Hormona del crecimiento: el impulso médico que redefine el desarrollo físico

De laboratorio en laboratorio, la ciencia médica ha ido transformando la manera en que entendemos el desarrollo humano. Uno de los avances más notables en las últimas décadas es el uso terapéutico de la hormona del crecimiento humano (hGH), una sustancia natural que —cuando se administra correctamente— puede cambiar radicalmente la vida de quienes enfrentan dificultades de crecimiento, problemas metabólicos o incluso ciertas afecciones asociadas al envejecimiento.
Los tratamientos con hGH ya no son ciencia ficción: son una realidad clínica con resultados positivos comprobados. Sin embargo, el uso indebido o sin supervisión de esta hormona también ha encendido alertas en la comunidad médica por sus posibles efectos secundarios y su creciente utilización con fines estéticos. Frente a este panorama, una investigación desarrollada por docentes y estudiantes de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz se pregunta: ¿cómo hacer que este tratamiento sea más accesible, seguro y ético?
“La hormona del crecimiento tiene un impacto directo en la altura de las personas, pero también en múltiples funciones celulares. Por eso su estudio es tan importante en países como Bolivia, donde tenemos uno de los promedios de estatura más bajos del continente”, explica Marina Guarachi, docente de Bioquímica y Farmacia en Unifranz, además de responsable académica, quien acompaña de cerca el proceso de investigación con sus estudiantes.
Mucho más que altura: ¿para qué sirve la hGH?
La hormona del crecimiento, producida naturalmente por la glándula pituitaria, regula el crecimiento físico en niños y adolescentes, y participa en la regeneración celular, el desarrollo muscular y la densidad ósea a lo largo de la vida. Cuando existe una deficiencia hormonal diagnosticada clínicamente, el tratamiento con hGH puede ser la clave para alcanzar un desarrollo físico adecuado.
Pero los beneficios van más allá de la infancia. En adultos, algunos estudios han señalado que la administración controlada de esta hormona puede mejorar la masa muscular, reducir el tejido adiposo, aumentar la densidad ósea e incluso mejorar perfiles lipídicos. Se ha reportado, por ejemplo, que puede elevar los niveles de colesterol bueno (HDL) y reducir el colesterol malo (LDL), especialmente en pacientes con niveles hormonales bajos.
También existen investigaciones que exploran su aplicación como terapia antienvejecimiento, al observar mejoras en la textura de la piel, producción de colágeno y vitalidad general.
Sin embargo, como advierte la doctora Guarachi, “estos tratamientos deben realizarse bajo estrictos controles médicos y nunca deben aplicarse sin diagnóstico previo, ya que existen rangos normales de esta hormona según la edad”.
El uso de la hormona con fines estéticos o de rendimiento deportivo —como en el caso de jóvenes que buscan aumentar masa muscular rápidamente— ha crecido en los últimos años. Esto ha generado preocupación entre especialistas, quienes advierten que su aplicación sin supervisión puede desencadenar efectos secundarios graves, como hipertensión, resistencia a la insulina, crecimiento anormal de órganos o problemas articulares.
La regulación internacional establece que la hGH sólo debe administrarse cuando el paciente presenta niveles hormonales por debajo de los estándares clínicos. Para determinar esto, se deben realizar análisis específicos y establecer protocolos personalizados, generalmente bajo el seguimiento conjunto de un endocrinólogo, pediatra y nutricionista. La administración debe ser precisa en cuanto a dosis, frecuencia y duración.
A lo largo de la historia, la ciencia ha buscado formas de producir esta hormona de manera segura y eficiente. De extracciones animales (ineficaces) se pasó a fuentes humanas y, finalmente, a la síntesis en laboratorio mediante tecnología de ADN recombinante. Es este avance el que inspira el proyecto integrador que actualmente desarrollan en Unifranz.
Una fábrica de hormonas en una bacteria: el proyecto integrador PI 813
Un grupo de estudiantes de octavo semestre de la carrera de Bioquímica y Farmacia de Unifranz trabaja en una investigación que podría revolucionar la forma de producir hormona del crecimiento en Bolivia. El proyecto, denominado “Obtención de hormona del crecimiento a partir de Escherichia coli”, se enmarca en los Proyectos Integradores de la universidad y busca replicar a escala académica los procesos utilizados por la industria farmacéutica internacional.
“Insertamos el gen humano que codifica la hormona dentro de un plásmido bacteriano, para que E. coli actúe como microfábrica biológica”, explica Guarachi, quien lidera el proyecto. En otras palabras, se modifica genéticamente a la bacteria para que produzca hGH de forma eficiente. Luego, la hormona es purificada mediante métodos avanzados que eliminan impurezas y garantizan su seguridad para uso clínico.
El proceso combina conocimientos de biología molecular, genética, bioseguridad y farmacotecnia. Además de la síntesis hormonal, los estudiantes aprenden a purificar proteínas usando tecnologías específicas, como perlas con metales que capturan la hormona marcada con etiquetas moleculares, permitiendo separarla del resto del contenido bacteriano.
Este tipo de investigación permite formar profesionales con dominio de técnicas de vanguardia, mientras se desarrolla un producto potencialmente útil para tratar trastornos de crecimiento infantil en el país.
Biotecnología con impacto social: ciencia que responde a problemas reales
En Bolivia, el acceso a tratamientos hormonales es limitado y costoso. Según datos internacionales, el país tiene una de las estaturas promedio más bajas de la región —1,63 metros en hombres y 1,51 en mujeres—, lo que podría estar vinculado no sólo a factores genéticos, sino también a carencias nutricionales y falta de atención médica especializada en etapas clave del desarrollo.
Ante esta realidad, investigaciones como el proyecto PI 813 no solo tienen valor académico, sino también potencial transformador en la salud pública. Al producir hormona de crecimiento de forma más económica, con estándares de calidad y desde un enfoque científico local, se abre la puerta a tratamientos más accesibles para niños y adolescentes con deficiencias hormonales en Bolivia.
“El objetivo no es solo que nuestros estudiantes aprendan a manejar una técnica, sino que comprendan su utilidad social. La ciencia tiene que responder a necesidades concretas”, sostiene Guarachi.
Este proyecto se enmarca en la filosofía de los Proyectos Integradores que impulsa Unifranz: articular teoría, práctica e investigación para que el aprendizaje trascienda el aula. Los estudiantes no solo diseñan y ejecutan protocolos científicos; también desarrollan pensamiento crítico, compromiso ético y sensibilidad ante los problemas del entorno.