Abstenerse de bebidas alcohólicas favorece la memoria y el sistema digestivo
Abandonar el consumo de alcohol no solo implica abandonar un hábito socialmente extendido; también supone iniciar un proceso profundo de recuperación física y mental. Los beneficios se observan desde los primeros días sin consumo y se amplifican con el paso del tiempo.
Fernando Siles, docente de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz) sostiene que: “dejar de consumir alcohol tiene una serie de efectos positivos en nuestro cuerpo, desde mejorar nuestra memoria hasta prolongar nuestra vida”.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) sostiene que: El alcohol es un factor de riesgo para más de 200 trastornos de salud. La mayoría de las muertes relacionadas con el consumo de alcohol se deben al cáncer, las enfermedades cardiovasculares, las hepatopatías y los traumatismos.
Por otro lado, la abstinencia al alcohol, ya sea total o mediante una reducción significativa en el consumo, ha sido asociada con numerosos beneficios para la salud, donde el impacto del alcohol comienza en el cerebro.
Durante su ingesta, el sistema nervioso sufre alteraciones que suelen pasar inadvertidas. Siles detalla que “a corto plazo, el alcohol daña nuestros neurotransmisores, bloqueando señales desde nuestro cuerpo hacia nuestro cerebro, por eso parecemos más resistentes al dolor físico cuando tomamos”.
Esta interferencia explica la aparente desinhibición y la disminución de la percepción del dolor que muchos experimentan al beber, pero también revela un daño que se acumula con el tiempo.
Una revisión sistemática de 59 estudios (Charlet y Heinz, 2016) encontró que reducir el consumo de alcohol puede mejorar el funcionamiento físico y mental a largo plazo. Sin embargo, mantenerse completamente abstinente sigue siendo más seguro: en un seguimiento de 16 años, el 73% de las personas que no lograron abstenerse tuvo recaídas con consecuencias fatales, frente al 30% entre quienes sí dejaron de beber.
El sistema digestivo también es uno de los más afectados por el consumo habitual. Tal como señala el académico, “el consumo de alcohol aumenta la secreción de ácido clorhídrico, causando quemazón en la garganta y el estómago y generando daño gástrico”. Abandonar el consumo permite que la mucosa digestiva reduzca la inflamación, se repare y recupere progresivamente su función normal.
Los primeros beneficios fisiológicos de la abstinencia se perciben en pocos días. Una de las mejoras más notorias aparece en la hidratación y el funcionamiento de los riñones. El especialista explica que: “a corto plazo, se observa una mejora en la hidratación y la función renal. El alcohol inhibe la hormona antidiurética, lo que causa deshidratación. Al suspender su consumo, se restablece el equilibrio hídrico del cuerpo”.
Esto se traduce en mayor energía, mejor desempeño físico y reducción de síntomas como la fatiga o los dolores de cabeza.
El sueño también experimenta un cambio favorable. El doctor Siles aclara que “se recupera la calidad del sueño, ya que el alcohol fragmenta los ciclos de sueño. Con unos días de abstinencia, el ciclo de sueño se normaliza”. Dormir mejor mejora el estado de ánimo, favorece la concentración y potencia la salud mental.
Por otro lado, los beneficios a largo plazo abarcan aspectos aún más trascendentes. La abstinencia sostenida impacta directamente en la expectativa de vida. Según el académico, “también se incrementa la longevidad, ya que el consumo de alcohol reduce la esperanza de vida, mientras que su abstinencia aumenta”.
Además, con la abstinencia se reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, hepáticas y neurológicas convirtiéndose en una inversión para el futuro.
El cerebro muestra una capacidad notable para recuperarse cuando cesa la exposición al alcohol. Siles sostiene que “además, se promueve la neuroplasticidad, lo que permite recuperar áreas del cerebro como el hipotálamo, mejorando la memoria y la cognición”. Así, la claridad mental, la capacidad de aprendizaje y la estabilidad emocional se fortalecen con el tiempo.
En conjunto, todos estos cambios evidencian que dejar el alcohol no solo es una decisión saludable, sino un paso transformador hacia una vida más plena, equilibrada y prolongada.