Entrenar el pensamiento crítico para mejorar el rendimiento académico

Por Aldo Juan Peralta Lemus

Los estudiantes que reciben formación en pensamiento crítico tienden a obtener mejores resultados académicos sobre aquellos que no la reciben.

El pensamiento crítico es una de las habilidades más necesarias para los jóvenes. Aprender a analizar, cuestionar y discernir la veracidad de lo que se lee o escucha no solo fortalece la mente, sino que también contribuye a formar ciudadanos más conscientes, responsables y participativos.

Carmen Aguilera, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), sostiene que: el proceso de pensar es inherente a la naturaleza humana y debemos redireccionar la calidad de nuestros pensamientos para alcanzar estándares intelectuales que nos ayuden a pensar de forma eficaz y objetiva.

“El pensamiento crítico es parte fundamental del rendimiento académico y profesional, es la capacidad de tener una forma de pensamiento hacia objetivos planteados y analizados, dominando la divagación de manera que el razonamiento es ‘enseñar a pensar’ y evaluar la información de forma sistémica y objetiva», sostiene Aguilera.

Un estudio de Huber y Kuncel, publicado en la revista Psychological Bulletin, analizó diversos trabajos sobre el desarrollo del pensamiento crítico y su relación con el rendimiento académico. Los resultados mostraron que enseñar y practicar habilidades de pensamiento crítico tiene un efecto positivo moderado en el desempeño de los estudiantes, equivalente a una mejora de entre 0.3 y 0.5 desviaciones estándar. 

En términos sencillos, esto significa que los estudiantes que reciben formación en pensamiento crítico tienden a obtener mejores resultados académicos sobre aquellos que no la reciben, lo que confirma la importancia de fomentar este tipo de habilidades en los procesos educativos.

Sin embargo, esto no es innato, sino una capacidad que se cultiva a través del aprendizaje, la curiosidad y la reflexión. Consiste en evaluar la información de manera lógica y objetiva, contrastar fuentes, detectar sesgos y tomar decisiones basadas en evidencias, no en emociones o presiones sociales. En un mundo hiperconectado, donde los contenidos se viralizan en segundos, esta habilidad se ha vuelto esencial para navegar con criterio y autonomía.

Por qué es esencial desarrollar el pensamiento crítico

Los jóvenes de hoy crecen en un entorno digital en el que la información es inmediata, pero no siempre confiable. Según estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la mayoría de los adolescentes tiene dificultades para diferenciar una fuente confiable de una que no lo es. Esto los hace vulnerables a la desinformación, los discursos de odio o la manipulación ideológica.

En ese sentido el pensamiento crítico no solo protege contra la desinformación, sino que también fomenta la creatividad, la empatía y la resolución de problemas. Un joven que piensa críticamente aprende a cuestionar las normas injustas, a proponer soluciones innovadoras y a participar activamente en su comunidad. En el ámbito académico, esta habilidad mejora la comprensión lectora, la argumentación y la capacidad de debate. En el ámbito laboral, promueve la toma de decisiones informadas y el trabajo colaborativo.

“Formar el pensamiento crítico en los estudiantes tiene muchas ventajas, porque elimina las conductas impulsivas e inmediatistas, evalúa la validez de la información y estimula un seguimiento estratégico en función a un objetivo, dejando de lado el seguimiento ciego de tendencias”, explica Aguilera.

Cómo entrenar el pensamiento crítico en los jóvenes

Formar pensadores críticos requiere una educación que promueva la curiosidad, la duda constructiva y la reflexión con algunos métodos clave para estimular esta capacidad:

  1. Fomentar la pregunta constante. Los docentes y padres deben alentar a los jóvenes a cuestionar lo que leen, escuchan o ven eso ayuda a desarrollar una actitud analítica.
  2. Analizar información desde múltiples perspectivas. Invitar a comparar diferentes puntos de vista sobre un mismo tema fortalece la capacidad de empatizar y de entender la complejidad de los problemas. El pensamiento crítico no busca imponer una verdad, sino comprender la diversidad de argumentos.
  3. Enseñar alfabetización mediática y digital. Enseñar a verificar fuentes, identificar titulares sensacionalistas y reconocer sesgos en los algoritmos es fundamental para formar usuarios informados y responsables.
  4. Fomentar el debate y el diálogo respetuoso. El intercambio de ideas en un ambiente de respeto enseña a argumentar con fundamentos y a escuchar opiniones diferentes sin caer en la intolerancia o la agresividad.
  5. Resolver problemas reales. Involucrar a los jóvenes en proyectos que aborden problemáticas sociales o ambientales desarrolla su capacidad de análisis y acción. El aprendizaje basado en problemas los motiva a investigar, contrastar datos y proponer soluciones concretas.
  6. Promover la lectura y el pensamiento reflexivo. Reflexionar sobre los mensajes y debatir su contenido fortalece la autonomía intelectual.
  7. Educar para pensar, no solo para repetir. Educar en pensamiento crítico implica transformar la enseñanza tradicional basada en la memorización por una que promueva la investigación y la participación activa. Los jóvenes necesitan herramientas para construir sus propias conclusiones, no solo para repetir las de otros.

El reto no es menor, porque se trata de formar generaciones capaces de cuestionar, de argumentar con evidencia y de actuar con ética. Más que una habilidad académica, el pensamiento crítico es una actitud ante la vida. Enseñar a pensar es enseñar a ser libres.

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