La credibilidad es el mayor capital del periodista, asegura Pedro Rivero Jordán

La credibilidad es el mayor capital del periodista, asegura Pedro Rivero Jordán

En estos tiempos de polarización, es difícil para el periodismo y los medios de comunicación sostener baluartes que los caracterizan, como son la credibilidad, la imparcialidad o la independencia ideológica. Lo dice un profesional que bordea los 50 años de ejercicio y se mantiene al frente del grupo multimedia EL DEBER.

Entre sus múltiples actividades, Pedro Rivero Jordán cumple funciones como director de la carrera de Periodismo de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz. Desde las aulas, comparte con los estudiantes sus experiencias, inquietudes y sueños.

En la actualidad, ante la irrupción de infinidad de medios digitales y  periodistas en redes sociales, proteger la credibilidad es clave para la supervivencia de los medios de comunicación, aunque cada vez se hace más difícil. Factores como la primicia y la instantaneidad resultan más llamativos en redes que la investigación o la verificación de la noticia. 

El fallecido periodista boliviano, Juan Javier Zeballos sintetizaba esta sensación. “El periodismo se construye con credibilidad. La credibilidad es como la virginidad, cuando se la pierde, no se la recupera”, 

Zeballos no se equivocó. La credibilidad es, tal vez, uno de los principales activos de los medios de comunicación y del periodista mismo. Por eso, los lectores compran un periódico, los televidentes ven un determinado programa informativo en televisión o escuchan una radioemisora.

Rivero Jordán concuerda con este criterio.  El verdadero periodismo “pone a prueba a ese pilar o esa independencia para no perder la perspectiva de la imparcialidad en la apreciación de los hechos que se suceden y no desviarse ni un ápice de la búsqueda de la verdad, que es la misión fundamental de un medio de comunicación, independiente y creíble. De otro modo, una vez perdida la credibilidad es imposible recuperarla (…)”, puntualiza.

Lo que se hereda no se hurta dice el refrán. Si bien Rivero Jordán es abogado de profesión, lleva el periodismo en la sangre ya que fue su padre, Pedro Rivero Mercado, quien edificó El Deber y le dio una nueva impronta al matutino.

“(…) No soy periodista de profesión, pero sí tengo el periodismo en las venas. Tuve el mejor maestro y mentor guía: mi padre. También tuve la oportunidad de conocer a otros grandes y extraordinarios maestros. Recuerdo la cita de uno de ellos y voy a nombrar a Juan Javier Zeballos, de reconocida trayectoria nacional, a quien conocí cuando asumió como Director Ejecutivo de la Asociación Nacional de la Prensa, una organización referente y muy importante del periodismo boliviano”.

Zeballos decía que el mal periodismo no existe, porque si es malo no es periodismo. Para Rivero Jordán, eso explica muy bien, en esencia, cuál es la misión y cómo es que deben reunirse las mejores virtudes de quienes van a profesionalizarse en periodístico o van a seguir esta carrera.

“Una mala persona no puede ser periodista (…) El periodismo tiene algo muy especial que no admite fallas (…), los errores en el ejercicio periodístico no se pueden permitir. Es un camino sin retorno para el periodista, quien no debe desviarse de los principios y valores que orientan y que deben seguir quienes abrazan esta actividad que Gabriel García Márquez definió como el mejor oficio del mundo. No tengo dudas de que así sea”, indica.

El Deber seguirá marcando huella

Con voz entrecortada, Pedro Rivero afirma que para él ha sido un privilegio su paso por el Diario Mayor. En sus 70 años de vida, el medio ha acompañado la transformación de Santa Cruz, que en la década de los sesenta era una región olvidada por los gobiernos de turno centralistas y que, hoy por hoy, es el departamento más próspero del país.

“Cuando El Deber arrancó su segunda época, Santa Cruz de la Sierra carecía hasta de servicios básicos, agua, luz o telefonía. Las calles eran inmensos arenales. Por eso, a través de organizaciones diferentes, como las cooperativas de servicios, la gente debió proveerse de esos servicios básicos, para no depender de la voluntad de los gobiernos centrales que se alternaron en la administración del poder”, asegura.

Refiere que el grupo mediático con la marca EL DEBER sigue y seguirá siendo celoso vigilante de los valores propios del periodismo y que en la conciencia de cada uno de sus trabajadores esos pilares fundamentales se mantienen y se consolidan cada vez más, “para seguir mereciendo la confianza, el crédito de la gente, para estar protegidos de los embates propios de la política, de los detractores que no faltan, de la gente que gratuitamente puede llegar a tener diferencias o algún sentimiento adverso contra un medio de comunicación”.

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