Dark tourism: aprender de lo incómodo sin caer en el morbo

Jorge López
El turismo ha tomado múltiples formas en los últimos años, desde el ecoturismo hasta las experiencias gastronómicas; sin embargo, una experiencia menos convencional se abre espacio, el turismo oscuro o dark tourism. Se trata de visitar lugares que están vinculados a hechos históricos difíciles, manifestaciones sociales o sitios donde ocurrieron catástrofes. Este fenómeno, más que un acto de morbo, puede convertirse en una vía de aprendizaje y reflexión.
«El turismo oscuro está relacionado directamente con la muerte y las tragedias; hay personas que sienten curiosidad por presenciar conflictos o violencia que no se vive en sus países. No es parte de una cultura ancestral, sino un interés por observar el dolor de forma distante”, explica Juan Carlos Núñez, docente de la carrera de Administración en Hotelería y Turismo de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
El turismo oscuro requiere un enfoque ético y responsable. No se trata de comercializar el sufrimiento humano, sino de ofrecer un contexto que permita al visitante comprender lo que observa. Guías, explicaciones históricas y materiales de apoyo son herramientas fundamentales para transformar la experiencia de curiosidad en conocimiento significativo.
«El turismo oscuro puede servir como un recordatorio contundente de lo que podría suceder. Puede mediar nuestro sentido de mortalidad a través de la fatalidad de otros, donde los muertos actúan como advertencias de la historia de nuestras luchas, locuras y desgracias”, sostiene Philip Stone, director ejecutivo del Instituto de Investigación de la Universidad de Central Lancashire (Inglaterra).
Al integrar narrativas precisas y respetuosas, los espacios de turismo oscuro se convierten en plataformas para la educación y la memoria histórica. Documentar y contextualizar estos lugares permite que los visitantes no solo miren, sino que entiendan los procesos sociales, los errores y la resiliencia de las comunidades involucradas.
«Para que el turismo oscuro tenga un impacto positivo, tendría que ser transformado en un turismo de interés histórico o académico, donde se documente y analice, cambiando la percepción del morbo hacia la educación”, añade el docente en Unifranz.
En Bolivia, las marchas y protestas forman parte de la vida social. Aunque no son comparables con grandes tragedias internacionales, atraen a un pequeño segmento de turistas interesados en observar cómo se moviliza la sociedad y cuáles son las dinámicas que dan forma a la democracia local.
«El segmento de turistas que busca presenciar conflictos en Bolivia es pequeño. Conocen los eventos por noticias y deciden asistir, pero no se trata de una industria organizada; la mayoría busca comprender el contexto más que disfrutar de la violencia”, concluye Nuñez.
Estas experiencias permiten acercarse a la realidad boliviana desde una perspectiva distinta, donde la curiosidad se combina con la comprensión de la vida social y política. Los visitantes pueden observar cómo la ciudadanía actúa, cómo se organiza y cómo estas movilizaciones reflejan valores y tensiones que construyen la identidad del país.
«Dicho turismo, puede servir como un recordatorio contundente de lo que podría suceder. Puede mediar nuestro sentido de mortalidad a través de la fatalidad de otros, donde los muertos actúan como advertencias de la historia de nuestras luchas, locuras y desgracias”, explica Stone.
El turismo oscuro no es un simple entretenimiento ni un ejercicio de morbo, es una oportunidad para aprender, reflexionar y conectar con la memoria colectiva. Cuando se gestiona con respeto, permite que los visitantes comprendan la historia, reconozcan la resiliencia de las comunidades y lleven consigo un aprendizaje duradero.