Tus cámaras también pueden espiarte: cómo evitar que vulneren tu privacidad
En junio de 2025, una noticia estremeció a la sociedad boliviana. Un hombre de 38 años fue arrestado por distribuir en redes sociales grabaciones privadas captadas desde cámaras de seguridad domésticas. Las imágenes, obtenidas sin el consentimiento de los propietarios, mostraban escenas íntimas y comprometedoras de personas comunes en sus hogares.
Este incidente, más allá del escándalo inicial, puso en evidencia una creciente amenaza silenciosa: la vulnerabilidad de los sistemas de videovigilancia que, si no se configuran correctamente, pueden volverse en nuestra contra y exponer nuestra privacidad más allá de lo imaginable.
“La ciberseguridad ya no es un lujo ni una opción. Es una necesidad urgente en cada hogar y empresa”, advierte Alejandro Rodríguez, docente de Ingeniería de Sistemas en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Para el especialista, los ciberdelincuentes han perfeccionado sus técnicas, y hoy no solo buscan dinero, sino también control, manipulación o simple notoriedad. “Una cámara desprotegida puede abrir la puerta a algo más grave: el acceso a toda nuestra red de dispositivos personales”, remarca.
El caso boliviano no fue aislado. En distintas partes del mundo, se han reportado filtraciones similares, donde atacantes logran acceder a cámaras por medio de contraseñas débiles, firmware desactualizado o dispositivos de baja calidad. Lo que parecía una herramienta de protección, puede transformarse en una vía de espionaje constante, donde los usuarios son observados, grabados y, en el peor de los casos, extorsionados.
Los riesgos van desde la intrusión en la vida cotidiana —capturar imágenes de actividades rutinarias o momentos íntimos— hasta la posibilidad de chantaje con material comprometedor.
También se ha documentado el robo de datos personales, como correos electrónicos, coordenadas geográficas y contraseñas, que pueden ser utilizados posteriormente para acceder a otros sistemas del hogar o cuentas bancarias. Las motivaciones de los delincuentes son variadas: desde el lucro mediante venta de material, hasta el acoso digital, la venganza o el simple deseo de notoriedad en redes sociales.
Para evitar caer en estas redes de espionaje y extorsión digital, los expertos recomiendan una serie de medidas preventivas. La primera de ellas es la elección del equipo adecuado. Aunque las cámaras más baratas pueden parecer atractivas, suelen carecer de mecanismos robustos de protección. Es preferible optar por marcas reconocidas que ofrezcan soporte técnico, actualizaciones periódicas de firmware y cifrado en la transmisión de datos.
Rodríguez señala que uno de los errores más comunes es subestimar el valor de una instalación profesional. “Muchos usuarios conectan sus cámaras sin configurarlas adecuadamente, dejando contraseñas por defecto o accesos abiertos al público. Es como dejar la puerta de casa entreabierta esperando que nadie entre”.
Por ello, recomienda contratar técnicos certificados que puedan garantizar una correcta instalación y configuración del sistema.
Otra práctica esencial es la creación de contraseñas seguras. Se deben evitar combinaciones genéricas como “admin123” o “123456”. Lo ideal es generar claves únicas de al menos 12 caracteres, combinando letras mayúsculas y minúsculas, números y símbolos. Además, nunca deben reutilizarse contraseñas de otras cuentas ni mantenerse las que vienen por defecto con los equipos.
También se aconseja vincular las cámaras a un correo electrónico propio, lo que permite recibir alertas ante cualquier intento de acceso no autorizado. Asimismo, revisar periódicamente los registros de acceso (logs) del sistema puede ayudar a detectar comportamientos sospechosos y actuar a tiempo.
En caso de sospechar que un dispositivo ha sido comprometido, es fundamental cambiar inmediatamente las credenciales de acceso y, si es necesario, reemplazar el grabador de video digital (DVR) o desconectar temporalmente el equipo de internet. A veces, con solo sustituir el DVR se puede interrumpir el control remoto ejercido por un atacante.
La actualización regular del firmware es otro aspecto clave. Muchos fabricantes lanzan parches de seguridad que corrigen vulnerabilidades detectadas, pero estos deben ser instalados manualmente por el usuario o técnico encargado. Ignorar estas actualizaciones puede dejar abierta una puerta que los hackers no tardarán en aprovechar.
Además, se recomienda crear una red WiFi separada exclusivamente para dispositivos del Internet de las Cosas (IoT), como cámaras, asistentes de voz y cerraduras inteligentes. Esto limita el alcance de un posible ataque, evitando que desde una cámara comprometida se pueda acceder al teléfono o la computadora del usuario.
Otro consejo útil es desactivar el acceso remoto si no se utiliza. En caso de necesitarlo, es preferible habilitarlo a través de una red privada virtual (VPN), lo que añade una capa adicional de protección. También es crucial revisar los permisos concedidos a servicios técnicos. Cualquier acceso remoto debe ser temporal, monitoreado y con privilegios limitados.
Finalmente, el monitoreo constante del sistema a través de aplicaciones móviles permite reaccionar de forma inmediata ante fallos, desconexiones o intentos de ingreso no autorizados. Si algo no cuadra, lo más sensato es desconectar el dispositivo, hacer un “reset” de fábrica y consultar a un profesional.
El caso ocurrido en Bolivia fue una advertencia. Rodríguez concluye con una reflexión clara. “La privacidad hoy no se defiende solo con cerraduras físicas, sino con conocimiento digital. No basta con tener cámaras; hay que saber usarlas, configurarlas y mantenerlas protegidas”.
Invertir en seguridad no debería verse como un gasto, sino como una garantía. En un mundo cada vez más conectado, donde los ojos que nos vigilan no siempre son los nuestros, la prevención es la única defensa real frente a una amenaza que, si se ignora, puede irrumpir incluso en lo más íntimo: nuestra propia casa.