¿Qué ocurre en nuestra mente al usar las redes sociales?

Por Paula Beatriz Cahuasa

Imagen Unifranz

Por Jorge López

En cada “like” que recibimos, nuestro cerebro reacciona como si obtuviera una pequeña recompensa. Esto no es una metáfora ya que existe una liberación de dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer. Las redes sociales están diseñadas para activar esta respuesta, creando una experiencia adictiva que simula la sensación de logro, sin requerir demasiado esfuerzo. Es un sistema de recompensa digital que engancha a millones de personas a diario.

“La dopamina genera una gratificación inmediata que nos atrapa. Nuestro cerebro interpreta cada notificación como un pequeño triunfo digital. Ese pequeño golpe químico de placer hace que volvamos una y otra vez, buscando la próxima validación social”, explica Cristofer Ortiz Flores, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

La dopamina es la misma sustancia que se activa cuando comemos chocolate, ganamos un premio o recibimos una caricia. En redes sociales, su liberación se activa cada vez que algo nos hace sentir validados o populares: un comentario, una etiqueta, una historia vista. Esto hace que queramos volver a abrir la app una y otra vez. Se trata de una recompensa intermitente, como en una máquina tragamonedas, donde no sabemos cuándo llegará el siguiente golpe de satisfacción.

“Este mecanismo de recompensa, al igual que otros asociados a conductas adictivas, es utilizado por las redes sociales para mantenernos conectados. La estructura de notificaciones y reacciones no es casual, está pensada para condicionar nuestra conducta digital”, afirma Ortiz. 

Este sistema de recompensas afecta directamente a la corteza prefrontal, la parte del cerebro que regula la toma de decisiones y el autocontrol. Al estar constantemente expuesta a estímulos inmediatos, esta zona se ve afectada: se vuelve más impulsiva, menos reflexiva. Por eso, muchas veces revisamos redes sin pensar, incluso sabiendo que deberíamos estar haciendo otra cosa. La gratificación inmediata sobrepasa la lógica y la planificación.

“Cuando la corteza prefrontal se ve sobreexpuesta a estímulos digitales, perdemos la capacidad de tomar decisiones reflexivas. Nos volvemos más impulsivos, más reactivos, y eso afecta tanto nuestro rendimiento académico como nuestras relaciones personales”, comenta el docente. 

La interacción social también tiene un papel importante. El cerebro humano evolucionó para vivir en comunidad, así que estar conectados con otros es vital. Las redes sociales explotan esta necesidad: ver qué hacen nuestros amigos, recibir atención o compararnos con otros activa las mismas áreas cerebrales involucradas en las relaciones cara a cara. Sin embargo, esta conexión no siempre es real ni saludable, y puede generar ansiedad o baja autoestima.

“La sobreexposición a vidas editadas y logros ajenos puede distorsionar el autoconcepto. En lugar de reforzar nuestra identidad, las redes generan una dependencia emocional hacia la opinión pública y la apariencia idealizada de los demás”, sostiene el experto. 

El uso constante de redes modifica también la forma en que memorizamos. La información que se consume en plataformas como TikTok, Instagram o X (antes Twitter) es breve, inmediata y fragmentada. Esto limita la capacidad del hipocampo para procesar recuerdos de largo plazo. El cerebro se acostumbra a estímulos rápidos y se vuelve menos eficiente en tareas que requieren concentración o análisis profundo. A largo plazo, esto puede dificultar el aprendizaje y la atención sostenida.

“Estamos entrenando al cerebro para reaccionar rápidamente, sin filtrar emociones ni evaluar consecuencias. Esta hiperactividad emocional que promueven las redes termina dificultando la empatía, la autorregulación y el diálogo sereno”, concluye Cristofer Ortiz Flores.

Otro efecto comprobado es la activación de la amígdala, una estructura que regula las emociones, especialmente las negativas. Los contenidos polémicos o sensacionalistas aumentan su actividad, generando reacciones como enojo o miedo. Las redes lo saben, por eso el algoritmo prioriza publicaciones que generan polémica. Esto puede distorsionar nuestra percepción del mundo, haciéndolo parecer más conflictivo o violento de lo que realmente es.

¿Cómo usar las redes sociales con conciencia y cuidar tu salud mental?

La Asociación Americana de Psicología (APA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) han emitido recomendaciones para un uso consciente de las redes sociales. Estas pautas buscan reducir el impacto negativo en la salud mental, mejorar el bienestar emocional y promover una experiencia digital saludable:

  1. Limitar el tiempo de uso diario: se recomienda no exceder las dos horas al día en plataformas sociales. Según la APA, el uso excesivo puede incrementar el riesgo de ansiedad y depresión, especialmente en adolescentes.
  2. Silenciar o dejar de seguir cuentas que afectan la autoestima: Unicef aconseja evitar comparaciones constantes. Si un perfil genera malestar o inseguridad, lo más saludable es dejar de seguirlo o ajustar la configuración del contenido que aparece.
  3. Evitar el uso antes de dormir: la exposición a pantallas afecta el sueño. La APA sugiere desconectarse al menos una hora antes de acostarse para permitir que el cerebro se relaje y mejore la calidad del descanso.
  4. Revisar con conciencia el contenido que se consume: priorizar cuentas educativas, culturales o de bienestar emocional ayuda a usar las redes de forma constructiva. Unicef promueve el pensamiento crítico para identificar noticias falsas o contenido nocivo.
  5. Fomentar las interacciones reales fuera de la pantalla: la conexión digital nunca reemplaza el contacto cara a cara. La APA enfatiza la importancia de cultivar amistades reales, practicar deportes o simplemente conversar sin pantallas de por medio.
  6. Hacer pausas digitales regulares: tomarse descansos semanales o diarios de las redes permite al cerebro descansar y reducir el estrés. Esta práctica es recomendada tanto por Unicef como por la Asociación de Pediatría de EE.UU.
  7. Hablar sobre lo que se ve en redes: conversar con personas de confianza sobre el contenido que impacta emocionalmente permite procesarlo mejor. Unicef sugiere que padres y educadores acompañen este proceso en niños y jóvenes.

El cerebro humano no distingue entre lo real y lo digital cuando se trata de emociones y recompensas. Cada interacción en redes sociales tiene un impacto neuronal concreto, que puede ser tanto positivo como perjudicial, según el contexto y el uso. Comprender cómo funciona esta maquinaria interna es clave para desarrollar una relación más sana con las plataformas. La tecnología no es el problema, sino nuestra forma de usarla sin conciencia ni límites.

avatar de autor
Paula Beatriz Cahuasa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *