Por Manuel Filomeno
Emprender no es una tarea fácil, requiere de empeño, pasión, paciencia y tino, y puede parecer que sólo los aventureros son aquellos que tienen éxito, pero en realidad, detrás de estas primeras cualidades existen mentes planificadoras, analíticas y estratégicas que miden los riesgos antes de tomarlos y que tienen una visión clara de a dónde quieren llegar y cómo hacerlo.
El camino a seguir o la guía sobre la cual se darán los pasos que se requieren en una empresa o un emprendimiento parten desde la visión de la organización en la cima hasta la ejecución de los objetivos en la base. Esta pirámide de la estrategia no parte de la planificación, sino que es su punto de partida.
“Una estrategia bien ejecutada determina el éxito de una empresa, una campaña o de un proyecto. Ésta debe ser clara y tener objetivos definidos que permitan medir los impactos a través de métricas e indicadores de rendimiento, pero si no se lleva a cabo bien esta planificación, la estrategia será difícilmente ejecutada y aún menos medible.”, explica Marcelo Revollo, docente de la carrera de Marketing y Publicidad de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
De acuerdo con el investigador David Norton, nueve de cada 10 organizaciones fallan en la implementación de la estrategia. Casi nunca, el fracaso se debe a una definición deficiente de la estrategia. El problema no se halla en esta fase, si no más adelante: cuando los planes deben ser ejecutados.
La Pirámide de Estrategia, un modelo realizado por la investigadora Wendy McGuinness en 2011, busca facilitar la planeación y ejecución de este recurso vital en el desarrollo de las empresas. Este concepto se divide en tres categorías: propósito, estrategia, propiamente dicha, y ejecución, cada una con tres pilares clave.
El primer pilar corresponde al propósito de la empresa, campaña o proyecto, es decir, su misión, su razón de existir, el motivo por el cual el emprendimiento fue fundado; sus valores, aquello en lo que los fundadores creen y sus principios irrenunciables y su visión, hacia dónde queremos llegar.
En el segundo pilar, inmediatamente después del primero, encontramos a la estrategia, compuesta por la intención, que define nuestros objetivos generales; los impulsores, que son los factores claves del éxito de la empresa, nuestras fortalezas y los facilitadores, aquellos recursos y capacidades necesarios para cumplir con los objetivos.
Finalmente, en la base de la pirámide y donde Norton señalaba la mayor cantidad de problemas se encuentra la ejecución, los objetivos e iniciativas, nuestras metas específicas y medibles; los indicadores de desempeño, que son medidos con métricas e indicadores específicos y el mapa de la estrategia, el cual debe ser claro y conciso para ser entendido por todos en la organización.
Este marco ayuda a los líderes corporativos a articular el propósito, desarrollar una estrategia clara y ejecutarla efectivamente, asegurando el éxito organizacional.
Medir el éxito de una estrategia
Revollo indica que, una vez aplicada, una estrategia bien ejecutada permite la medición de la misma a través de una auditoría de sus puntos clave.
“Se parte de la definición de un objetivo de la auditoría. En este primer paso se puntualizan los aspectos que se desean medir o evaluar con la auditoría. Abarca desde una nueva estrategia hasta la identificación de algún problema”, explica el experto.
El segundo paso propone la identificación de los canales que componen el ecosistema digital.
La siguiente etapa pasa por el análisis del estado y la optimización de los canales. Se cuenta con herramientas que permiten medir el rendimiento del sitio web, el posicionamiento en los motores de búsqueda (SEO), el tráfico (SEM) y la presencia en redes sociales.
Como cuarto paso, el académico señala la identificación de las oportunidades de mejora. Para ello, se contrastan los resultados propios con los de la competencia (benchmarking) y con los objetivos propuestos. La comparación detectará las áreas de mejora y optimización de las estrategias digitales.
El quinto paso sugiere la implementación de las acciones de mejora y poner en marcha las estrategias diseñadas para solucionar los problemas encontrados en la auditoría.
Finalmente, Revollo sugiere elaborar un informe y hacer un seguimiento. Documentar los resultados de la auditoría y las acciones que se implementaron, y hacer un seguimiento periódico de la presencia online, ya que las plataformas digitales y el comportamiento del usuario digital cambian constantemente.