Educar para transformar: estudiantes y docentes se convierten en verdaderos líderes del cambio

Por Lily Zurita Zelada

Imagen de Unifranz.

En tiempos de incertidumbre constante y desafíos cada vez más complejos, la educación se constituye como un faro de esperanza y transformación. Pero no cualquier educación: hablamos de una educación viva, crítica, creativa y profundamente humana. Una educación capaz de formar no sólo profesionales competentes, sino también ciudadanos comprometidos con su entorno y protagonistas de un cambio necesario. En este escenario, estudiantes y docentes no solo ocupan un lugar, son el eje central de toda transformación posible.

“Docentes y estudiantes son los protagonistas. Estamos invirtiendo en el futuro. Nuestros alumnos son el futuro de nuestro país y los docentes son las personas que están moldeando a esas personas”, afirma Mikel Echaburu Osa, investigador y docente de la Facultad de Humanidades en Mondragon Unibertsitatea, del país vasco (España), una de las instituciones más innovadoras en el ámbito educativo en Europa.

Para Echaburu, la innovación educativa no es un lujo ni una tendencia pasajera, es una necesidad urgente. “La innovación en la educación es algo intrínseco. Es hacerse cargo de la vida. Es tan dialéctica, tan cambiante. Una universidad que no tenga intención de cambiar es un ámbito estancado que no va a prosperar”, sostiene con firmeza.

El docente e investigador español llegó al país Junto a su colega Arantza Ozaeta, en el marco de una alianza estratégica entre Mondragon Unibertsitatea y la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, a fin de brindar un taller de especialización en estrategias de facilitación para el cambio en instituciones educativas. El mismo estuvo dirigido a autoridades académicas, docentes y expertos de esta Casa de Estudios Superiores. 

Educación con propósito

El rol del docente ya no se limita a transmitir contenidos. Su misión es mucho más profunda pues acompaña, inspira, aprende junto a sus estudiantes y, sobre todo, los ayuda a descubrir su propósito. 

“Un docente que no esté dispuesto a aprender va a ser un mal docente. Enseñar también es estar preparado para desaprender. En esa dialéctica es donde nos movemos y es donde crecemos”, explica Echaburu.

Esta visión rompe con el esquema tradicional y coloca al aprendizaje como un proceso bidireccional, colaborativo y transformador. En este sentido, tanto docentes como estudiantes deben estar abiertos al cambio, ser flexibles, críticos y capaces de mirar el mundo con ojos nuevos.

“La educación busca transformar contextos sociales, personales, colectivos y privados. Por eso, uno de los elementos más importantes es la lectura del contexto y, dentro de esa lectura, intentar actuar para transformar”, afirma el experto vasco. Así, el conocimiento deja de ser un fin en sí mismo para convertirse en una herramienta de transformación social.

Estudiantes: los verdaderos agentes de cambio

“¿Cómo no van a ser agentes de cambio nuestros estudiantes?”, se pregunta Echaburu. “Son los protagonistas de nuestro presente y de nuestro futuro. Tenemos que invertir ahí todo y un poco más”, responde con determinación.

Invertir en ellos significa brindarles herramientas, espacios de reflexión, posibilidades para equivocarse y volver a empezar, fomentar el pensamiento crítico y el trabajo colaborativo. Es también confiar en su capacidad de liderar procesos, de innovar, de construir nuevas realidades.

Porque el liderazgo que se busca formar en las aulas no es impuesto ni vertical. Echaburu remarca que el liderazgo no viene de fuera, el liderazgo siempre es algo personal y particular.

“Uno cree en sí mismo, uno cree en que es agente de cambio, uno practica el cambio también a nivel personal y colectivo. Un país necesita líderes, pero de calidad, y para eso debemos invertir en personas”, sostiene.

Desaprender para avanzar: el poder de la transformación constante

El cambio exige humildad. Para crecer, muchas veces es necesario desaprender, cuestionar nuestras certezas y abrirnos a nuevas formas de ver y entender el mundo. “Un docente que no esté preparado para desaprender va a ser radicalmente conservador. Solo va a enseñar lo que ya ha ocurrido y no va a dejar soñar a sus alumnos con lo que puede suceder. Y en lo que puede suceder está la creatividad, la energía, lo maravilloso”, señala Echaburu.

Este desaprendizaje es también una forma de liderazgo. Un liderazgo pedagógico que no solo guía, sino que se transforma junto con sus estudiantes. Porque al final, como bien lo indica Mikel, el cambio no viene solo de la cabeza: “Viene de otros órganos también. Es hacerle caso al corazón, a la intuición, a la emoción”.

Liderazgo con sentido

Una parte esencial del liderazgo educativo radica en la capacidad de ayudar a otros a alcanzar sus metas. En la vida tenemos muchos objetivos, unos que vienen de afuera y otros propios. Hay que descubrir los propios, porque el verdadero liderazgo no se impone, se descubre, reflexiona Echaburu.

Desde esta perspectiva, el rol del docente es acompañar al estudiante en ese proceso de descubrimiento, brindarle confianza, herramientas, y sobre todo, el ejemplo. 

“Tenemos que invertir en Bolivia, y eso es invertir en personas, en líderes, en el futuro”, concluye.

En definitiva, docentes y estudiantes son los pilares sobre los que se construye una sociedad más justa, crítica y creativa. Son los verdaderos agentes de cambio. Apostar por ellos es sembrar esperanza, impulsar la transformación y garantizar que el país pueda soñar y construir un futuro mejor.

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Lily Zurita Zelada

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