada más lejos de la realidad. “La bioética es un área plural e incluyente”, afirma. “En ella se discuten los temas más actuales: inteligencia artificial, biotecnología, edición genética, neurociencias. Los jóvenes no solo pueden participar, deben hacerlo. Ellos son quienes están creando los nuevos dispositivos, las nuevas soluciones, y también deben pensar cómo hacerlo de forma ética”.

La reflexión bioética no se opone a la innovación, sino que la complementa con una mirada crítica y humana. Para el especialista, los laboratorios, los talleres de creación o los espacios de desarrollo tecnológico son lugares donde los jóvenes pueden unir creatividad, ciencia y responsabilidad social.

La bioética como proyecto de humanidad

El pensamiento de Eduardo Díaz Amado deja una conclusión clara: la bioética no es un lujo académico ni un discurso moralista. Es una necesidad urgente para orientar los caminos de la ciencia, de la educación y de la sociedad.

“Al final, la bioética nos recuerda que el conocimiento tiene sentido sólo cuando está al servicio de la vida. Nos enseña a no olvidar que detrás de cada avance científico hay personas, historias, decisiones que afectan a otros”, reflexiona.

En esa mirada integradora, la bioética se convierte en una pedagogía del cuidado, una invitación a pensar con profundidad y actuar con responsabilidad. Más que un campo especializado, es una forma de entender el mundo, un espejo en el que la humanidad se mira para decidir quién quiere ser frente al conocimiento.

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