Aprender en la era de la IA: transformación y adaptación en la universidad

IMAGEN UNIFRANZ

Los estudiantes del siglo XXI son radicalmente distintos a los de generaciones anteriores. Nacidos en un entorno digital, son creativos, informados y con un enfoque horizontal en sus relaciones sociales. Sin embargo, este mismo contexto los ha expuesto a un bombardeo constante de estímulos que, en muchos casos, ha derivado en sobrecarga cognitiva y estrés. 

En este nuevo panorama, las universidades enfrentan el reto de adaptarse a una generación hiperconectada, con nuevas formas de aprender, comunicarse y construir conocimiento.

“La mayoría de las universidades todavía se está formando para el siglo XIX o el siglo XX y les pedimos a los nuevos profesionales que hagan cosas del siglo XXI. Hay que formarlos, apoyarlos, reconocerlos y premiarlos”, reflexiona Andrea Henao, docente de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz. 

Atrás quedó la idea del “nativo digital” como un experto nato en tecnologías. Si bien los jóvenes actuales manejan dispositivos con fluidez, estudios recientes demuestran que carecen, en muchos casos, de competencias digitales críticas. Esto ha generado una generación de “huérfanos digitales”, que aprenden por ensayo y error sin un marco estructurado que guíe su desarrollo en el uso estratégico y reflexivo de la tecnología.

Ante este escenario, la inteligencia artificial (IA) se presenta como una aliada clave. Desde la personalización del aprendizaje hasta la retroalimentación inmediata, la IA transforma el proceso educativo y permite atender las necesidades individuales de los estudiantes. 

Henao subraya que “los sistemas de IA pueden analizar datos de rendimiento de los estudiantes y ajustar los contenidos educativos para abordar las áreas donde se requiere mayor apoyo”. Esto abre la puerta a programas de aprendizaje adaptativo que favorecen el ritmo y estilo de cada estudiante.

Pero la implementación de la IA en la educación no se limita a la automatización de tareas. Según Rodrigo Fábrega, del MIT Media Lab, “para utilizar la inteligencia artificial de manera cognitiva no basta con ser consumidores. Es muy importante que se comprenda la tecnología, que se desarrolle sobre ella y que cree nuevo conocimiento de manera crítica”. Esta visión invita a un uso más profundo de la IA, no como reemplazo del pensamiento humano, sino como una herramienta para expandirlo.

El impacto cognitivo de la IA se alinea con teorías como las de Stanislas Dehaene, quien identifica pilares esenciales para el aprendizaje: atención, compromiso activo, retroalimentación y consolidación. La IA puede reforzar cada uno de estos aspectos, siempre que se diseñe de forma que estimule la participación activa y no fomente la pasividad. A ello se suma un quinto pilar: la metacognición asistida, que permite al estudiante reflexionar sobre su propio proceso de aprendizaje gracias a los ciclos de retroalimentación automatizada.

Además, la IA está transformando los espacios de aprendizaje. Las fronteras entre lo formal y lo informal se difuminan gracias a la disponibilidad constante de contenidos y plataformas en línea. Hoy, los estudiantes aprenden tanto en la universidad como en redes sociales, foros o canales digitales autogestionados. Esta nueva realidad exige que las instituciones educativas reconfiguren sus métodos y estructuras para responder a estos entornos híbridos.

En este proceso, los docentes juegan un papel esencial. Son ellos quienes deben guiar a los estudiantes en la apropiación crítica de la tecnología. No basta con integrar herramientas digitales; es necesario formar a los profesores en competencias pedagógicas adaptadas a esta nueva era. Como señala Ricardo Román, director del colegio Alberto Blest Gana de Chile -uno de los 100 mejores del mundo-, “innovar no significa borrar todo y empezar desde cero, sino saber qué cambiar y cómo hacerlo poco a poco”. Esta innovación progresiva incluye estrategias para motivar a los estudiantes y conectar con su realidad, utilizando la IA como un puente hacia experiencias de aprendizaje más ricas.

Sin embargo, el camino no está exento de desafíos. La dependencia excesiva de la tecnología puede debilitar habilidades fundamentales como el pensamiento crítico. Asimismo, existen riesgos asociados a la privacidad de los datos, al sesgo algorítmico y a la brecha digital que puede profundizar desigualdades preexistentes. Por ello, se requiere una implementación ética y responsable de estas tecnologías, con políticas claras que protejan los derechos de los estudiantes.

Frente a este panorama, el concepto de “ecosistemas de aprendizaje híbridos” ofrece una visión integradora. Esta propuesta sugiere un modelo donde la IA no solo complementa al docente, sino que potencia la experiencia educativa a través de una interacción sinérgica entre humanos y máquinas. Es un llamado a rediseñar los espacios de aprendizaje, no en función de la tecnología por sí sola, sino de la manera en que esta puede mejorar nuestra forma de enseñar y aprender.

La transformación educativa en la era de la inteligencia artificial es tan inevitable como necesaria. Las universidades deben repensar sus estructuras, metodologías y culturas institucionales para responder a las demandas de un nuevo perfil de estudiante. Esto implica no solo incorporar tecnología, sino cambiar profundamente la manera en que concebimos el aprendizaje.

La verdadera revolución no se dará por la sofisticación de los algoritmos, sino por la capacidad de las instituciones y docentes de construir entornos de aprendizaje donde la inteligencia humana y artificial se complementen. La IA no sustituye al pensamiento: lo desafía, lo amplifica y lo transforma. En esa intersección se juega el futuro de la educación superior.

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Manuel Joao Filomeno Nuñez

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