Formar profesionales que propaguen el trabajo colaborativo y que impulsen el desarrollo de habilidades comunicativas, donde el apoyo entre pares sea el común denominador, es el desafío de la academia en este nuevo siglo.
“La academia no es simplemente un trampolín para el mundo laboral, sino un pilar fundamental en el ecosistema emprendedor. La academia genera el capital intelectual que impulsa la innovación, prepara a los estudiantes en habilidades técnicas y blandas, y fomenta una cultura colaborativa que es esencial en el éxito de las startups”, asegura Antonio Riveros, en el artículo “La importancia de la academia en el ecosistema emprendedor”, publicado este domingo por El Deber.
Riveros, joven emprendedor boliviano, CEO de Creotec y presidente de Startup Bolivia, desafía a las instituciones de educación superior del país a cultivar una mentalidad colaborativa desde el inicio de la formación profesional.
Al respecto, conversamos con Esteban Rioja y Carlos Molina, directores de Ingeniería Comercial de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, en Cochabamba y La Paz, respectivamente, quienes destacan que Bolivia se caracteriza por su rica ‘tradición de colaboración’, desde las comunidades indígenas trabajando en ‘ayni’ (trabajo comunitario) hasta en modernas startups tecnológicas.
“La colaboración está en nuestras raíces y, en el mundo empresarial actual, es más relevante que nunca”, dice Rioja.
Cultura colaborativa
La cultura colaborativa se refiere a una mentalidad y un conjunto de valores donde individuos, equipos o empresas trabajan juntos hacia objetivos comunes, compartiendo recursos, conocimientos y habilidades.
Rioja explica que es como las ferias que se realizan en distintas ciudades del país, donde varios vendedores se agrupan para atraer clientes y, a menudo, se ayudan mutuamente en lugar de competir agresivamente, porque saben que tienen un objetivo en común.
La cultura colaborativa es base para el crecimiento de las startups bolivianas
Cultura colaborativa en las startups
En el contexto de startups bolivianas, la cultura colaborativa podría manifestarse al compartir espacios de co-working en ciudades como Cochabamba, La Paz o Santa Cruz donde esta modalidad está tomando mayor impulso.
Al unir fuerzas en proyectos conjuntos, como por ejemplo que dos startups tecnológicas colaboren en el desarrollo de una aplicación: una se encarga del diseño y la otra de la programación, es otra modalidad, según el académico cochabambino.
Por su parte, Molina indica que, gracias al trabajo colaborativo se incrementa la creatividad en los equipos, lo cual ayuda a trabajar de manera más flexible con el apoyo de herramientas digitales, “esto deriva en una optimización del tiempo de trabajo reduciendo el tiempo de organización y planificación”.
Para aplicar este modelo, según Molina, es necesario:
• Definir un objetivo: es primordial que todas las personas tengan un norte en común que los aliente a conseguirlo y les marque el rumbo que deben tomar y las acciones que deben ser necesarias para llegar a cumplir con lo planificado.
• Intercambio entre partes: se logra cuando las personas tienen acceso a información, datos, tecnología y pueden desarrollar actividades en conjunto. El trabajo no solo es de un grupo sino de todas las personas involucradas.
• Confianza: es fundamental confiar en que la información que se tiene es verídica, sustentable y que permita tomar decisiones. No se debe depender de una o algunas personas, se debe tener la confianza que lo que se coordina, acepta y compromete se va a cumplir al 100%.
• Digitalización: en un mundo hiperconectado se debe tener acceso a herramientas digitales que permitan tener una comunicación fluida, en tiempo real y mantenga a las personas al tanto de las actividades y tareas asignadas. Con el tiempo se puede buscar un socio estratégico.
“Éstos son elementos relativamente fáciles diría alguien, pero si se aplican bien se logra incentivar en las personas la creatividad y se potencia el talento, que en conjunto nos van a permitir innovar en mejores prácticas empresariales”, agrega.
La cultura colaborativa es base para el crecimiento de las startups bolivianas. “Especialmente en un mercado emergente como el nuestro, donde los recursos pueden ser limitados y los desafíos numerosos”, dice Rioja. Trabajar juntos puede ser la diferencia entre el éxito y el fracaso. La colaboración permite a las startups acceder a recursos, conocimientos y redes que individualmente serían inalcanzables.
La «competencia saludable» puede ser un catalizador para la innovación y el crecimiento
Incentivar el trabajo colaborativo
Gran parte de la cultura colaborativa nace en la academia, según Rioja, “con la organización de eventos de networking, talleres y hackathons donde se generan proyectos para coadyuvar, a través de la tecnología, intervenciones sociales”.
Si bien existe una competencia natural entre emprendedores, la «competencia saludable» puede ser un catalizador para la innovación y el crecimiento.
Molina, por su parte, considera que la mejor forma de incentivar es mediante la experiencia de cada uno de los emprendedores, promoviendo encuentros en los cuales se cuenten las buenas y malas experiencias, se desarrollen programas de couching donde se empiece a formar startups colaborativas.
“También se puede promocionar desde las cámaras empresariales promoviendo las buenas prácticas empresariales, entre los emprendedores llegar a tener socios estratégicos (partners) que les ayuden y apoyen en temas de tecnología, calidad, financiamiento, mentoría en temas de gerencia empresarial así todos van en busca de una excelencia ya no solo de una empresa o startup sino de toda la industria”, dice el académico.
Las startups que tienen una cultura colaborativa nacen de una buena idea de negocio, pero al tener un equipo con visión clara de trabajo se convierten en empresas agiles en las cuales la estructura organizacional es solo de referencia, todos generan ideas, lideran proyectos, promueven el trabajo colaborativo y se apoyan en todas y cada una de las etapas del negocio.