Computadoras con neuronas vivas: un paso más en la fusión de la biología y la tecnología

Por Paula Beatriz Cahuasa

La frontera entre la biología y la tecnología da un paso trascendental con el desarrollo del CL1, el primer ordenador biológico comercial. Desarrollado por la startup australiana Cortical Labs, este dispositivo combina neuronas humanas cultivadas en laboratorio con un chip de silicio, permitiendo un procesamiento de información más eficiente y adaptativo. 

Este avance no solo plantea un nuevo paradigma en la computación híbrida, sino que también abre un abanico de posibilidades en áreas como la inteligencia artificial (IA), el aprendizaje automático y la robótica. Sin embargo, su desarrollo también enfrenta desafíos técnicos, éticos y de escalabilidad, lo que genera un intenso debate en la comunidad científica. 

“Este desarrollo es un avance notable porque usa una combinación de neuronas humanas reales y la electrónica, lo que le permite aprovechar las súper habilidades naturales del cerebro humano, como el procesamiento en paralelo y la eficiencia energética, más la capacidad de la tecnología actual”, indica Carlos Draugialis Pessoa, docente de la carrera de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

A diferencia de las tradicionales redes neuronales artificiales, que son modelos matemáticos diseñados para imitar la forma en que funcionan las neuronas, el CL1 utiliza neuronas biológicas reales. Esto le permite aprovechar características innatas del cerebro humano, como la capacidad de procesar información en paralelo y con mayor eficiencia energética. 

¿Cómo funciona el CL1?  

Uno de los aspectos más innovadores del CL1 es su sistema operativo biológico, llamado biOS (Sistema Operativo de Inteligencia Biológica). Esta plataforma permite que los desarrolladores interactúen con la red neuronal en tiempo real, facilitando la comunicación entre el hardware biológico y la computación tradicional. 

El biOS se encarga de regular factores clave como la temperatura, el intercambio de gases y el flujo de nutrientes, permitiendo que el sistema se mantenga funcional hasta por seis meses. No obstante, este mismo aspecto representa uno de los mayores desafíos del CL1, ya que una vez que las neuronas dejan de ser funcionales, el módulo biológico debe ser reemplazado, lo que incrementa los costos operativos y dificulta su implementación a gran escala. 

El desarrollo del CL1 se enmarca dentro de la ingeniería neuromórfica, una disciplina que busca diseñar circuitos electrónicos que imitan el comportamiento de las neuronas y sinapsis biológicas. Sin embargo, replicar la complejidad y eficiencia de un cerebro humano en sistemas electrónicos sigue siendo un desafío constante. 

“Aunque la computación neuromórfica ha avanzado significativamente, sigue existiendo una brecha entre las capacidades biológicas y las limitaciones de los sistemas electrónicos tradicionales. El CL1 busca cerrar esta brecha integrando directamente neuronas biológicas en circuitos electrónicos, lo que podría superar algunas de las limitaciones actuales”, explica Draugialis.

A pesar de sus innovaciones, el CL1 enfrenta desafíos técnicos y comerciales que podrían retrasar su adopción masiva. Entre ellos, destaca su vida útil limitada, ya que las neuronas humanas cultivadas en laboratorio sólo sobreviven seis meses, lo que obliga a los usuarios a reemplazar periódicamente el módulo biológico. 

Este aspecto encarece significativamente el dispositivo, cuyo precio inicial ha sido fijado en 35.000 dólares. Actualmente, el CL1 está dirigido a sectores especializados como la investigación en inteligencia artificial, robótica y computación biológica. Su venta está programada para junio de 2025, aunque su viabilidad a largo plazo dependerá de avances tecnológicos que extiendan la durabilidad de las neuronas y reduzcan su dependencia de cultivos celulares. 

Más allá de los desafíos técnicos, la integración de tejidos humanos en hardware biológico ya generó debates sobre los límites éticos de la biotecnología aplicada a la computación. Aunque Cortical Labs asegura que las neuronas utilizadas «no poseen conciencia ni capacidad cognitiva», algunos expertos advierten que el avance de estos sistemas requerirá regulaciones más estrictas. 

La computación biológica plantea interrogantes sobre el uso de material humano en tecnología, la privacidad de los datos y las implicaciones de sistemas que combinan inteligencia artificial con redes neuronales reales. Estas preocupaciones podrían influir en la regulación de la IA y en el futuro desarrollo de computadoras biológicas. 

Un futuro híbrido entre biología y tecnología 

El desarrollo del CL1 marca un hito en la fusión de biología y tecnología, al introducir un modelo de computación bio-digital con potencial para transformar la inteligencia artificial, la computación y la robótica. Sin embargo, su éxito dependerá de la capacidad de la industria para resolver sus desafíos técnicos, reducir costos y abordar las cuestiones éticas que conlleva el uso de neuronas humanas en sistemas computacionales. 

En este escenario, los programadores tienen ante sí una nueva área de exploración, el desarrollo de software especializado será clave para controlar y optimizar la interacción entre los componentes biológicos y electrónicos. 

«La integración de estas neuronas biológicas requerirá también de nuevos modelos y paradigmas de computación, presentando un desafío y una gran oportunidad para los programadores de innovar y liderar estos desarrollos», señala Draugialis. 

Si bien la computación biológica aún está en sus primeras etapas, el CL1 representa un primer paso audaz hacia una nueva era de tecnologías híbridas, donde lo biológico y lo digital convergen para ampliar los límites de lo posible. 

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