Estudiantes de Arquitectura de Unifranz diseñan una ruta segura para unir Santa Cruz y Porongo

Cada fin de semana, decenas de ciclistas y familias recorren la vía que une Santa Cruz de la Sierra con Porongo, un trayecto que, aunque lleno de paisajes atractivos, está marcado por la inseguridad. Falta de ciclovías, escasa señalización y tramos oscuros han convertido este recorrido en un riesgo constante para sus usuarios.
Frente a este panorama, un grupo de estudiantes de la carrera de Arquitectura de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, se propuso una meta ambiciosa: diseñar un proyecto integral de ciclovía metropolitana que no solo brinde seguridad, sino que transforme la movilidad en el área metropolitana.
“Realizamos un diagnóstico territorial que reveló una situación crítica en la vía que conecta Santa Cruz con Porongo. La infraestructura actual no ofrece condiciones mínimas de seguridad para ciclistas ni peatones”, explica Gabriel García, director de la carrera de Arquitectura de Unifranz.
Los estudiantes de Arquitectura de esta Casa de Estudios Superiores identificaron problemas concretos: la ausencia total de una ciclovía continua, veredas invadidas por vehículos y comercio informal, y la falta de bici-parqueos o zonas de descanso.
“Los puentes existentes, como el Metropolitano y el Urubó Village, cuentan con ciclovías estructuradas, pero no se conectan con rutas funcionales hacia Porongo, lo que las vuelve ineficaces en la práctica”, añade García.
Un proyecto académico con impacto real
La solución nació en las aulas de Unifranz, pero con una visión de ciudad. A través del módulo “Proyecto Integrador III”, estudiantes de Arquitectura diseñaron una propuesta integral: una ciclovía metropolitana de 16 kilómetros que conecta el centro urbano de Porongo con Santa Cruz de la Sierra, utilizando los puentes Urubó Village y Metropolitano como ejes de conexión.
La propuesta está respaldada por normativa técnica nacional, como el Manual de Diseño Geométrico de Carreteras de la ABC (2018) y la Norma Boliviana NB 1225001, además de la Ley Autonómica Municipal GAMSCS N°005/2015 y el reciente Decreto Municipal N.º 318/2024, que reglamenta el uso de la bicicleta en Santa Cruz. Los estudiantes también tomaron como referencia modelos internacionales exitosos en ciudades como Ámsterdam (Países Bajos), Bogotá (Colombia) y Copenhague (Dinamarca).
“El proyecto no solo es viable desde el punto de vista técnico, sino que responde a una necesidad urgente de movilidad sostenible en el área metropolitana”, asegura García.
Iluminación, seguridad y diseño para todos
Una de las prioridades del diseño es garantizar la seguridad de los usuarios, sobre todo en horarios nocturnos. Para ello, la ciclovía contempla el uso de iluminación LED autónoma con sensores de movimiento, ideal para áreas donde no hay red eléctrica estable.
Además, la señalización será clara, visible y acompañada de separadores físicos —bordillos, jardineras o mobiliario urbano— para proteger a los ciclistas del tráfico motorizado. Las superficies de la ciclovía estarán diseñadas con materiales antideslizantes y permeables, lo que aumenta la seguridad durante la temporada de lluvias y prolonga su vida útil.
En cuanto a las aceras, la propuesta considera la accesibilidad universal con rampas, mobiliario ergonómico y espacios pensados para personas con movilidad reducida, familias con niños y adultos mayores.
“El objetivo es que todos los usuarios, sin excepción, se sientan seguros y cómodos”, recalca García.
Transporte intermodal: el futuro de la movilidad
Para garantizar la funcionalidad del proyecto, se plantea una conexión directa con el transporte público. Esta estrategia permitirá a los usuarios combinar bicicleta y transporte masivo en sus recorridos diarios.
“El transporte intermodal es clave en la planificación urbana moderna. Al vincular la ciclovía con paradas de micros, bici-parqueos seguros y accesos peatonales, se crea un sistema de movilidad más accesible, eficiente y sostenible”, explica el director de la carrera de Arquitectura en Unifranz.
La propuesta busca adaptarse a distintos tipos de usuarios: trabajadores que se trasladan a diario, ciclistas deportivos, estudiantes, turistas y familias que ven la bicicleta como una opción recreativa. Se calcula que, en su fase inicial, la ciclovía podría movilizar más de 500 ciclistas diarios, una cifra que podría duplicarse en cinco años con una infraestructura complementaria adecuada.
Arquitectura y movilidad: una conexión necesaria
¿Puede la arquitectura influir en la movilidad urbana? La respuesta es sí. “La arquitectura no se limita a diseñar edificios; también estructura territorios, organiza el espacio público y mejora la experiencia urbana”, sostiene García.
En el proyecto, los estudiantes aplicaron conceptos de diseño urbano, ergonomía, accesibilidad universal, sostenibilidad y paisajismo. El resultado es una propuesta que no solo resuelve un problema de movilidad, sino que también mejora la relación entre las personas y su entorno, creando espacios más humanos y seguros.
“El enfoque arquitectónico permite que la ciclovía no solo sea funcional, sino también agradable, integrada al paisaje y sensible a la realidad social del territorio”, agrega el académico.
Más que un ejercicio académico
Lo que comenzó como un proyecto académico se ha convertido en un ejemplo tangible de cómo la educación puede generar cambios reales. “La ciclovía Santa Cruz – Porongo representa una oportunidad real para repensar la ciudad. Desde la universidad, los estudiantes están demostrando que es posible diseñar soluciones sostenibles, inclusivas y con impacto urbano”, señala García.
Este tipo de iniciativas refuerzan el compromiso de Unifranz con una formación que conecta la teoría con la práctica, preparando a los futuros arquitectos para ser agentes de cambio en la construcción de ciudades más seguras, accesibles y resilientes.
Las rutas seguras son más que una infraestructura vial; son una apuesta por la vida, el bienestar y la sostenibilidad. La propuesta de ciclovía metropolitana entre Santa Cruz y Porongo es un paso hacia un modelo de ciudad que prioriza a las personas, fomenta el transporte limpio y fortalece la convivencia en el espacio público.
“Desde la arquitectura también se construyen ciudades más humanas. Proyectos como este demuestran que el cambio comienza cuando diseñamos pensando en todos”, concluye García.