Empatía, la razón por la cual la IA jamás podrá reemplazar a los abogados

Imagen Unifranz

El vertiginoso avance de la inteligencia artificial (IA) desató un debate global sobre el futuro de las profesiones, entre ellas, la abogacía. Si bien las capacidades de la IA se expanden rápidamente, hay elementos del ejercicio profesional que siguen siendo exclusivamente humanos. La capacidad de comprender el sufrimiento de otro, de interpretar contextos sociales y emocionales, y de tomar decisiones basadas en la ética y la compasión, son aspectos que difícilmente podrá replicar un algoritmo.

“Uno de los elementos importantes es la empatía. Los robots, la inteligencia artificial no van a poder todavía empatizar con las personas, con sus situaciones, con sus casos porque les falta muchas cualidades humanas. Eso es propio del ser humano y también de la actividad jurídica”, afirma Alberto Salamanca, director de la carrera de Derecho de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

La discusión sobre el rol de la IA en profesiones humanas alcanzó mayor notoriedad cuando el empresario y visionario tecnológico Elon Musk lanzó una advertencia que resonó en todo el mundo. En una publicación realizada en X (antes Twitter), Musk aseguró que la inteligencia artificial pronto superará a médicos y abogados “por un margen significativo” e incluso sugirió que dominará casi todas las actividades humanas. Su postura, aunque polémica, refleja una creciente preocupación sobre la obsolescencia de ciertas funciones profesionales en manos de sistemas inteligentes.

Evidencia no falta, aplicados al ámbito jurídico, los algoritmos pueden analizar jurisprudencia, evaluar riesgos legales o predecir el resultado probable de un litigio. Sin embargo, entre la eficiencia mecánica y la sensibilidad humana, persiste una diferencia fundamental.

Salamanca es enfático en afirmar que, a pesar del avance tecnológico, el derecho no puede prescindir del componente humano. “Es importante que también nosotros podamos actualizarnos en actividades tecnológicas, inteligencia artificial, etcétera, para atender todas las necesidades de la sociedad”, señala. 

Reconoce que los abogados ya están incorporando herramientas basadas en IA, como chatbots legales, automatización de contratos y análisis predictivo de casos. Pero también advierte que estas funciones, aunque útiles, no sustituyen el papel crítico del abogado como intérprete y defensor de la justicia.

En efecto, la práctica del derecho ha empezado a integrarse al ecosistema tecnológico. Desde la redacción de documentos hasta el análisis de precedentes judiciales, la IA representa una aliada poderosa. La automatización permite revisar grandes volúmenes de datos con mayor rapidez, identificando patrones relevantes, errores o ambigüedades. Esto se traduce en mayor eficiencia y precisión, elementos clave en sistemas judiciales colapsados por la burocracia o la retardación de justicia.

“La automatización se ha convertido en un elemento clave, ya que los algoritmos de IA pueden llevar a cabo tareas repetitivas, como revisar documentos legales e identificar precedentes”, explica Salamanca. “Este proceso automatizado no solo agiliza el trabajo, sino que también reduce la posibilidad de errores en los textos legislativos”.

Más allá del análisis documental, la inteligencia artificial también está incursionando en áreas como el análisis predictivo, mediante el cual se pueden evaluar casos anteriores y proyectar posibles resultados legales. En un entorno donde cada sentencia puede sentar un precedente, estas capacidades resultan invaluables.

Sin embargo, la adopción de estas tecnologías también plantea riesgos. La IA puede heredar los sesgos presentes en los datos con los que fue entrenada, lo que podría comprometer principios fundamentales como la equidad y la imparcialidad. 

“Aunque la IA ofrece mejoras sustanciales en la eficiencia del proceso y la calidad de la redacción legal, no está exenta de desafíos éticos y legales”, advierte Salamanca.

El uso de inteligencia artificial en la abogacía también requiere una renovación en la formación profesional. Las facultades de Derecho deben incorporar competencias tecnológicas en sus planes de estudio, preparando a los futuros abogados para un entorno cada vez más digital, sin perder de vista la esencia humanista del derecho.

Frente al dilema entre el progreso tecnológico y la integridad profesional, la clave está en la integración, no la sustitución. La IA puede asumir funciones operativas, pero el razonamiento ético, la interpretación crítica del contexto y la empatía seguirán siendo fortalezas del ser humano. En ese sentido, el futuro de la abogacía no será sin los abogados, sino con abogados capacitados en herramientas digitales y firmemente arraigados en valores humanos.

avatar de autor
Manuel Joao Filomeno Nuñez

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *