Tradición e innovación en diálogo: cuando el patrimonio se convierte en motor económico

Por Leny Chuquimia

En varias urbes de Bolivia los muros coloniales y las plazas históricas conviven con ciudades en expansión. A primera vista, la tradición y la innovación parecen fuerzas que se contraponen, pero en realidad -esa tensión- puede ser una oportunidad en la que la creatividad es el puente.

“Tenemos una gran cantidad de patrimonio cultural, no sólo en la parte arquitectónica, sino en las tradiciones y toda la parte inmaterial e intangible. Se necesita no solo del cobijo de políticas públicas, sino del fomento -a través de la creatividad- de nuevos eventos y formas de visibilizar el patrimonio, para que luego se convierta en un motor económico”,  señala Olimpia Peñaloza, investigadora del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES).

La experta fue parte del III Foro Internacional de Economía Creativa que se realizó en septiembre en la ciudad de El Alto. El evento, impulsado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, se consolida como un espacio de diálogo académico, artístico y productivo.

El patrimonio como recurso vivo

La discusión en Bolivia sobre cómo proteger y aprovechar su vasto patrimonio tangible e intangible se vuelve cada vez más urgente. La pregunta ya no es si se deben conservar las fachadas coloniales o los centros históricos, sino cómo reactivar su sentido en la vida cotidiana y hacer que generen valor.

Para Peñalosa, el reto pasa porque la sociedad comprenda que el patrimonio no es un freno al desarrollo, sino un recurso. Para ello, sostiene es importante la visibilización del valor que tiene la arquitectura patrimonial, la planificación urbana y la gestión de un centro histórico, para que no pierda su valor.

“Es muy importante la visibilización de la historia, para que las personas entiendan cómo nace, cómo crece, por qué se debe conservar, por qué se tienen que establecer líneas de restauración, de rehabilitación de los centros históricos en el área patrimonial y en otras áreas de la ciudad. La identidad que hay detrás de esto es sumamente importante para que esté dentro del ecosistema creativo”, afirma.

Ecosistemas creativos en movimiento

El concepto de “ecosistema creativo” va más allá de los arquitectos y urbanistas. Involucra a gobiernos municipales, universidades, comunidades de artesanos y emprendedores culturales. Ferias, festivales, exposiciones y proyectos de restauración pueden transformar la memoria en presente, dando al patrimonio un papel activo en la economía.

Lo interesante es que este enfoque no sólo reactiva espacios, sino que multiplica oportunidades. Una calle patrimonial puede convertirse en un circuito cultural; una iglesia restaurada, en un espacio de conciertos; una feria de tradiciones, en vitrina internacional. Todo ello genera ingresos, pero también refuerza identidades.

Repensar el éxito profesional

Para que esto sea sostenible, la formación académica debe replantear qué significa el éxito. Peñaloza es crítica con un sistema que reduce los logros a parámetros económicos, sin considerar el valor de la satisfacción y el sentido del trabajo creativo.

“Casi que el sistema nos marca una línea muy precisa de qué es lo que tenemos que hacer o qué es lo que se considera exitoso en una sociedad. Y dentro de estos ecosistemas creativos podemos ver que muchas veces la satisfacción del trabajo creativo es el éxito más grande que los creativos tienen per se”, resalta. 

Apunta que es necesario entender que las habilidades, aptitudes, talento y disciplina son importantes en el desarrollo de cualquier carrera, no solamente en una relacionada a lo creativo. Esto, sostiene, ayuda a que las bases de un profesional sean mucho más sólidas y los proyectos que trabaje sean más estables, porque habría algo por encima de lo económico, habría un sentido, un “alma dentro del proyecto”.

El alma de los proyectos

Ese “alma” de la que habla la investigadora es el intangible que sostiene a largo plazo a los proyectos culturales y urbanos. No aparece en balances financieros ni en planes de gobierno, pero define si una ciudad conserva su identidad o la pierde en el camino de la modernización.

Bolivia, con su riqueza cultural, tiene en sus manos la posibilidad de convertir el patrimonio en motor de desarrollo sostenible. No como un recurso que se extrae y se agota, sino como una plataforma viva de creatividad. En tiempos en que lo nuevo suele desplazar lo antiguo, la propuesta de reconciliar tradición e innovación no solo es necesaria, podría ser un modelo de desarrollo.

Fuente: Olimpia Peñaloza, investigadora del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES), speaker en el III Foro Internacional de Economía Creativa.

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