“Extravagante, ostentoso, colorido y fuera de serie”, así resumió Cristian Fernández, un joven de nacionalidad argentina, su impresión respecto a los famosos cholets alteños, luego de visitar uno de ellos con motivo de la octava versión del electro preste.
A 4.150 metros sobre el nivel del mar, la ciudad de El Alto se constituye como un crisol de identidades arquitectónicas, culturales, económicas y sociales, donde imponentes cholets no solo definen su paisaje urbano, sino que también se erigen como un poderoso imán para el turismo extranjero, ávido de experiencias auténticas y singulares.
Este estilo arquitectónico fusiona colores vibrantes, formas audaces y tienen una marcada influencia de la cultura tiwanakota, legado ancestral que ha permeado en la concepción de los emblemáticos cholets.
Estas majestuosas edificaciones no son simples viviendas. Se trata de proyectos personalizados, diseñados según los gustos y preferencias del propietario, lo que contribuye a la diversidad y singularidad de cada edificio.
En estas construcciones se pueden apreciar figuras exteriores e interiores con formas indígenas, andinas, animales y otro tipo de elementos. Sus inmensos salones cuentan con ventanas y balcones grandes desde donde se puede apreciar los imponentes nevados, las montañas y la urbe alteña.
Los cholets son un símbolo de estatus y orgullo para sus propietarios, quienes compiten por destacar con innovadoras propuestas que van desde réplicas del Titanic, hasta la incorporación de personajes de películas como los Transformers o recreaciones de elementos del imperio romano. Todo con el objetivo de captar la atención y admiración tanto de locales como de visitantes.
Ana Patricia Huanca, arquitecta y docente de la carrera de Administración de Hotelería y Turismo, explica el surgimiento de esta corriente. Freddy Mamani construyó el primer edificio con formas tiwanakotas coloridas y dio origen a este estilo constructivo. 20 años después existe toda una tendencia en cuanto a diseño y creación arquitectónica y de apropiación del espacio.
“Eso vende, atrae y, justamente, son los turistas extranjeros que vienen por estos elementos más exóticos que les causa curiosidad para saber qué es lo que pasa dentro y, por qué no decirlo, qué es lo que pasa afuera”, indica la arquitecta.
La explosión de construcción de cholets ha inyectado vigor al sector turístico de El Alto. Se ha consolidado como uno de sus principales atractivos. Los turistas que llegan a la ciudad encuentran en estas construcciones una ventana hacia la riqueza cultural y la idiosincrasia altiplánica, alimentando su curiosidad por comprender la historia y el significado detrás de cada color, forma y diseño arquitectónico.
“Como manifestación cultural, este estilo destaca porque está asociado a los rituales andinos que se practican en esta región del país. Más allá de eso también tenemos elementos naturales”, agrega Huanca.
El turista extranjero, según la académica, llega con el objetivo de alimentar su sed de conocimiento sobre la ciudad de El Alto y porque tiene este tipo de arquitectura, muy asociada a sus usos y costumbres, que no se la ve en Europa o en Norteamérica.
“Por ejemplo, tenemos nuestra mesita, cuyos mismos colores y formas se reflejan en este tipo de construcciones”, dice Huanca.
Los cholets máxima expresión de la identidad alteña
Freddy Mamani, creador de este estilo arquitectónico, resalta el concepto principal de los cholets. Muestra la identidad de la nueva burguesía aymara, a través de edificaciones según su estatus económico.
“Lo que caracteriza a estas edificaciones es que marcan una diferencia funcional de estos edificios porque son auto sustentables, con características milenarias, arquitectónicamente construidas en el presente”, dice el arquitecto.
Se caracterizan por tener hasta siete pisos, paredes de colores fluorescentes y albergar desde un salón de fiestas, tiendas comerciales, departamentos o depósitos y en el último piso una cómoda vivienda con patio, parrillero y área de juegos, entre otros.
“La peculiaridad de los cholets no sólo radica en su estética, sino también en su función social. Desde comercios en planta baja hasta salones de fiesta en pisos intermedios, y finalmente viviendas en las plantas superiores, estos edificios son un reflejo de la dinámica social y económica de El Alto, donde la comunidad ha sabido adaptar sus necesidades y tradiciones al entorno urbano”, explica Huanca.
En tanto, para Mamani, los cholets son un estilo propio de la alteñidad. “Donde se habla de cholets, se habla de la ciudad de El Alto, creo que gracias a esta arquitectura El Alto es reconocida a nivel mundial, como una gran ciudad”, dice Mamani.
Los cholets de El Alto son más que meras edificaciones; son testimonios vivientes de la creatividad, la identidad y la historia de un pueblo que ha sabido forjar su propio camino en el panorama arquitectónico y turístico, atrayendo a visitantes de todo el mundo ávidos de descubrir la fascinante historia que yace tras sus coloridas fachadas.