Estrategias terapéuticas para mejorar la relación entre padres e hijos adolescentes

Por Aldo Juan Peralta Lemus

El objetivo central de la terapia es reconstruir la confianza, restablecer la comunicación y crear un clima emocional más seguro.

Los conflictos familiares entre padres e hijos adolescentes son parte del proceso de individuación y búsqueda de autonomía en la etapa de la adolescencia, y mucho más cuando los padres están separados. Sin embargo, cuando la comunicación se vuelve hostil, las discusiones son constantes o el vínculo afectivo se deteriora, la terapia familiar o individual puede convertirse en una herramienta fundamental para restablecer la armonía y fortalecer la relación entre padres e hijos.

Tatiana Montoya, docente de la carrera de Psicología y miembro de Jefatura de Enseñanza y Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, sostiene que existen diferentes terapias para abordar los conflictos familiares y que cada intervención debe adaptarse a las características y necesidades de cada familia, considerando factores como la comunicación, los roles dentro del hogar y las experiencias emocionales de sus integrantes. 

“La terapia familiar con enfoque sistémico, ayuda específicamente en ver, en principio, cómo está la comunicación, con un diagnóstico de la interacción entre padres e hijos, y lo que se hace es mirar si hay una aceptación a la comunicación. Es decir, si los padres y los hijos (los sistemas) pueden comunicarse si existe la posibilidad, después si es que hay un rechazo y si la comunicación es patológica o es funcional”, explica la académica.

Además, Montoya enfatiza la importancia de la orientación profesional para promover el diálogo, la empatía y la resolución constructiva de los problemas, con el objetivo de fortalecer los lazos familiares y el bienestar emocional colectivo.

La adolescencia es una de las etapas más complejas del desarrollo humano. Durante este periodo, los jóvenes atraviesan una intensa transformación física, emocional y social que muchas veces genera tensiones con sus padres.

En muchos hogares, los conflictos surgen por diferencias en los valores, las normas, los estilos de crianza o el uso de la tecnología. Los adolescentes suelen buscar mayor libertad y privacidad, mientras que los padres intentan mantener límites y protección. Esta tensión entre independencia y control puede derivar en malentendidos, reproches o distanciamiento emocional. La intervención terapéutica ayuda a que ambas partes comprendan las necesidades del otro, expresen sus emociones de manera saludable y aprendan nuevas estrategias de comunicación.

Un estudio realizado por Gingerich y Peterson en Research on Social Work Practice mostró que la terapia mejora la comunicación familiar en un 60% de los casos. Esto se debe a que promueve la colaboración entre los miembros de la familia para establecer objetivos comunes, como aumentar el respeto mutuo. 

Abordar estos conflictos a través de la terapia no solo previene la ruptura del vínculo familiar, sino que también promueve el bienestar emocional y el desarrollo psicológico de los jóvenes. Un adolescente que se siente escuchado y comprendido en su hogar tiene menos probabilidades de presentar conductas de riesgo, depresión o ansiedad. A su vez, los padres que logran entender los cambios propios de esta etapa desarrollan mayor empatía y confianza en su rol.

“La terapia familiar ayuda a ser una develación del juego, de qué es lo que está pasando con la comunicación, y les ayuda a mejorar la comunicación y se le llama: meta comunicación, que es: comunicar sobre lo comunicado, comunicar sobre el comportamiento, sobre las ofensas. Entonces, la terapia familiar ayuda a la comunicación entre padres e hijos y vicesversa”, destaca Montoya.

Enfoques terapéuticos

Existen distintos enfoques terapéuticos que pueden aplicarse según la naturaleza del conflicto y las características de la familia. Entre los más utilizados se encuentran:

  • – Terapia familiar sistémica: se centra en la familia como un sistema donde cada miembro influye en los demás. El terapeuta ayuda a identificar patrones de comunicación disfuncionales y fomenta nuevas formas de interacción más saludables. Es especialmente útil cuando hay discusiones frecuentes, alianzas entre miembros o problemas de límites.
  • – Terapia cognitivo-conductual (TCC): se enfoca en modificar pensamientos y conductas que alimentan los conflictos. Tanto padres como hijos aprenden a reconocer creencias negativas, controlar impulsos y mejorar la gestión emocional. Es efectiva cuando existen comportamientos desafiantes, baja tolerancia a la frustración o dificultades para negociar normas.
  • – Terapia humanista o centrada en la persona: promueve la empatía, la aceptación y la autenticidad. Ayuda a fortalecer la autoestima del adolescente y a crear un ambiente de respeto y comprensión mutua dentro de la familia.
  • – Terapia psicoeducativa: combina orientación psicológica y educación emocional. Proporciona a los padres herramientas prácticas para manejar los cambios del desarrollo adolescente, fomentar la comunicación asertiva y establecer límites sin autoritarismo.
  • – Terapia de mediación familiar: es útil cuando los conflictos se han intensificado al punto de generar rupturas o alejamiento. El terapeuta actúa como mediador neutral, facilitando acuerdos y promoviendo el diálogo respetuoso.

En todos los casos, el objetivo central de la terapia es reconstruir la confianza, restablecer la comunicación y crear un clima emocional más seguro. No se trata de señalar culpables, sino de comprender los roles y expectativas de cada integrante de la familia para que puedan convivir de manera más equilibrada.

La terapia no solo ofrece herramientas para resolver conflictos presentes, sino que fortalece los lazos afectivos y prepara a la familia para enfrentar futuras etapas con mayor madurez y comprensión.

Por esos motivos, invertir en la salud emocional familiar es apostar por un entorno donde los adolescentes puedan crecer acompañados, escuchados y respetados, y donde los padres puedan ejercer su guía desde la empatía y el afecto, no desde el miedo o la imposición.

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