Tu identidad en riesgo, por qué evitar entregar datos faciales a la inteligencia artificial

Por Aldo Juan Peralta Lemus

En este tiempo, donde la inteligencia artificial ha cobrado bastante popularidad para generar contenido, y más aún con la generación de imágenes o videos a partir de fotos de las personas, donde cada gesto puede ser interpretado y cada rostro analizado. Entregar nuestros datos faciales parece una acción inofensiva. Pero detrás del reconocimiento facial hay una amenaza creciente: la pérdida total de nuestra privacidad y el uso indebido de nuestra identidad.

Alvaro Coronel, docente de la carrera de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), explica que la tecnología promete avances en seguridad y eficiencia, sin embargo, los riesgos para la privacidad son innegables y están presentes.

“Compartir datos de reconocimiento facial con aplicaciones o sistemas de IA conlleva varios riesgos de privacidad importantes, pérdida de privacidad, los datos biométricos, como las imágenes faciales, son únicos e inmutables”, sostiene Coronel.

En los últimos años, el reconocimiento facial se ha instalado y popularizado como una medida de personalización de identidad. Desde desbloquear teléfonos hasta pasar controles migratorios, esta tecnología avanza con rapidez. Lo que parecía ciencia ficción, hoy es una rutina para muchas personas.

Pero esa comodidad tiene un costo. Cada vez que entregamos nuestra imagen a una app, sistema de seguridad o red social que usa inteligencia artificial, estamos cediendo mucho más que una foto. Estamos entregando un mapa biométrico único e irrepetible: nuestro rostro.

“La falta de conciencia y la normalización de la vigilancia ha creado un caldo de cultivo donde las personas, sin plena comprensión de las implicaciones, ceden su información biométrica más íntima (incluyen huellas digitales, reconocimiento facial, iris, voz y firma dinámica). Esta cesión, a menudo impulsada por la búsqueda de gratificación instantánea en redes sociales o la simplificación de tareas cotidianas, despoja a los individuos de su control sobre un aspecto fundamental: su identidad”, destaca Coronel.

Días atrás se registró una ola de imágenes con estilo del estudio Ghibli que inundaron las redes sociales. De la misma manera, recientemente apareció otra ola de imágenes en redes sociales, pero en esta oportunidad con estilo de muñeco de acción en caja y accesorios. 

El procedimiento para la generación de imagen es a través de un prompt (o instrucción para la Inteligencia Artificial) que incluye especificaciones referenciales para generar la imagen, además de la imagen referencial de la persona, en específico del rostro de la persona. El proceso suele no demorar más de diez minutos.

Esta simple acción de compartir y entregar datos faciales a la IA, o aplicaciones, comprende diferentes riesgos como:

  • Privacidad y vigilancia masiva. Los datos faciales pueden integrarse en sistemas de monitoreo constante, reduciendo el anonimato. Por ejemplo, el 50% de los adultos estadounidenses están en bases de datos policiales sin consentimiento.
  • Sesgos algorítmicos. Los algoritmos sesgados generan errores que afectan desproporcionadamente a mujeres, personas de color y no binarias, como se vio en el caso de Porcha Woodruff (Mujer arrestada por error, tras ser identificada por la tecnología de reconocimiento facial).
  • Ciberseguridad. Las bases de datos faciales son objetivos de hackers, y los rostros no pueden cambiarse, como ocurrió con Clearview AI (empresa estadounidense de reconocimiento facial).
  • Falta de regulación. La ausencia de leyes específicas que permite el uso indiscriminado de la información.
  • Uso no consentido. Los datos recopilados en aplicaciones, IA o de redes sociales pueden usarse para fines no divulgados.

“Desde el sistema cibernético también se presenta una serie de vicisitudes, pues la norma boliviana en lo que se refiere a los delitos informáticos es una norma antigua por lo menos en 22 años”, asegura Coronel.

Por otro lado, los datos de reconocimiento facial pueden ser utilizados con fines de control social. En países donde la libertad de expresión está restringida, se han documentado casos de vigilancia masiva a través de cámaras con IA para identificar manifestantes o disidentes políticos. Lo que comenzó como una herramienta de seguridad puede convertirse fácilmente en un mecanismo de represión.

En 2021, Serbia implementó un sistema de reconocimiento facial en Belgrado, lo que llevó a protestas de grupos de derechos humanos que denunciaron su uso para identificar y hostigar a manifestantes.

“Es crucial que se establezcan salvaguardias robustas, que incluyan transparencia, consentimiento informado y límites estrictos en la recopilación y el uso de datos faciales, para evitar un futuro en el que la privacidad individual se vea comprometida en aras de la conveniencia o la seguridad”, enfatiza el académico.

En suma, no se trata de rechazar toda tecnología emergente, solo de conocer las reglas y los límites éticos claros antes de entregar datos importantes como el del rostro, el cual no debería ser una condición para acceder a servicios digitales.

En este tiempo donde la inteligencia artificial avanza sin freno, proteger la identidad facial es más urgente que nunca. Porque el rostro es más que una imagen, es una parte esencial de la identidad.

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