Del aula al empleo: por qué la práctica es clave para enfrentar el mundo laboral

La falta de experiencia sigue siendo una de las principales barreras para quienes intentan acceder a su primer empleo. Aunque muchos jóvenes egresan de la universidad con una formación teórica sólida, el paso del aula al entorno laboral suele ser más desafiante de lo esperado. Adaptarse, tomar decisiones bajo presión y aplicar lo aprendido exige algo más que conocimiento: requiere haberlo vivido, aunque sea en un entorno simulado o práctico.
Erick Gustavo Montaño, vicerrector académico nacional de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, lo resume con claridad. “El conocimiento teórico es fundamental, pero no suficiente. Vivimos en un mundo que exige acción, adaptabilidad y pensamiento crítico. La integración de experiencias prácticas en el currículo permite que el estudiante experimente, se equivoque, aprenda y resuelva problemas reales”.
Para el académico, no se trata solo de repetir lo aprendido, sino de llevarlo a la práctica. De aplicar, crear, decidir y equivocarse en un entorno controlado, donde el error también forma parte del aprendizaje.
Esta mirada cobra cada vez más valor en un contexto donde las empresas no solo demandan conocimientos técnicos, sino también habilidades blandas, criterio profesional y capacidad de adaptación.
En este sentido, Paola Sanjinés, analista de Talento Humano del Banco Económico, subraya que “es bastante importante, porque se aplican todas las cosas que uno aprende en la universidad. Además, se desarrollan y mejoran habilidades en el trabajo, que actualmente se están formando profesionalmente”.
La experiencia previa, incluso en contextos simulados o pasantías, permite a los jóvenes ganar seguridad y familiarizarse con dinámicas reales.
Hoy en día, la brecha entre una formación exclusivamente teórica y una formación complementada con práctica se hace más evidente que nunca. Las empresas valoran perfiles que, desde el inicio, puedan aportar soluciones, integrarse rápidamente y asumir responsabilidades.
En palabras de Luis Fernando Soliz, encargado de capacitaciones de la Cámara Nacional de Industrias (CNI), “el nuevo profesional va a salir más competente para desarrollarse dentro del círculo laboral. Generalmente, muchos salían un poco tímidos o apagados, les costaba adaptarse. Sin embargo, con las pasantías, nuevas experiencias o modalidades de práctica, el profesional ya sale prácticamente listo para entrar al ámbito laboral y desempeñar un cargo”.
Más allá de las prácticas tradicionales, las simulaciones, laboratorios, talleres o proyectos colaborativos son herramientas clave para aterrizar el conocimiento. La práctica no solo fortalece el aprendizaje, sino que prepara emocionalmente al estudiante para lo que encontrará allá afuera.
Diana Villanueva, analista de Recursos Humanos de AXS Bolivia, lo confirma. “Básicamente, nosotros tomamos más este tipo de perfiles, porque la empresa precisa que las personas tengan un conocimiento previo en el área en el que van a ingresar. Eso también ayuda a que puedan desarrollar sus habilidades con mayor fluidez”.
Estas experiencias también promueven una mentalidad proactiva, resolutiva y autónoma. Cuando se trabaja con casos reales, desafíos de innovación o alianzas con empresas, los estudiantes empiezan a formar criterio, a tomar decisiones y a entrenar su juicio profesional. Así, el primer empleo no llega como una sorpresa abrumadora, sino como una evolución natural de un proceso formativo con sentido.
Aprender haciendo: formación práctica para el mundo real
El modelo educativo de Unifranz, basado en el enfoque de aprender haciendo, transforma la experiencia académica en una preparación directa para los retos del mundo laboral.
“Aprender haciendo permite que nuestros estudiantes desarrollen competencias reales y rasgos de nuestro modelo de persona desde el inicio de su formación”, sostiene Montaño.
Este enfoque integral no solo mejora el aprendizaje técnico, sino que ayuda a reducir la ansiedad con la que muchos jóvenes enfrentan su primer empleo. Al haber atravesado experiencias similares dentro de la universidad, el temor al fracaso disminuye y la confianza en sus propias capacidades crece. Y eso, en un entorno tan exigente como el actual, puede marcar la diferencia entre adaptarse o frustrarse.
La experiencia práctica ya no es un valor añadido, sino una parte esencial de la formación universitaria. Es la vía que permite a los estudiantes cruzar con mayor seguridad el puente entre la teoría y la acción, entre la universidad y el mundo real.
“Esta combinación de teoría y práctica transforma la formación en una vivencia profunda y significativa”, concluye Montaño.