Por Manuel Filomeno
Reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, aprender a gestionar nuestras emociones, ser empáticos y motivarnos son habilidades claves en el desarrollo emocional de las personas.
Este conjunto de capacidades es conocido como inteligencia emocional y se refiere a la habilidad de entender, usar y administrar nuestras propias emociones en formas que reduzcan el estrés, ayuden a comunicar efectivamente, empatizar con otras personas, superar desafíos y aminorar conflictos.
Un nivel alto de inteligencia emocional nos permite forjar relaciones sanas y equilibradas dentro del núcleo familiar, en la escuela y en el trabajo. También es la herramienta básica para la autocrítica positiva, un recurso muy útil para aproximarnos sin juicio a nuestras propias cualidades y áreas de oportunidad con un propósito de mejora.
“La inteligencia emocional tiene que ver con la gestión que tenemos de nuestras propias emociones iniciando por el reconocimiento de las mismas, de las situaciones, en qué momento tenemos estas emociones, reconocer las emociones de los demás y ser empáticos con éstas y saber gestionar mis emociones y las emociones del otro”, explica Tatiana Montoya, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
La experta indica que la inteligencia emocional puede dividirse en dos áreas, o en dos ámbitos, adentro y afuera, inteligencia intrapersonal e interpersonal.
La inteligencia intrapersonal se refiere a la capacidad de formar un modelo realista y preciso de uno mismo, reconocer nuestros sentimientos y usarlos como guía en la conducta.
“Es importante saber en qué momento siento rabia o alegría; en qué momento siento frustración. El autoconocimiento es clave. Desde niños, tendríamos que saber reconocer las emociones, acorde a cada situación”, puntualiza Montoya.
Mientras que la inteligencia interpersonal, es la capacidad de comprender a los demás y de relacionarse adecuadamente con otras personas, siendo empático y considerado.
“Tiene que ver con la empatía, el saber cómo se siente el otro, ¿qué estará pasando?, ¿cómo está emocional y racionalmente? También tiene que ver con la comunicación, cómo comunico mi molestia, cómo comunica el otro su molestia”, afirma la académica.
Más allá de estos ámbitos, la inteligencia emocional está compuesta por cinco aptitudes emocionales y sociales básicas. Estas son:
- Conocimiento de uno mismo
Saber qué sentimos en cada momento y utilizar esas preferencias para orientar nuestra toma de decisiones.
Se trata de la habilidad de reconocer y comprender nuestras propias emociones y cómo éstas impactan a otros. Es el primer paso para generar una introspección de auto evaluación para identificar aspectos de conducta o emoción en nuestro perfil psicológico que sería positivo cambiar, ya sea para estar más en paz con nosotros mismos o para adaptarnos a determinada situación.
La autoconciencia también cubre la necesidad de reconocer lo que nos motiva y nos provee de realización.
- Autorregulación
Manejar nuestras emociones de modo que faciliten nuestras tareas en vez de estorbarnos y recuperarnos bien de las tensiones emocionales.
Esta habilidad se centra en el desarrollo de la capacidad para manejar sentimientos adversos y adaptarse a cambios. Las personas que dominan la autorregulación son buenas para la resolución de conflictos, la rapidez de reacción y la gestión de responsabilidad o liderazgo.
- Motivación
Avanzar hacia nuestros objetivos y perseverar frente a contratiempos y frustraciones, es una pieza clave para alcanzar nuestras metas.
La inteligencia emocional nos da las herramientas para automotivarnos, con un enfoque a la realización y satisfacción personal, moviendo a un segundo plano la necesidad de reconocimiento o recompensa externa. Bajo este contexto, el compromiso que se asume por y para uno mismo es más fuerte que el que depende de las reacciones y perspectivas de otras personas.
- Empatía
Se trata de percibir lo que sienten los demás, ser capaces de ver las cosas desde su perspectiva y cultivar la afinidad con una amplia diversidad de personas.
La capacidad de reconocer y entender cómo se sienten otras personas y tomar en cuenta estas emociones antes de continuar. Esta nos permite comprender las dinámicas que influencian las relaciones que gestionamos tanto en la esfera familiar, como la escolar y la profesional.
- Habilidades sociales
Manejar bien las emociones en una relación, interactuar sin dificultad, negociar y resolver conflictos para la cooperación y el trabajo en equipo es, también, clave.
Se forma de los mecanismos necesarios para entender las emociones de otros, establecer una distancia entre éstas y las nuestras al mismo tiempo que construimos un canal de comunicación para conectar con la gente con la que interactuamos. En el ejercicio de estas facultades se obtienen habilidades como la escucha activa y la comunicación asertiva verbal y no verbal.