Tierras raras: el “oro verde” que puede transformar la economía de Bolivia
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La pantalla táctil de tu teléfono, los imanes de los motores eléctricos y los dispositivos de iluminación LED dependen de un grupo de elementos químicos con una denominación peculiar: las tierras raras. Aunque su nombre sugiere escasez, estos 17 elementos no son tan raros en la corteza terrestre; sin embargo, su extracción es compleja y costosa. Su importancia ha crecido exponencialmente en los últimos años debido a su papel en la transición energética y la tecnología avanzada.
Bolivia, un país tradicionalmente vinculado a la minería de estaño, zinc y litio, podría estar en el umbral de una nueva oportunidad económica. Recientes estudios han identificado un potencial significativo de tierras raras en su territorio, lo que podría posicionarlo como un actor clave en el suministro de estos minerales estratégicos.
¿Qué son las tierras raras y por qué son tan valiosas?
Las tierras raras incluyen elementos como el neodimio, el itrio y el escandio, esenciales para la fabricación de baterías de autos eléctricos, turbinas eólicas y pantallas electrónicas. Su demanda ha crecido aceleradamente en la última década, impulsada por la revolución tecnológica y la necesidad de reducir la dependencia de los combustibles fósiles.
“Los motores eléctricos utilizan imanes fabricados con tierras raras, como el neodimio, que es mucho más potente que los imanes convencionales de hierro. Gracias a esto, los motores pueden ser más pequeños y eficientes, lo que permite el desarrollo de vehículos eléctricos compactos y potentes”, explica Héctor Córdova, analista en minería de la Fundación Jubileo y exviceministro de Desarrollo Productivo Minero y Metalúrgico.
Sin estos elementos, la tecnología moderna simplemente no funcionaría como la conocemos. Desde la medicina hasta la industria aeroespacial, las tierras raras han pasado de ser un tema de interés científico a un recurso geopolítico de primer orden.
El potencial de Bolivia en tierras raras
Aunque Bolivia ha sido tradicionalmente reconocida por su riqueza en litio, también posee un potencial significativo en tierras raras. Según el Gobierno, se han identificado más de 17 variedades de estos elementos en territorio boliviano, con mayores concentraciones en los departamentos de Cochabamba, Potosí y Santa Cruz.
“El año 2024, el Gobierno nacional informó que Bolivia tiene más de 17 variedades de tierras raras, un potencial para la explotación y posterior industrialización”, señala un informe oficial.
Uno de los proyectos más prometedores es el de Manomó, en Santa Cruz, donde la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) ha realizado exploraciones intensivas. Hasta 2023, se habían obtenido 850 muestras en el cerro Manomó y 799 en el Rincón del Tigre. Las muestras confirmaron la presencia de 18 minerales raros, lo que convierte a esta región en un punto clave para futuras inversiones mineras.
Además, en Cochabamba se han identificado depósitos de uranio y titanio, mientras que en San Luis, Potosí, se han detectado rastros de cobalto y cobre. Estos descubrimientos abren una nueva posibilidad para Bolivia, no solo en la extracción de estos elementos, sino en su potencial industrialización.
Desafíos y oportunidades para Bolivia
Si bien el hallazgo de tierras raras en Bolivia genera expectativas, el país enfrenta importantes desafíos para convertir esta riqueza en una ventaja económica real. La explotación de estos elementos requiere inversiones significativas en infraestructura, tecnología y desarrollo de talento humano.
El experto indica que el mayor reto es evitar caer en la trampa de la exportación de materia prima sin valor agregado. Bolivia ha tenido experiencias previas con la minería tradicional y el litio, donde la falta de industrialización ha limitado los beneficios económicos.
“El mundo industrializado está en una carrera por asegurar el suministro de tierras raras y otros materiales estratégicos. Países como China, Estados Unidos y Europa están invirtiendo fuertemente en la exploración y explotación de estos recursos”, advierte Córdova.
China, que controla aproximadamente el 70 % de la producción mundial de tierras raras, ha convertido su dominio en una herramienta geopolítica, limitando las exportaciones y elevando los precios en momentos estratégicos. Frente a esto, otros países buscan diversificar sus fuentes de suministro, lo que podría jugar a favor de Bolivia si logra consolidar un modelo de extracción sostenible y competitivo.
El impacto ambiental y la necesidad de regulaciones sostenibles
Uno de los mayores desafíos asociados a la explotación de tierras raras es su impacto ambiental. La extracción y procesamiento de estos minerales generan residuos altamente contaminantes, lo que ha llevado a muchos países a replantear sus estrategias.
“Su producción a menudo se asocia con graves impactos en la naturaleza, ya que los procesos de extracción y refino son altamente tóxicos y generan grandes cantidades de residuos”, indica el American Geosciences Institute.
Para Bolivia, esto implica la necesidad de adoptar tecnologías limpias y regulaciones estrictas que minimicen el daño ambiental. La inversión en reciclaje de tierras raras también puede ser una alternativa viable. Actualmente, solo el 1% de estos materiales se recicla a nivel global, lo que representa una oportunidad de desarrollo en el marco de la economía circular.
Un futuro prometedor, pero incierto
Bolivia tiene ante sí la posibilidad de convertirse en un actor relevante en el mercado de tierras raras, pero este camino no está exento de desafíos. La clave estará en cómo el país gestione sus recursos, desde la exploración hasta la industrialización, asegurando que los beneficios sean equitativos y sostenibles.
El Gobierno ha reiterado que su objetivo es impulsar la industrialización de estos materiales, lo que permitiría al país no solo exportar minerales, sino también productos tecnológicos con mayor valor agregado. Sin embargo, para que esta visión se haga realidad, se necesitarán políticas claras, incentivos a la inversión y un compromiso con la sostenibilidad, dice Córdova.
En un escenario en el que la transición energética es una prioridad, las tierras raras se perfilan como un recurso estratégico. Bolivia tiene la oportunidad de posicionarse en este nuevo escenario, siempre que logre superar los desafíos logísticos, ambientales y económicos que implica su explotación.
“Si Bolivia confirma la existencia de yacimientos significativos de tierras raras, podría atraer inversiones y asociaciones internacionales. Sin embargo, el país debe prepararse para maximizar los beneficios de estos recursos”, concluye.
En este sentido, Kadir Lanza, director de la carrera de Ingeniería Económica y Financiera de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, señala que es necesario un marco normativo claro y predecible, que garantice seguridad jurídica para incentivar la inversión privada en este sector.
“En un escenario ideal, Bolivia debería implementar un marco normativo claro y predecible que garantice seguridad jurídica, fomente la inversión en capital y tecnología, y evite modelos ineficientes. La promoción de la competencia y la libre empresa facilitaría el desarrollo de infraestructura, la generación de empleo y la inserción en cadenas de valor globales”, manifiesta el académico.
Asimismo, el experto indica que desde la política pública, sería fundamental diseñar incentivos fiscales y normativos flexibles para la exploración, explotación y refinamiento de tierras raras, impulsando la transferencia tecnológica y el desarrollo de capacidades locales.
“Una gobernanza eficiente garantizaría transparencia en la gestión de contratos y una distribución equitativa de las regalías, priorizando la diversificación económica y la inversión en sectores estratégicos como educación e innovación”.
Este enfoque permitiría a Bolivia trascender el modelo extractivista tradicional y posicionarse como un actor clave en la industria tecnológica global, aprovechando su riqueza mineral de manera sostenible y competitiva. Para maximizar los beneficios, sería esencial establecer alianzas estratégicas con economías avanzadas, desarrollar infraestructura eficiente y adoptar un marco ambiental sostenible.
“De la misma manera, la creación de un fondo soberano garantizaría un uso responsable de las regalías, destinándolas a educación, innovación e infraestructura. El fortalecimiento del capital humano y la optimización de la logística facilitarían la integración de Bolivia en cadenas de valor globales, aprovechando su posición geopolítica y transformando este recurso en un motor de desarrollo sostenible y competitivo”, concluye Lanza.
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