La danza, una actividad que nos permite expresarnos mejor y desarrollar habilidades para la vida

La danza es mucho más que un arte: es una forma profunda de expresión que permite a las personas liberar emociones, fortalecer su autoestima y desarrollar habilidades esenciales para la vida, como el trabajo en equipo, la empatía y la comunicación no verbal. En el caso de los jóvenes, involucrarse en actividades de expresión corporal como la danza facilita la adquisición de habilidades blandas que son hoy altamente valoradas tanto en el ámbito personal como profesional.

«La danza puede ser una herramienta poderosa para que los jóvenes desarrollen habilidades sociales, ya que fomenta la comunicación no verbal, el trabajo en equipo, la disciplina y la inclusión, aspectos fundamentales para su desarrollo integral», afirma David Velásquez, asesor de culturas y deportes de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

El Día Internacional de la Danza, celebrado cada 29 de abril, fue proclamado por la UNESCO en 1982 a iniciativa del Comité Internacional de Danza en honor al natalicio de Jean-Georges Noverre (1727-1810), bailarín y coreógrafo francés considerado el creador del ballet moderno por sus innovadoras coreografías y publicaciones teóricas sobre la danza

Velásquez explica que muchas formas de danza requieren de coordinación grupal o en pareja, lo que fomenta el respeto mutuo y el trabajo colaborativo. Además, al seguir coreografías y adaptarse a reglas comunes, los jóvenes entrenan su disciplina y autocontrol. Uno de los aportes más valiosos de la danza, según el experto, es su capacidad para facilitar la comunicación no verbal.

«Permite a los jóvenes expresar emociones a través del cuerpo, mejorando la confianza en sí mismos y fortaleciendo vínculos sociales», asegura. Este tipo de comunicación alternativa resulta especialmente importante en una etapa de la vida donde verbalizar emociones puede resultar difícil.

Elena Filomeno, bailarina, coreógrafa y profesora de danza clásica y contemporánea, complementa esta visión.  

«Al ser una actividad física y corporal, la danza nos permite mejorar nuestra comunicación no verbal, desarrollar empatía y aprender a relacionarnos con nuestro entorno sin necesidad de palabras. Es un aprendizaje corporal y sensorial valiosísimo», señala. 

Además, Filomeno destaca que el movimiento y la danza enriquecen las conexiones neuronales, mejorando la plasticidad cerebral, la noción espacial y la capacidad de concentración. Así, la danza no solo impacta en la esfera emocional y social, sino también en los procesos cognitivos, favoreciendo habilidades como la resolución de problemas y la memoria.

Diversos estudios internacionales respaldan esta mirada. Por ejemplo, una investigación publicada por la Universidad de Hertfordshire en Reino Unido encontró que la danza en grupo mejora significativamente la sensación de pertenencia social y reduce los niveles de ansiedad. 

Asimismo, programas educativos como Dancing Classrooms en Estados Unidos han demostrado que la práctica regular de la danza en estudiantes de secundaria potencia habilidades como la colaboración, la autoconfianza y la perseverancia, habilidades fundamentales para la vida y la carrera profesional.

Conscientes de estos múltiples beneficios, Unifranz, a través de su programa de Cultura y Deportes, ha consolidado un espacio de formación y expresión para sus estudiantes mediante el arte de la danza. En sus distintas sedes, promueve el desarrollo artístico a través de talleres, elencos de danza y presentaciones culturales, donde se exploran tanto danzas tradicionales bolivianas como expresiones contemporáneas.

El elenco de danza Unifranz tiene un doble propósito: formar artísticamente a los estudiantes y generar un impacto social positivo a través de la cultura. A nivel formativo, los jóvenes practican y crean coreografías que les permiten explorar sus emociones y fortalecer su expresión corporal. 

En cuanto a las presentaciones, participan activamente en eventos como el «Festival de Danza Unifranz» y en diversos encuentros culturales, interpretando danzas tradicionales como el tinku, la cueca cochabambina, el bailecito y la morenada, entre otros estilos que celebran la riqueza folclórica boliviana.

Más allá de las habilidades técnicas, la participación en estos espacios artísticos permite a los estudiantes experimentar los valores de la diversidad, la inclusión y el compromiso comunitario. La danza se convierte así en un puente que conecta no solo cuerpos y movimientos, sino también culturas, emociones y aspiraciones colectivas. 

«Buscamos que nuestros estudiantes no solo aprendan a bailar, sino que a través de la danza descubran su capacidad de comunicarse mejor, trabajar en equipo y enfrentar los desafíos de la vida con mayor resiliencia», explica Velásquez.

Integrar la danza en la formación educativa se presenta no solo como una oportunidad artística, sino como una verdadera estrategia de crecimiento personal y profesional. La experiencia de Unifranz es un ejemplo de cómo el arte puede ser un motor para el desarrollo integral, contribuyendo a formar generaciones más expresivas, empáticas y preparadas para los retos de la sociedad contemporánea.

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Manuel Joao Filomeno Nuñez

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