“No necesitamos un gran propósito para creer que nuestra vida tiene sentido”: el viaje resiliente de Valeria Rivero

Por Manuel Joao Filomeno Nuñez

A sus 25 años, Valeria Rivero habla con una claridad que parece haber sido trabajada capa por capa, igual que los prototipos que diseña en el Fab Lab Santa Cruz. 

“Creo que no necesitamos un gran propósito para creer que nuestra vida tiene sentido; simplemente tener pasión por lo que hacemos para crear un impacto significativo desde donde estamos”, afirma con la serenidad de quien conoce el peso de sus propias raíces.

Esa frase revela la esencia del momento que vive: una etapa de consolidación, donde su historia personal se enlaza con un proyecto que promete transformar la vida de comunidades que, como la suya, han estado históricamente al margen de los servicios básicos.

Su inventiva y ganas de cambiar al mundo la han llevado a compartir su experiencia en la charla TEDx Unifranz 2025, el próximo 10 de diciembre en Cochabamba.

Valeria nació en Guayaramerín, en el Beni, un territorio amazónico donde la belleza natural convive con profundas deficiencias estructurales. Su infancia, lejos de ser ajena a esas carencias, estuvo marcada por ellas. De la mano de su padre, ingeniero eléctrico, recorría poblaciones que sobrevivían sin energía, sin saneamiento y con una precariedad que parecía normalizada. 

“Es algo que me marcó y me ayudó a encontrar mi vocación”, recuerda. Aquellas visitas se convirtieron en una escuela silenciosa, un mapa temprano de las desigualdades que más tarde buscaría enfrentar desde la ingeniería.

Entre esas memorias hay una que sobresale con nitidez: la inundación de 2008 en el Beni. Tenía apenas ocho años, pero la experiencia la atravesó por completo. 

“Fue una situación muy crítica… desde la niñez uno cree que es algo ideal llenarse de agua, pero te das cuenta de las necesidades, de la deficiencia de la vivienda, de cómo influye en la educación y en la calidad de vida”. Ese episodio no sólo reveló cuán frágiles podían ser los entornos, sino también cómo el acceso a servicios básicos puede decidir el rumbo de una vida. Años después, esa comprensión se transformaría en motor.

Consciente de las limitaciones educativas de su región, Valeria se trasladó a Santa Cruz para estudiar Ingeniería Electromecánica, impulsada por sus padres y por el deseo de ampliar oportunidades. Allí encontró un espacio inesperado: el naciente Fab Lab Santa Cruz. 

“Fui la primera voluntaria del Fab Lab, cuando no había nada aún”, recuerda. En su primer día, apenas había unas cuantas máquinas y herramientas dispersas, y la idea misma de lo que significaba un laboratorio de fabricación digital era desconocida para la mayoría. La falta de voluntarios, la escasa comprensión del modelo y la incertidumbre del proyecto marcaron los primeros meses. “No le daban seriedad al proyecto ni a la magnitud de lo que podíamos lograr”.

Sin embargo, el Fab Lab comenzó a tomar forma. Con la llegada de más jóvenes curiosos, con talleres, ferias y el impulso de la comunidad maker, el espacio se transformó en un centro de aprendizaje colaborativo. Valeria, que estuvo allí desde que el laboratorio era apenas una idea, se convirtió en pieza clave para consolidar la cultura de experimentación y creatividad que hoy lo caracteriza.

Ese crecimiento coincidió con otra evolución en su vida: el nacimiento de Uneco-Energy, el proyecto que actualmente concentra su mayor foco. Uneco —del mojeño-trinitario une, “agua”— busca resolver un problema urgente y cotidiano: la falta de acceso a energía y saneamiento que afecta a numerosas comunidades bolivianas. El sistema se basa en biodigestores que aprovechan la descomposición de materia orgánica, especialmente heces de animales, para producir metano. Ese biogás puede suplir el uso de gas domiciliario para cocinar, y también generar electricidad mediante una pequeña turbina. Además, produce abono que ayuda a recuperar suelos degradados por la ganadería intensiva.

Pero más allá del componente técnico, para Valeria el proyecto es profundamente emocional. “Tengo una relación amor-odio con este proyecto… al principio fue complicado, fue duro, pero cada biodigestor generaba resiliencia en la comunidad, autonomía e independencia para quienes lo usaban”. No se trata solo de proveer energía; se trata de devolver dignidad y reducir la dependencia de sistemas costosos o inaccesibles.

Uneco nació en el programa Mujeres 360 de la Embajada de Estados Unidos y obtuvo un premio semilla en las Olimpiadas del Conocimiento de la Fundación Coca-Cola en 2022. Con ese capital y con las máquinas del Fab Lab, Valeria construyó el primer prototipo a escala, hoy exhibido en el laboratorio como herramienta educativa. Actualmente ya existe un biodigestor en funcionamiento en la comunidad de Saavedra, un avance que valida la propuesta y abre camino a nuevas instalaciones.

En su discurso emerge una constante: la búsqueda de igualdad de oportunidades. “Para tener igualdad de oportunidades, debemos empezar brindando servicios dignos a la población”, dice con firmeza. Su mensaje, lejos de promover metas grandilocuentes, invita a reconocer el poder de lo pequeño, de lo cotidiano, de lo posible. Su propia historia es prueba de ello: una niña que aprendió a leer la realidad desde la vulnerabilidad, una joven que encontró en la ingeniería una herramienta de cambio, una voluntaria que vio nacer un laboratorio desde cero y una profesional que hoy impulsa soluciones diseñadas para quienes más las necesitan.

Valeria Rivero está construyendo un camino donde tecnología, comunidad y memoria se encuentran. Un camino que empezó con el agua que inundó su casa y hoy fluye hacia proyectos que buscan transformar vidas, una comunidad a la vez.

Rivero será speaker del TEDx Unifranz 2025, una iniciativa de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz). 

La universidad explica que el TEDx no es solo una sucesión de charlas, sino un laboratorio de ideas vivas, un punto de encuentro entre quienes buscan comprender y transformar su entorno. La expectativa no surge del espectáculo, sino de la sensación de que, por unos minutos, es posible mirar el mundo desde un ángulo completamente distinto.

En Cochabamba, Bolivia, se aproxima la quinta versión del formato. El 10 de diciembre se volverán a escuchar voces diversas que se atreven a narrar, explicar, desafiar y proponer. 

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