Formar personas, no solo profesionales: el poder de la inteligencia emocional

Imagen Unifranz

En un entorno cada vez más desafiante para estudiantes y docentes, la inteligencia emocional se posiciona como una competencia esencial. No se trata solo de dominar contenidos académicos, sino de aprender a reconocer lo que sentimos, gestionar emociones bajo presión, relacionarnos con otros y mantenernos motivados ante la frustración. En la educación moderna, formar personas emocionalmente inteligentes ya no es opcional: es urgente.

“La inteligencia emocional tiene que ver con la gestión que tenemos de nuestras propias emociones, iniciando por el reconocimiento de las mismas, de las situaciones, en qué momento tenemos estas emociones, reconocer las emociones de los demás y ser empáticos con éstas y saber gestionar mis emociones y las emociones del otro”, afirma Tatiana Montoya, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Montoya enfatiza que esta habilidad se construye desde dos grandes dimensiones: la inteligencia intrapersonal, que permite conocernos y regular nuestras emociones, y la inteligencia interpersonal, centrada en la empatía y la relación con los demás.

En el primer ámbito, se trata de saber cómo nos sentimos, cuándo y por qué. “Es importante saber en qué momento siento rabia o alegría; en qué momento siento frustración. El autoconocimiento es clave. Desde niños, tendríamos que saber reconocer las emociones, acorde a cada situación”, explica Montoya, destacando la necesidad de incluir esta competencia desde la educación inicial.

En la dimensión interpersonal, la especialista señala que no basta con comprender al otro: también se trata de comunicar adecuadamente nuestras emociones. “Tiene que ver con la empatía, el saber cómo se siente el otro, ¿qué estará pasando? ¿Cómo está emocional y racionalmente? También tiene que ver con la comunicación, cómo comunico mi molestia, cómo comunica el otro su molestia”, sostiene.

En el aula, esto se traduce en estudiantes capaces de manejar la frustración frente a un examen difícil, de comprender la tristeza de un compañero o de resolver un conflicto sin recurrir al grito o la violencia. Y en los docentes, se refleja en una mayor capacidad para mantener el equilibrio emocional frente a la presión, el cansancio o la diversidad de situaciones que enfrentan a diario.

Los cinco componentes clave de la inteligencia emocional

Más allá de estas dos dimensiones, Montoya identifica cinco componentes fundamentales que conforman la inteligencia emocional. Comprenderlos y desarrollarlos puede marcar la diferencia no solo en el ámbito académico, sino en todas las áreas de la vida.

  1. Conocimiento de uno mismo

Este componente implica la capacidad de reconocer lo que sentimos en cada momento y cómo eso influye en nuestras decisiones. No es lo mismo sentirse irritado que frustrado o triste: poder nombrar la emoción con precisión es el primer paso para gestionarla.

Además, el autoconocimiento permite detectar lo que nos motiva y lo que nos bloquea, y evaluar objetivamente nuestras propias fortalezas y debilidades. En palabras de Montoya, es el punto de partida para toda gestión emocional.

  1. Autorregulación

Una vez que reconocemos nuestras emociones, el siguiente paso es saber manejarlas de forma constructiva. La autorregulación no significa reprimir lo que sentimos, sino expresarlo de manera adecuada.

Las personas con buena autorregulación son capaces de tolerar la frustración, reaccionar con calma en situaciones tensas y adaptarse al cambio. En el contexto educativo, esto se traduce en estudiantes que no se bloquean ante un mal resultado, sino que aprenden de él.

Montoya subraya que este componente es vital también para los docentes, que deben enfrentar el estrés cotidiano sin perder la capacidad de respuesta emocional equilibrada.

  1. Motivación

Este componente se refiere a la energía interna que nos impulsa a actuar y perseverar, incluso ante los obstáculos. Las personas emocionalmente inteligentes no necesitan una recompensa externa constante; encuentran satisfacción en el proceso y en el propósito que guía sus acciones.

En el aula, esta motivación se refleja en estudiantes que no se rinden fácilmente y que desarrollan una actitud positiva frente al aprendizaje, incluso cuando las cosas no salen como esperaban.

Montoya enfatiza que esta motivación intrínseca se cultiva desde el entorno: “El apoyo emocional y el reconocimiento del esfuerzo, más que del resultado, son fundamentales para desarrollar esta habilidad”.

  1. Empatía

La empatía es la capacidad de comprender lo que otros sienten y actuar en consecuencia. Implica ponerse en el lugar del otro, no desde la lástima, sino desde la comprensión activa.

En el entorno escolar, la empatía permite prevenir el acoso, fortalecer la convivencia y construir relaciones más solidarias. Los estudiantes empáticos son más respetuosos, más colaborativos y más conscientes del impacto de sus palabras y acciones.

Montoya remarca que “ser empático no es solo entender con la cabeza, sino también con el corazón”, y que esta habilidad se entrena tanto en casa como en la escuela.

  1. Habilidades sociales

Este último componente abarca la capacidad de interactuar eficazmente con los demás, construir vínculos saludables, resolver conflictos y colaborar en equipo.

Incluye competencias como la escucha activa, la comunicación asertiva y la capacidad de negociar con respeto. En un entorno educativo, estas habilidades fortalecen no solo el clima escolar, sino también los aprendizajes colectivos.

“Relacionarse bien con otros no es un talento innato; es una habilidad que se aprende, se entrena y se mejora constantemente”, asegura Montoya.

Un aprendizaje que transforma vidas

Desarrollar la inteligencia emocional es una tarea de todos los días y un proceso continuo. Pero sus beneficios son tangibles: mejor desempeño académico, relaciones más sanas, menos violencia escolar y mayor bienestar general.

Para Montoya, la clave está en educar con conciencia emocional, en enseñar a los niños no solo a sumar y restar, sino también a reconocer lo que sienten y respetar lo que sienten los demás.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *