Por Matias Philco
La crisis ambiental, que afecta a gran parte del planeta, provoca un impacto profundo en la generación joven, llevándola a experimentar lo que se conoce como ecoansiedad. Este trastorno se manifiesta en una gama de síntomas que van desde la preocupación constante y el sentimiento de impotencia, hasta la tristeza profunda y el miedo.
Para muchos jóvenes, los desastres naturales, el aumento de las temperaturas y la pérdida de biodiversidad no son solo estadísticas alarmantes, sino realidades que están moldeando su futuro inmediato.
Tatiana Montoya, psicoterapeuta conductual y sistémica, y docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, indica que esta condición se refiere a la angustia y el estrés emocional asociados con la crisis ambiental que afecta principalmente a los jóvenes, quienes se sienten cada vez más agobiados por la incertidumbre sobre el futuro del planeta.
“Las generaciones jóvenes, al enfrentarse a un futuro incierto, pueden experimentar un impacto en su salud mental, sus relaciones interpersonales e, incluso, en su rendimiento académico y profesional. Está angustia se intensifica con las imágenes alarmantes de los medios de comunicación y los datos científicos que advierten sobre un panorama cada vez más sombrío”, explica.
En la misma línea, la Academia Americana de Psicología describe la ecoansiedad como el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto del cambio climático sobre la Tierra y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones.
Activismo, la respuesta ante el peso del futuro ambiental
Esta sensación de desamparo es común entre muchos jóvenes que buscan maneras efectivas de contribuir a la lucha contra el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación medioambiental, pero a menudo se encuentran paralizados por la magnitud del desafío.
«Me despierto cada mañana pensando en el futuro que estamos heredando», comparte Fabiana Vasco, una estudiante universitaria de 21 años que estudia ciencias ambientales, quien asegura que «es un sentimiento constante de ansiedad. Cada vez que veo sobre un nuevo desastre natural o escucho las últimas noticias sobre el cambio climático, siento que se me cae el mundo encima. Hay días en los que me siento tan abrumada que me cuesta concentrarme en mis estudios o disfrutar de mis actividades cotidianas».
Fabiana explica que este sentimiento de impotencia la llevó a involucrarse en varias iniciativas locales de protección ambiental, desde proyectos de reforestación hasta campañas de concienciación.
Al igual que ella, miles de jóvenes en el mundo han transformado la ansiedad en activismo y se han convertido en fuerza impulsora en la lucha por la sostenibilidad del planeta y se han manifestado a una escala nunca antes vista.
Por mencionar algunos, Greta Thunberg a sus 16 años desató un movimiento a nivel mundial de niños en edad escolar que exigían mayores medidas de los gobiernos para luchar contra el cambio climático o Alexandria Villaseñor, una activista de 14 años que vive en Nueva York y forma parte de Fridays For Future, un movimiento mundial de jóvenes que, desde sus escuelas, se suman a las huelgas para pedir medidas que frenen el cambio climático.
La ecoansiedad puede generar trastornos
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el estrés relacionado con las amenazas ambientales puede contribuir a una mayor incidencia de trastornos de ansiedad y depresión, afectando así la calidad de vida y el bienestar general de las personas jóvenes.
No solo afecta el bienestar individual, sino que también tiene implicaciones sociales. Los estudios sugieren que la eco ansiedad puede conducir a una mayor ansiedad general, depresión, y un sentimiento de desesperanza, exacerbando los desafíos psicológicos que ya enfrentan muchos jóvenes.
Montoya también señala que los síntomas de la eco ansiedad pueden incluir no solo ansiedad y depresión, sino también trastornos del sueño, problemas de concentración y un sentimiento de desesperanza.
«Es fundamental abordar esta problemática de manera integral, ofreciendo apoyo emocional, fomentando el activismo y la participación en soluciones concretas, y proporcionando herramientas de manejo del estrés. Los jóvenes necesitan sentir que tienen un rol activo en la solución de estos problemas y que sus preocupaciones son válidas y entendidas», explica Montoya.
Esto se suma a la carga de estrés que los individuos sufren por los impactos climáticos y ambientales y amenaza especialmente la salud mental de las personas en condición de mayor vulnerabilidad. Adicionalmente, tiene efectos indirectos en las infraestructuras físicas y sociales, perturbando los sistemas educativos, médicos, económicos y de transporte.
A pesar de la gravedad del problema, hay estrategias y recursos disponibles para ayudar a los jóvenes a manejar su ecoansiedad. Organizaciones y grupos comunitarios están ofreciendo apoyo emocional y práctico, fomentando el activismo y la participación en iniciativas ambientales como formas de empoderar a los jóvenes y transformar su preocupación en acción positiva.
La psicoterapia, la práctica del mindfulness, y el fortalecimiento de las redes de apoyo social también juegan un papel crucial en el manejo de la eco ansiedad.
En este contexto, cada pequeño paso cuenta. Ya sea a través del activismo, la educación o el simple hecho de hablar sobre estas preocupaciones, es fundamental que todos trabajemos juntos para enfrentar los desafíos ambientales y apoyar a quienes se sienten abrumados por la magnitud de la crisis.