El sabor es la carta de presentación para la marca de un país

Por Leny Chuquimia

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En la competencia global por atraer turistas, inversiones y reconocimiento cultural, los países ya no solo se muestran con paisajes o monumentos, también se presentan a través de sus cocinas. En ese escenario, la gastronomía se ha consolidado como uno de los pilares más sólidos de la marca país. 

“La gastronomía es superimportante para la marca país, junto a la cultura, la diversidad de la naturaleza, los paisajes y los atractivos turísticos. Ahora el turismo está muy enfocado en crear experiencias y gran parte de estas se dan en los restaurantes, desde lo tradicional y la alimentación básica hasta la alta cocina que brinda vivencias mucho más complejas”, sostiene Mauricio López, cocinero de Ancestral, speaker del foro Futuro de Gastronomía Boliviana, organizado por el Bolivian Culinary Center (BoCC) y la Universidad Franz Tamayo (Unifranz). 

Con una nueva política de Estado, que apuesta por la gastronomía, Bolivia empieza a asumir ese desafío desde el plato, entendiendo que la identidad y la marca que la refleja también se construye con sabores, productos e historia.

“La marca país no puede reducirse a un eslogan o a un logotipo aislado de la realidad productiva y territorial del país. El camino de la Marca País debe atender y promover sectorialmente a los productos y servicios que expresan la diversidad boliviana: cafés de altura, cacaos y chocolates nacionales, vinos de altura, castaña amazónica, gastronomía regional, textiles, turismo cultural y natural, entre otros”, señala el Manifiesto del Sector Turístico, presentado el 28 de noviembre, en el lanzamiento del programa para la construcción de la Marca País 2026.

Turismo de experiencias y cocina con identidad

Los restaurantes, puestos de comida callejera o los mercados se han convertido en escenarios clave para contar la historia de un país. Ahí se descubren sabores, texturas, sensaciones y hasta emociones.

De esto hay ejemplos claros. En Europa,  España entendió hace décadas el valor de su cocina como motor de imagen y desarrollo. A nivel regional, Perú, hace unos veinte años, apostó de forma decidida por su gastronomía y hoy es una potencia culinaria reconocida en el mundo. 

Bolivia, explica López, ha empezado ese camino recientemente, pero con pasos cada vez más firmes. El proceso es gradual, pero con una dirección clara, mirar hacia adentro para proyectarse hacia afuera.

Producto boliviano: una apuesta necesaria

Uno de los debates centrales en la construcción de una marca país es qué se ofrece en la mesa. Para el cocinero de Ancestral, el visitante extranjero no viaja miles de kilómetros para comer lo mismo que en su país de origen, busca una nueva experiencia. 

“Alguien que viaja de Italia, de Japón o de fuera no quiere venir a comer su misma comida, quiere conocer los sabores del lugar que visita”, afirma e insiste en que la autenticidad es la clave para ello.

Sin embargo, apostar por el producto boliviano no es el camino más fácil. Importar insumos y hasta recetas internacionales suele ser más rentable y más atractivo para el mercado local. Por eso es que se pide un apoyo desde el estado para los restaurantes que creen en el producto nacional, porque su apuesta no es sencilla. 

Un trabajo colectivo pendiente

La gastronomía, por sí sola, no construye una marca país. Necesita articulación, políticas públicas y visión de largo plazo. En este punto, la coincidencia entre los actores del sector es clara, se requiere un trabajo colectivo de varios sectores. 

“La unión de público, privado y ahora la academia es sumamente importante si queremos una marca país”, señala la cocinera Coral Ayoroa, gerente de Gustu. Sin ese trabajo conjunto, advierte, es imposible diseñar políticas públicas que sostengan y potencien el desarrollo gastronómico y económico del país.

Bolivia enfrenta el reto de coordinar esfuerzos entre cocineros, productores, instituciones educativas y el Estado. La riqueza está en el territorio, en los saberes ancestrales y en la biodiversidad. Transformar esa riqueza en una narrativa gastronómica reconocible y competitiva es una tarea colectiva.

Más que comida, una identidad

La gastronomía no es solo lo que se sirve en un plato: es memoria, paisaje, técnica y futuro. En la construcción de la marca país Bolivia, la cocina emerge como un lenguaje poderoso, capaz de contar quiénes somos sin necesidad de traducción. 

Es por ello que desde Unifranz se lanzó la carrera de Gastronomía y Artes Culinarias. La mirada de la universidad apunta a un profesional capaz de unir cocina, turismo y territorio con una visión global pero profundamente enraizada en la identidad boliviana. Un profesional que ahonde en la innovación, la investigación y el emprendedurismo.

Y es que el futuro de la gastronomía boliviana también pasa por quienes hoy se están formando. López describe a la nueva generación de cocineros como profesionales con formación y experiencia internacional, pero con una mirada profundamente arraigada en el país. 

A ese conocimiento se suma una exigencia clave, la capacidad de ofrecer experiencias únicas. Lo que distingue a un país -y a un restaurante- es aquello que solo puede encontrarse allí, aquello que le da su identidad y su marca.

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