Por Matias Philco
Uno de los riesgos más discutidos de la inteligencia artificial (IA) es su capacidad para recolectar, analizar y procesar grandes cantidades de datos personales. Las plataformas que utilizan algoritmos avanzados pueden rastrear prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas digitales, desde nuestras compras hasta nuestras conversaciones.
Esta situación plantea una interrogante: ¿Quién controla estos datos y cómo se utilizan? Si bien la IA mejora la personalización de servicios, también puede conducir a violaciones masivas de la privacidad si no se establecen regulaciones claras y seguras.
El abogado William Llanos, docente de la carrera de Derecho en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, advierte que “la IA puede generar consecuencias no previstas si no se regula adecuadamente. Desde la falta de transparencia en los algoritmos hasta la invasión a la privacidad, el marco legal actual no está preparado para estos desafíos tecnológicos”.
La IA tiene una capacidad sin precedentes para recolectar y analizar grandes cantidades de datos personales. Si bien esto facilita la personalización de servicios, también pone en riesgo la privacidad de los usuarios. Plataformas impulsadas por esta tecnología pueden seguir cada uno de nuestros pasos digitales.
Un informe del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte que el uso indebido de IA en la recolección de datos representa una «amenaza significativa» para el derecho a la privacidad. Sin regulaciones claras, el panorama de vigilancia masiva podría volverse una realidad preocupante.
En el caso boliviano, según el jurista, la regulación de la inteligencia artificial plantea una serie de desafíos pendientes porque el país aún no cuenta con una normativa integral que regule su uso.
“La falta de legislación específica pone en riesgo a los usuarios, ya que no existen salvaguardas claras sobre el uso de datos personales ni responsabilidades definidas para quienes desarrollan o implementan estas tecnologías”, afirma.
Responsabilidad y autonomía
Otro dilema crucial es la responsabilidad cuando la IA falla. Si un coche autónomo causa un accidente o una IA médica toma una decisión errónea, ¿quién asume la culpa? La falta de marcos legales claros en cuanto a la responsabilidad de los sistemas autónomos representa un desafío ético y legal que debe resolverse.
A medida que delegamos más decisiones a las máquinas, surge una cuestión clave sobre la autonomía humana: ¿estamos cediendo demasiado control a los algoritmos? La posibilidad de perder la capacidad de tomar decisiones críticas en nuestras vidas es un riesgo que debe ser abordado.
Llanos menciona algunos consejos clave relacionados con los riesgos éticos de la inteligencia artificial (IA) que debemos tener en cuenta:
- Impulsar la educación en IA: promover la alfabetización tecnológica es clave. Estudiantes, profesionales y la sociedad en general deben estar informados sobre el funcionamiento de la IA y sus implicaciones.
- Garantizar la responsabilidad: es vital crear mecanismos legales que asignen responsabilidades claras en caso de fallos o daños causados por sistemas de IA.
- Prevenir el uso malintencionado de la IA: es necesario prever los usos potencialmente peligrosos de la IA, como sistemas de vigilancia masiva. Esto debe estar en la agenda de los legisladores y organismos internacionales de seguridad.
- Desarrollar IA ética desde el diseño: los desarrolladores deben incorporar principios éticos desde el diseño de los sistemas de IA, priorizando el bienestar humano y evitando decisiones automatizadas.
La inteligencia artificial promete enormes avances, pero los riesgos éticos son igualmente significativos. La privacidad, la equidad y la seguridad global están en juego.
A medida que la IA se integra cada vez más en nuestras vidas, es imprescindible que tanto legisladores como tecnólogos trabajen juntos para establecer normas claras que protejan a los ciudadanos, aseguren una distribución justa de los beneficios y mitiguen los peligros potenciales.