En un mundo en constante incertidumbre, la educación se convierte en la mejor inversión

Imagen Unifranz

En tiempos marcados por la volatilidad económica, conflictos armados, pandemias persistentes y una creciente brecha tecnológica, la sociedad global se enfrenta a desafíos sin precedentes. La automatización avanza a pasos agigantados, los modelos laborales tradicionales se transforman y las habilidades requeridas para la empleabilidad evolucionan constantemente. En medio de este escenario incierto, una certeza se consolida con fuerza: la educación es la inversión más segura, resiliente y estratégica para construir un futuro sostenible tanto a nivel individual como colectivo.

“Hoy, más que nunca, necesitamos formar profesionales flexibles, con pensamiento crítico y capacidad de reinventarse ante los cambios. La educación permite que las personas enfrenten la incertidumbre con mayores herramientas y alternativas de acción”, afirma Carlos Molina, director de la carrera de Ingeniería Comercial de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Reinaldo Cifuentes, coordinador general de la Red de Administradores Universitarios (RAUI América), señala, por su parte, que la educación superior en América Latina es una inversión clave para mejorar la empleabilidad y la estabilidad laboral, especialmente en sociedades con alta informalidad. 

“Aunque el acceso a la universidad no siempre es gratuito y los costos pueden ser elevados, las familias siguen apostando por la educación como una herramienta para garantizar un mejor futuro para sus hijos”, acota.

Cifuentes destaca que en regiones como Bolivia, ciudades con alta actividad económica informal como El Alto, registran una alta tasa de matrícula universitaria, lo que demuestra la importancia que se le otorga a la formación profesional. 

“A pesar de las crisis económicas recurrentes en la región, la educación sigue siendo un pilar fundamental que ofrece oportunidades de crecimiento y seguridad laboral en un entorno marcado por la incertidumbre económica”, apunta.

Las experiencias internacionales refuerzan esta visión. Japón, Corea del Sur e Irlanda son claros ejemplos de cómo la educación ha sido el eje central para superar profundas crisis económicas y transformarse en potencias del conocimiento y la innovación.

Tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial, Japón apostó por la reconstrucción a través de la educación técnica y científica. La promoción del desarrollo tecnológico impulsó a empresas como Toyota y Sony, que posicionaron al país como líder industrial y tecnológico global. La cultura laboral japonesa, centrada en la mejora continua, emergió como uno de los pilares de esta recuperación.

Corea del Sur vivió una transición similar en la segunda mitad del siglo XX. Con pocos recursos naturales y una economía agraria, el país implementó profundas reformas educativas que fomentaron la excelencia académica y la investigación tecnológica. Este enfoque transformó su panorama económico y consolidó a gigantes como Samsung y Hyundai. Hoy, Corea es una referencia en educación, innovación y tecnología, demostrando que invertir en el talento humano es la clave del desarrollo sostenible.

Irlanda, por su parte, enfrentó altos niveles de desempleo en los años 80 y 90, así como una marcada fuga de cerebros. La estrategia irlandesa combinó reformas fiscales con una fuerte apuesta por la educación y la atracción de empresas tecnológicas globales. La inversión en capital humano convirtió al país en un centro europeo de innovación y emprendimiento, alojando sedes de empresas como Google y Microsoft.

Andia destaca los beneficios de esta estrategia en el largo plazo. “Cada año adicional de estudio incrementa los ingresos potenciales y mejora las condiciones de vida. A nivel país, una población más educada impulsa el crecimiento económico y reduce las brechas de desigualdad”.

Molina añade que la educación no solo mejora las condiciones económicas, sino que también estimula el espíritu emprendedor, particularmente en contextos como el boliviano. 

“Un país que apuesta por formar a su gente es un país que genera soluciones, enfrenta las crisis con creatividad y construye un futuro más sólido para sus trabajadores”, asegura.

En Bolivia, el Instituto Nacional de Estadística (INE) reporta que el 54,1 % de la Población Económicamente Activa se identifica como emprendedora, un reflejo del ingenio nacional frente a las limitaciones del mercado formal. Esta realidad pone en evidencia la necesidad de fortalecer las capacidades de la población mediante una formación continua y orientada a los retos del siglo XXI.

“La mejor manera de fortalecer el trabajo es a través de una educación continua que permita a las personas crecer profesionalmente y adaptarse a los desafíos del entorno laboral”, concluye Molina.

En definitiva, la historia reciente y las proyecciones futuras coinciden en una lección fundamental: en un mundo en transformación constante, donde los cimientos económicos y sociales se ven sacudidos con frecuencia, invertir en educación no solo es necesario, sino urgente. No hay innovación sin conocimiento, ni desarrollo sin talento humano, quien apuesta por la educación, construye futuro.

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Manuel Joao Filomeno Nuñez

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